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«Una doctrina religiosa no puede imponer sus postulados a la ciudadanía»

La Constitución garantiza un estado laico, pero ¿el texto no cayó en su momento en cierta ambigüedad en las cuestiones relacionadas con la religión? ¿Habría que promover una reforma?

Hay una cierta razón en que el texto de la Constitución mantiene una cierta ambigüedad, tanto en ésta como en otras cuestiones. Pero es perfectamente explicable. La Constitución no tuvo modelo en el que fijarse cuando se enfrentó con la regulación de una de las cuestiones más importantes como es el clásico problema religioso. Toda nuestra Historia es de confesionalidad del Estado, es decir, de íntima compenetración hasta, incluso, la confusión, en algunos momentos, entre Iglesia y Estado. La Constitución tuvo que inventarse un sistema nuevo y no disponía de una plataforma desde la que partir y lo que hizo fue integrar distintos elementos de diversas procedencias sobre la base de un elemento de ingeniería jurídica que es el factor del consenso. A base del consenso se fueron integrando diferentes elementos que permitieron una regulación para que el conjunto de los españoles que iban a estar regulados por estas conductas estuviéramos de acuerdo.
En este sentido, la Constitución tiene postulados de distinta procedencia, pero todos en su conjunto interpretados bajo la norma del consenso tienen una misma dirección y una virtualidad actual que, interpretada en relación con los tiempos, sigue siendo tan vigente treinta años después como lo fue en 1978.

¿Realmente se puede llegar a pensar en un verdadero Estado laico?
Es verdad que hay residuos históricos de la confesionalidad, pero me parece indudable, con la Constitución en la mano, que tenemos un sistema de laicidad en el que hay una separación entre Iglesia y Estado y hay neutralidad del Estado con respecto de lo religioso. La neutralidad del Estado ya se sabe lo que significa, ya que es imparcial con respecto de cada una de las diferentes opciones religiosas, pero también con respecto de la respuesta religiosa o ideológica de los ciudadanos acerca de los problemas existenciales. Es decir, el Estado no puede favorecer una respuesta religiosa hacia los problemas que los ciudadanos tienen ni una respuesta ideológica hacia los problemas que los ciudadanos tienen. En definitiva, el Estado es neutral, pero no significa que sea indiferente porque, a veces, se quiere identificar esta posición. Neutralidad no significa reduccionismo y el Estado tiene sus propios valores, los del pluralismo, la Justicia, la libertad… En definitiva, los valores de la convivencia. Y El Estado es militante en defensa de estos valores sociales. Otra cosa son los valores religiosos, que dependen de la respuesta que cada ciudadano dé a sus propios problemas en términos de creencias o de ideas.
Pero el Estado y la Iglesia parecen más enfrentados que nunca con el Gobierno de Zapatero.
Yo diría que aquí se produce un fenómeno que no deja de parecerme curioso, teniendo en cuenta la evolución de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en España. Creo que los problemas típicos en la relación entre ambos jamás han tenido una solución tan correcta como en este momento. Para ello, hay que fijarse en dos cuestiones. En este momento se ha resuelto el problema de la financiación de la Iglesia, que no era nada sencillo y estaba regulado por un convenio de 1979, y hasta hace muy poco tiempo no se han extraído las consecuencias. También se ha resuelto el tema de la enseñanza de la religión. El segundo problema enquistado de la relación Iglesia-Estado está bien resuelto a juicio de los ciudadanos que pueden ejercer sus derechos de libertad religiosa e ideológica. Esto tampoco se había producido nunca en los tiempos recientes.
Pero interesadamente o no por parte de la Iglesia se entienden difuminadas las fronteras entre lo que es propio de la moral ciudadana y lo que es propio de una moral religiosa. Sin embargo, una doctrina religiosa no puede imponer sus postulados al conjunto de la ciudadanía porque ésta vive dentro de un pluralismo religioso e ideológico y las opciones vitales de los individuos no son unívocas porque cada uno tiene la opción que mejor le parece.

Se habla desde hace tiempo del bautismo civil y parece que esta fórmula se puede extender en los próximos años. ¿Le ampara la legalidad?
No. No tiene ninguna significación legal. Lo que tiene es un significado simbólico para algunos ciudadanos y asociaciones. Es una cuestión que queda dentro de lo puramente privado y no tiene ninguna consecuencia práctica.
Los obispos han amenazado recientemente con la posibilidad de no dar comunión a las personas que apoyen la Ley del Aborto. ¿Pueden llegar a estos extremos?
Si forma parte de la doctrina de una confesión religiosa determinada, ésta puede establecer sus propias normas en relación con aquellos individuos que sean creyentes de esa confesión, es decir, que estén afiliados a ese grupo religioso. Lo que no puede es transponer los planos y pretender que las conductas que están regidas por una determinada moral sean conductas que sigan ciudadanos que no tienen por qué estar sujetos a esa moral concreta.
Usted ha realizado numerosos estudios sobre la relación entre el Estado y la Iglesia.

¿Se ha sentido alguna vez un poco perseguido?
No, para nada. Lo he hecho con una libertad absoluta que me proporciona mi condicición de ciudadano de un estado libre y laico.

El Tribunal de Estrasburgo hace poco tiempo ha dictado sentencia para retirar los símbolos religiosos de las aulas en un colegio de Italia. ¿Este fallo judicial puede sentar jurisprudencia en España?
Aunque se refiera a un caso italiano es una sentencia extraordinariamente contundente. Es una sentencia que debería leerse no sólo desde la perspectiva técnica y jurídica, sino como un pronunciamiento del tribunal desde una perspectiva social que tiene mucho interés y sienta una doctrina en relación con el tratamiento de los símbolos en el caso concreto de las escuelas. De lo que se trata es de no confundir en un espacio de tanta delicadeza como es el de la formación de niños y jóvenes lo que son creencias religiosas de lo que es pluralismo. En la escuela el espacio del pluralismo debe ser especialmente vigilado y protegido.

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