Las declaraciones del papa Benedicto XVI en Gran Bretaña contra las formas más agresivas de la secularidad
, enmascaran un intento del Vaticano por recuperar el territorio perdido frente a otras religiones, además de ser una muestra de cerrazón
frente a una óptica más moderna del catolicismo, señaló el teólogo José Guadalupe Sánchez, asesor del Observatorio Eclesial.
Al ponerle calificativos a la laicidad, lo que busca Joseph Ratzinger es desacreditar los modelos en los que se acota la influencia de la religión en la vida política de un país, en un contexto mundial que ya no le es tan favorable a los pontífices.
Cuando el Papa critica a la secularidad agresiva
, afirmó Sánchez, en realidad está atacando un modelo de convivencia pacífica entre religiones, y al mismo tiempo ofrece una postura de cerrazón ante los problemas y retos de la modernidad, en cuya solución el Vaticano debería tener un papel importante.
En contraposición, el obispo de Saltillo, Raúl Vera, consideró que el llamado de Ratzinger es válido, ya que al pretender anular los valores sociales y humanísticos de la religión católica, algunos gobiernos dejan de respetar los derechos de los ciudadanos que se asumen como fieles de ese credo.
Vera indicó que en su fe existen valores trascendentales como la justicia, la verdad y la libertad, y la Iglesia lo que quiere es libertad, y acepta el diálogo constructivo
con otras formas de pensamiento.
Por su parte, el experto en temas religiosos Bernardo Barranco apuntó que las declaraciones de Ratzinger no son necesariamente una agresión contra la laicidad, sino que deben entenderse como una forma de decirle a los gobiernos que la religión no es un enemigo de la democracia.