Algo progresa nuestra democracia y libertad de opinión. Lo muestra una carta que, hasta hace poco, habría ido a parar sin más, incluso arrugada con indignación, a la papelera, pero que ahora ha sido publicada por varios medios. En ella, tras constatar que se había comentado mucho y favorablemente el que el nuevo presidente del Consejo de los Jueces, Dívar, fuera “muy católico”, se preguntaba una ciudadana si se hubiera elogiado en el caso de que hubiera sido, por ejemplo, “muy ateo”. No le falta alguna razón a su suspicacia, pero aquí ya no estamos, como en el Brasil, según una reciente encuesta, en que cuatro de cada cinco ciudadanos le considerarán poco fiable para un cargo público.
Parte de ese elogioso destacar el que el sea “muy católico” se debe a que haya sido nombrado por el PSOE, que daría así una imagen de imparcialidad. Y, en realidad, el hecho tampoco debería ser tan sorprendente por ese motivo, si no nos dejamos engañar por ciertos sonoros encontronazos, y nos ceñimos a los hechos, ya que el PSOE ha dado mucho más dinero, competencias en la educación, y otros privilegios de primera magnitud a la Iglesia católica que lo que hizo el mismo PP. La democracia avanza, sí, pero aún con muchos límites y hasta retrocesos, esperemos, momentáneos.