El obispado navarro puso a su nombre en 1981 la casa del cura de Aranguren, que habían construido los vecinos y ya estaba inscrita desde 1929
La casa del cura de Aranguren, en el valle navarro del mismo nombre, se hizo en auzolan. Es la palabra euskera que designa el trabajo en comunidad, cuando todos aportan su grano de arena de forma gratuita. Así se acarrearon aquellas piedras y se levantó la vivienda que abriría sus puertas al pastor y su ama. Corría 1928. Eso lo recuerdan los vecinos. Pero antes de construirla, el concejo tuvo que hacerse con el solar. Se lo cambió a su propietario por otro. "Aquella permuta obligó a inmatricular la casa, que se puso a nombre del concejo. Fue en 1929", detalla el concejal Rubén Ibero.
En 2007, los alcaldes navarros parecen despertar de una pesadilla. Les avisan de que la Iglesia está poniendo a su nombre ermitas, atrios, pinares, parroquias que nunca tuvieron propiedad conocida. Hasta 1.086 bienes inmuebles y fincas han inmatriculado desde 1998. Y en Aranguren se acercan al registro. Sorpresa mayúscula. "No solo habían inmatriculado la iglesia y un terreno al lado del cementerio, también la casa del cura aparecía a nombre del obispado", recuerda Ibero.
La casa rectoral, con su huerta, donde durante años vivía el cura y su ama, tenía doble propiedad, una databa de 1929 y la otra de 1981. Para ponerla a su nombre, la Iglesia no tuvo más que decirlo en el registro, porque una ley franquista equipara al clero con los funcionarios a esos efectos. Con la misma facilidad que el Ayuntamiento la puso un día a su nombre, el obispo hizo lo propio medio siglo después. "Llevamos al registro nuestras fotocopias que demostraban la propiedad del concejo y nos sugirieron que fuéramos a los juzgados", dice Ibero.
El tira y afloja se alargó lo suyo. Pero los responsables del concejo demostraron que no estaban dispuestos a dar su brazo a torcer. "La Iglesia decía mío y nosotros, nuestro". Por último, los representantes del clero se avinieron a razones. En mayo de este año. No hizo falta llegar a juicio. "En audiencia previa se manifestaron de acuerdo, pero nos han pedido que les dejemos una habitación por si el cura la necesitara puntualmente. No tenemos inconveniente, pero lo vamos a dejar todo bien atado para que no haya problemas por ese motivo en el futuro", avisa Rubén Ibero. Y en ello están.
En realidad, hace tres décadas que en la casa no para cura alguno. El concejo decidió arreglarla hace unos cuatro años. También se hizo en auzolan. "Hasta los niños participaron. Quitamos todo el revestimiento que cubría las piedras", dice Ibero señalando la fachada. Aún le faltan los últimos retoques.
Unos metros más arriba está la Iglesia, con un aspecto mucho menos aseado, casi ruinoso. Esta sí es ya propiedad del obispado. "Pero dicen que no la arreglan porque esta iglesia no es rentable, exactamente así nos lo han dicho", sigue perplejo Ibero. Y otros vecinos que en ese momento aparcan un automóvil a su lado ratifican su versión y se muestran indignados.
"En el pueblo de al lado, más grande, les hemos dado un buen solar para que construyan una iglesia rentable", explica Ibero con retintín. A cambio pidieron que cuando pusieran la primera piedra arreglaran la iglesia de Aranguren. No ha sido así. Cuando fueron a reclamar el compromiso adquirido les contestaron que "aquel papel no se había elevado a escrituras". "Hombre, es la palabra de la Iglesia", replicaron. En vano. "Me río yo de la palabra de la Iglesia. Eso nos lo dijo el ecónomo, vaya si nos lo dijo".
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