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Una iglesia para 100.000 almas en Brasil

Las religiones compiten en Brasil en acoger a grandes multitudes en torno a los curas estrella São Paulo estrena una iglesia capaz de albergar a 100.000 fieles

Además de devotos, los católicos brasileños seguidores de los curas popstar son fans de un estilo de celebración que incluye coreografías, estribillos pegadizos y músicas de los más variados ritmos. Las macromisas están de moda en un país con 123,3 millones de católicos (el 64,6% de la población). En una de ellas el pasado día 20, en Fortaleza, Reginaldo Manzotti, un representante de esta cosecha de clérigos de la organización Renovación Carismática, cantó y rezó para una masa calculada en 1,6 millones de personas. Este movimiento, que empezó en Estados Unidos en 1960, vive ahora su auge en Brasil. En São Paulo, las multitudes se apiñan en grandes carpas alquiladas para ver al sacerdote —y cantante— Marcelo Rossi, que más de una vez ha reunido a un millón de personas y ha sido uno de los pioneros en este tipo de misa de masas. Este viernes este cura inaugura un macrotemplo que se inscribe en un fenómeno que es, también, una manera de enfrentarse al auge de los evangélicos.

En el nuevo templo del cura Rossi en São Paulo habrá espacio para que 100.000 católicos puedan asistir a las misas y confirmaciones —20.000 dentro y 80.000 fuera, siguiendo el acto por las ocho pantallas que lo retransmiten—. Una misa inaugurará este viernes el recinto. El proyecto, que comenzó hace 10 años, está aún sin acabar, y el resultado será gigantesco. Más grande que la basílica de San Pedro, en el Vaticano, donde caben 60.000 personas.

El diseño del edificio, firmado gratuitamente por el renombrado arquitecto Ruy Ohtake, fue realizado para que Rossi pudiera “alcanzar con la mirada hasta al último fiel que asista”, explica el autor. Solo el suelo, 30.000 metros cuadrados ocupados antes por una industria de cervezas, costó 6 millones de reales (2,3 millones de euros).

Rossi ha sufragado parte de la iniciativa, a la que también ha contribuido el empresario católico Antônio Ermírio de Moraes. Los costes de la construcción no han sido detallados, pero Rossi afirmó en la revista Época, del grupo Globo, que la pagó a través de la venta de sus CD y best-sellers y que “costó mucho dinero”.

Con una iniciativa como esta, los católicos emulan a las iglesias evangélicas, partidarias de los grandes templos y que a principios de los años noventa del pasado siglo empezaron a ocupar cines cerrados y a comprar parcelas para construir recintos de culto en la periferia de las grandes ciudades brasileñas. La proximidad entre pastores y fieles evangélicos es similar a la que también persigue ahora la Iglesia católica en el país.

Según el último censo, del 2010, del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, los evangélicos han crecido un 61% en los últimos 10 años. Han atraído nuevos fieles, incluidos antiguos católicos. “La perdida de terreno que han sufrido los católicos en favor de los evangélicos ha coincidido con los curas popstar , que tienen éxito porque sintonizan con la sociedad de consumo que se formó en el país”, explica Karla Martins, doctora en Historia de la Iglesia Católica.

Los evangélicos predican la “teología de la prosperidad”, es decir, el crecimiento económico como fruto de la bendición divina. “Los curas católicos han perdido a los más pobres porque los pastores evangélicos son más persuasivos y alcanzan el lado afectivo más fácilmente”, explica Valeriano dos Santos Costa, director de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de São Paulo.

El auge católico —y el consumo de la creciente clase media— se traduce en cualquier gran almacén donde saltan a la vista las pilas de libros, CD y reproducciones en tamaño real de los curas estrella. Cuatro sacerdotes ocuparon los primeros puestos en el ranking de ventas de CD en 2011.

Omar Raposo, expárroco del Complexo Alemão —una de las favelas pacificadas de Rio de Janeiro—, vio la llegada de los evangélicos y culpa a la violencia de la reducción de la presencia católica en los barrios más pobres. Raposo no se siente un popstar, aunque tenga 100.000 seguidores en su página de Facebook. Afirma que lo que él y otros hicieron al poner la samba y el reggae en las misas es simplemente una “adecuación del lenguaje”.

“La Iglesia necesita salir de los moldes. No invento un nuevo contenido, solo intento preocuparme también por el aspecto”, plantea el cura Manzotti. La Conferencia Nacional de Obispos de Brasil publicó en 1994 un documento donde reconoce el movimiento de Renovación Carismática, entendido “dentro del legítimo pluralismo de la Iglesia católica”. Al mismo tiempo, se declaraba “preocupada por los desvíos que puede haber”.

El esfuerzo de los sacerdotes estrella por separar su imagen del mensaje que desean transmitir a los fieles es una ardua tarea. El cura de Taubaté —en el Estado de São Paulo—, Fábio de Melo, que cobra por concierto 100.000 reales (38.000 euros) y ocupa el segundo puesto de ventas de CD, fue elegido en 2011 uno de los 10 hombres más atractivos de Brasil. Pese a ello, ninguno de los curas entrevistados admite que los fieles confundan el propósito real de sus actos religiosos. Para el teólogo Costa, la presencia de jóvenes que saltan en las misas prueba la renovación de la Iglesia. “Si el joven no entra en el contexto religioso caminamos hacia la secularización y la indiferencia religiosa que vive Europa”, dice. “Si Jesús estuviera entre nosotros, utilizaría la televisión e Internet para predicar”, concluye el sacerdote Raposo.

Misa oficiada por el sacerdote y cantante Marcelo Rossi en la iglesia Theotókos, que se inaugura este viernes. / Juca Varella (Folhapress)

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