La Iglesa ortodoxa construye su primer templo en Madrid en un solar cedido por el Ayuntamiento Está prevista su inauguración el próximo mes de marzo
El párroco Andréy Kordochkin confiesa que el hábito tradicional negro que lleva en este mediodía de agosto no es su indumentaria habitual: en el día a día le van más los vaqueros. Surge la duda de si la túnica le va a estorbar para subirse a la grúa donde el fotógrafo le pide que pose, pero Kordochkin, nacido en San Petersburgo en 1977, se encarama raudo a la plataforma. Lo que haga falta para mostrar lo orgulloso que está de la primera basílica ortodoxa rusa que va a tener Madrid. La construcción, que empezó en diciembre pasado, está ya muy avanzada: estructura, tabiquería, incluso las bóvedas están parcialmente montadas. Ya se adivina lo peculiar del edificio. Pero lo más espectacular está por llegar: lo coronarán cinco cúpulas doradas que dejarán pasmado a más de un transeúnte que pasee distraído por la Gran Vía de Hortaleza.
“El templo es un testimonio, una imagen del cielo en la tierra. No podía ser una caja de hormigón”, sonríe el sacerdote. En la caseta prefabricada, el jefe de obra, Rafael Álvarez, tiene colgadas varias imágenes del aspecto que presentará el singular edificio cuando se termine, en marzo: “Habíamos hecho cosas rarísimas, pero nada como esto”, exclama. Álvarez explica didáctico la dificultad de construir esas cúpulas cubiertas de pan de oro que, y es algo insólito, se van a fabricar enteramente en España, concretamente en una empresa de El Escorial. Encofrado de madera, armadura de hierro y hormigón, cobertura de cobre… “Es un reto”, afirma, y asegura ver cierto parecido al diseño con la iglesia del Salvador sobre la sangre derramada de San Petersburgo. Una de esas extrañas coincidencias: unos meses antes de que llegara tan particular encargo a la constructora Intergest había estado de vacaciones en la ciudad rusa.
Rusos, ucranianos, georgianos, moldavos, pero también españoles componen la comunidad ortodoxa rusa de Madrid, explica Kórdochkin, que actualmente imparte el culto en una nave industrial del barrio de Laguna que antes fue un taller de muebles. Cuando el Patriarcado de Moscú le envió a España, hace ocho años, la parroquia estaba en los bajos de un edificio de viviendas, exfrutería y exlocutorio. Nada que ver con los orígenes, hace 250 años, cuando se fundó una pequeña parroquia dentro de la embajada rusa. La basílica, en cualquier caso, será un salto cualitativo. “Necesitábamos un cambio”, señala el sacerdote, a cuyos oficios acuden unas 150 personas cada domingo. Las catequesis, de momento, las imparte en su propio piso. “Un grupo en el salón y otro en la cocina”, detalla. La futura iglesia contará con espacios para catequesis, despachos, sala de reuniones, vivienda para clérigos, aparcamiento…
El Ayuntamiento de Madrid cedió gratuitamente y por 75 años en julio de 2010 el solar en el que se levanta la basílica. El terreno, de 756 metros cuadrados, “está situado en un distinguido barrio de Madrid cerca de la estación de metro Pinar del Rey”, reza la web de la congregación. Tan distinguido que, apunta Kórdochkin, ninguno de los feligreses vive en la zona. “Residen en Alcorcón, Getafe, Fuenlabrada… Lo bueno es que está bien situado, al lado de una estación de metro y a dos minutos de la M-30”, apunta.
“Existe la leyenda de que la diáspora rusa es muy rica, pero no es cierto”, comenta el párroco a las preguntas sobre cómo se financia la construcción de una basílica presupuestada en tres millones de euros —solo 300.000 se van en las cúpulas doradas— . El dinero, asegura, no va a salir de sus feligreses en España, “emigrantes laborales” que solo pueden ofrecer ayuda “de manera excepcional”. Tal y como están las cosas por aquí, los donativos “tienen que llegar de Rusia”, sonríe. “Estamos buscando en Moscú los fondos, porque aún nos faltan dos millones”.
De allí llegó también el diseño de la iglesia, del arquitecto Alexey Vorontsov. “Nos mandaron la infografía y unas plantas y nosotros lo adaptamos a la normativa española”, explica el jefe de obra. El arquitecto español es Jesús San Vicente. Madrid, por tanto, se sumará en unos meses a Altea, el otro municipio que cuenta con una iglesia ortodoxa rusa de cúpulas doradas que sorprenden a los conductores que circulan por la carretera nacional de Calpe a Altea. “Pero esa es de madera y piedra”, precisa Kórdochkin.
Desde hace unas semanas, la obra en la Gran Vía de Hortaleza está coronada por dos banderas: la española y la rusa. La idea fue del jefe de obra, pero simboliza la concepción que tiene el párroco de la nueva iglesia: “Además de acoger a la comunidad ortodoxa, queremos que sea un lugar abierto y que dé vida al barrio”. Las campanas se comprarán en Rusia. Las lámparas aún se están diseñando. Un retablo con iconos separará el altar del resto del templo. Aún falta mucho por hacer, pero el objetivo es terminar en marzo para poder usar la iglesia en Pascua. Para entonces, las cinco cúpulas —Cristo y los cuatro evangelistas— ya brillarán en el cielo madrileño como si estuvieran en el Kremlin moscovita.
Imagen del proyecto de primera basílica ortodoxa rusa en Madrid. / KUZNETSOVA
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