¿Funerales civiles? Seis ayuntamientos guipuzcoanos ceden espacios para estos ritos
Primero fueron las bodas las que se alejaron del altar y ahora son los funerales civiles los que se abren paso en Gipuzkoa como alternativa para dar el último adiós a ese ser querido sin creencias religiosas. Aunque no existen estadísticas oficiales para corroborar la evolución de las despedidas laicas en el territorio, sí son manifiestos los cambios que se están produciendo hacia ese nueva realidad secularizada, todavía muy lejos de convertirse en una costumbre arraigada como lo es en el mundo anglosajón, donde existen hasta profesionales preparados para oficiar las ceremonias laicas.
Pero de ser un rito asociado únicamente a la fe cristiana se ha pasado a contar con varias opciones, tanto privadas como públicas, para honrar la memoria del difunto sin los inconvenientes de los actos al aire libre ni la necesidad de poner un pie en una iglesia. «La manera de despedirse de la vida y de comunicar la muerte está evolucionando como consecuencia de las transformaciones sociales y del proceso de laicidad», asegura el donostiarra Iñaki Olaizola, licenciado en Antropología por la UPV y doctorando en Antropología social. «Estamos ante un proceso emergente que seguirá el camino de las bodas civiles -ya más numerosas que las religiosas-. La muerte no es sino el último momento crucial de la vida y, como tal, hay una tendencia cada vez mayor a organizar el ritual funerario de acuerdo a la biografía personal, respetando los ideales en vida», añade.
En los crematorios guipuzcoanos hace ya tiempo que empezaron a advertir «un goteo» de familias que solicitaban quitar el crucifijo de la sala donde se despide a la persona fallecida o hacer una ceremonia sin la presencia del cura que suele oficiar un breve responso como último adiós. «Hace años que ofrecemos la posibilidad de hacer una despedida civil», asegura Manu Lizar-tza, del tanatorio Polloe de Donostia, una sociedad municipal.
«Al principio, se daba la circunstancia de que la familia hacía una despedida civil, pero luego también organizaba un funeral. Coincide que ahora los contados casos que tenemos son de personas incineradas, cuya familia pide una ceremonia civil o bien es el propio difunto el que lo ha solicitado antes de morir», añade Lizartza. Para los enterramientos también existe la posibilidad de celebrar la despedida laica en una sala de culto aconfesional acondicionada en el propio tanatorio, con capacidad para cuarenta personas, pero son pocas las peticiones que han tenido hasta la fecha, la mayoría de personas de otras confesiones religiosas.
La Administración pública también ha querido adaptarse a esta nueva realidad. Seis ayuntamientos guipuzcoanos (Legazpi, Azpeitia, Zarautz, Urretxu, Arrasate y Eskoriatza) han regulado el uso de espacios públicos para que se celebren las ceremonias laicas. Unos bertsos, una poesía o simplemente una semblanza del difunto son suficientes para despedir socialmente a quien ha dejado este mundo y acompañar a la familia en esos difíciles momentos. Por lo general, las exequias se celebran en plazas cubiertas o salas municipales de forma gratuita.
Uno de los últimos municipios en sumarse a esta lista ha sido Arrasate, que ha aprobado una ordenanza para autorizar las honras fúnebres en dos espacios de la vía pública (el parque Aldai y el cementerio San Cristóbal), a instancias de los grupos municipales de Alternatiba-Zutik y Aralar. Precisamente el representante en Juntas Generales de Alternatiba, Ander Rodriguez, emplazó recientemente al resto de ayuntamientos guipuzcoanos a que sigan el mismo ejemplo. Para Rodriguez, la ausencia de lugares públicos para la celebración de funerales civiles es «un agravio comparativo» para los no católicos.
