Leo asombrado en el Periódico de Aragón que “Urueña demanda a la universidad por dar poca Religión en Magisterio”. Aunque la sentencia no satisface completamente las pretensiones del arzobispado, la religión católica acaba figurando como asignatura en los planes de estudio incumpliendo el mandato de la moción aprobada por el Claustro Universitario de 14-12-2006 que indica que “llegado el momento de adaptar los planes de Estudio al Espacio Europeo de Educación Superior, se supriman de los mismos aquellas asignaturas que sean de carácter confesional o que estén circunscritas a una doctrina religiosa concreta”
Con esta resolución, primero administrativa y después judicial, no sólo se viola la decisión del máximo órgano representativo de nuestra institución sino que se obliga a dar espacio a dogmas y creencias reñidas con el carácter abierto y contrastable del conocimiento científico objeto del proceder universitario.
Como un disparate suele llamar a otro, se avecina el problema de selección de profesorado. ¿Qué figura jurídica adoptará? ¿Qué comisión científica acreditará su investigación? ¿Podrá ser profesor un ateo o un homosexual como un catedrático de bioquímica cualquiera o se incumplirá la Constitución que impide la discriminación por razón de creencias? Otro embrollo derivado de un Concordato que otorga privilegios incompatibles con un Estado aconfesional.