La capilla de Polloe
«Hay mucha gente que no profesa la religión católica y que tiene derecho a tener un funeral laico en un lugar acondicionado. La Administración tenía que responder a esa demanda, al igual que lo hace con las bodas», aseguran desde el Departamento de obras, servicios, mantenimiento y barrios del Ayuntamiento de Arrasate, que ha sido el encargado de redactar la ordenanza, cuya aprobación definitiva se hará en las próximas semanas tras el periodo de alegaciones públicas. Según el texto inicial, las personas interesadas deberán pedir permiso al Consistorio para ocupar el espacio reservado antes de las once de la mañana del día del funeral, el mismo requisito que se pide en el caso de los enterramientos. El Ayuntamiento pone la megafonía y los elementos necesarios para la ceremonia, así como personal municipal para velar por el correcto desarrollo de las exequias. El servicio es gratuito. «Al principio barajamos la posibilidad de recoger en un listado los voluntarios que estuvieran dispuestos a oficiar el funeral, pero al final nos pareció más lógico que fuese alguien de la familia del fallecido», añaden desde el consistorio.
En la capital guipuzcoana no se ha tramitado ninguna ordenanza al respecto, porque el Ayuntamiento ha considerado suficiente la oferta de la funeraria Polloe. Pero, a la vista de los movimientos legislativos en otros municipios y de la incipiente demanda, está estudiando habilitar la capilla del cementerio del barrio de Egia para que se celebren todo tipo de cultos, incluidas las despedidas laicas. Según explica el concejal de Servicios Especiales, Alberto Rodríguez, las instalaciones fueron rehabilitadas al tiempo que se realizaron las obras de mejora de los edificios del frente del camposanto, pero todavía no se les ha dado un uso concreto. «Vamos a intentar que se les dé un uso mixto, civil o religioso, como ya se ofrece en el crematorio siguiendo la voluntad del difunto», asegura el edil donostiarra.
«Hay que reivindicar espacios públicos solemnes para los funerales civiles. Tengo todavía la sensación de que esos espacios que se están cediendo desde los ayuntamientos con mucho esfuerzo no son suficientes. Hay que instaurar lo que yo llamo catedrales civiles, espacios antropológicos que evoquen la complicidad, que sugieran recuerdos, que favorezcan la unión de las personas que se han juntado. Las exequias no se pueden celebrar en cualquier sitio», reclama Iñaki Olaizola, convencido de que la sociedad incorporará en sus costumbres estos ritos secularizados de la misma forma que ha pasado con las bodas civiles.
«Espejismo», según la Iglesia
¿Y qué piensa la Iglesia de estas nuevos ritos secularizados? Juan Kruz Mendizabal, vicario de Pastoral de la Diócesis de San Sebastián, señala nada más empezar su exposición que «la Iglesia debe valorar un laicismo sano, moderno y dialogante pero la sociedad, a su vez, tiene que valorar el aporte de los valores explícitamente cristianos que implican acompañamiento y duelo, que la Iglesia ejerce desde sus orígenes».
«Desde esta mutua aceptación -prosigue el sacerdote- tenemos que reconocer que hay y habrá peticiones de celebraciones laicas o seculares para los momentos vitales de las personas (nacimientos, matrimonios y defunciones). Y para estas peticiones es la sociedad civil quien, desde su aconfesionalidad tendrá que ofrecer los servicios que realmente se requieran y preparar espacios y personas para acompañar en estos momentos». Ahora bien, subraya, «con creatividad, capacidad de acogida y con un sincero reconocimiento de la tarea ejercida por la Iglesia».
Respecto a los funerales civiles, señala el vicario, «hay que dimensionar en su realidad estas peticiones, para saber si la demanda es realmente la que pide la sociedad». Porque, a juicio de la Iglesia guipuzcoana, «puede haber un espejismo. La proliferación de la oferta por parte de los ayuntamientos hace pensar en una demanda de la sociedad mayor de la que existe». De hecho, cifra, a excepción de Eibar con tradición de celebraciones civiles, «la proporción es de un funeral civil por cada cien católicos».