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El silencio cómplice de la iglesia católica ante el abuso sexual · por Ghina Castrillón Torres

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

Aprovecho la polémica que señala al padre Francisco de Roux de encubrir un caso de pederastia cometido por el fallecido padre Darío Chavarriaga para darle un reconocimiento público al periodista Juan Pablo Barrientos, quien ha sido perseguido y hostigado precisamente por exponer aquello que la Iglesia prefiere ocultar.

 

La realidad es clara: la iglesia católica ha sido históricamente más diligente en proteger su imagen institucional en vez de preocuparse por la integridad de las víctimas.

 

Este comportamiento vergonzoso y profundamente violento por parte de la iglesia católica ha sido documentado meticulosamente por Barrientos, en varias notas periodísticas y especialmente en sus libros Dejad que los niños vengan a mí (2019) y Este es el Cordero de Dios (2021), los cuales son testimonios dolorosos de cómo el encubrimiento es una práctica sistemática al interior de la iglesia, y que, más allá del arrepentimiento que digan sentir algunos de sus representantes, su estructura facilita el silencio y la impunidad.

 

Pero la reflexión sobre los reconocimientos por parte de representantes de la iglesia debe ir más allá de los actos de arrepentimiento. La cuestión central es cómo al encubrir estos crímenes, se convierten en cómplices y promotores de la impunidad. Porque, aunque algunos admitan que pudieron hacer mucho más, esto no repara el daño ya hecho ni las consecuencias de la inacción de la iglesia en cientos de casos.

 

Las disculpas públicas y las promesas de no repetir los mismos errores no son suficientes si no se acompañan de acciones concretas de justicia. La única medida aceptable debe ser una política de CERO tolerancia hacia cualquier forma de abuso, junto con la entrega de todos los casos a la justicia civil. El encubrimiento es una decisión consciente de proteger a los agresores en una estructura que se refuerza con cada intento de resolver los abusos a puerta cerrada y con cada sacerdote que es trasladado de diócesis en lugar de enfrentar las consecuencias legales de sus crímenes.

 

El trabajo de Barrientos y las dificultades que ha enfrentado por su labor investigativa son una prueba de cómo la iglesia intenta controlar la verdad para evitar la rendición de cuentas. Pero es ahí cuando la resistencia de periodistas como Barrientos es esencial para recordar que el silencio no puede seguir siendo una opción.

 

De Roux y muchos otros, con todos sus reconocimientos, pudieron y debieron hacer mucho más. Y hoy, si realmente desean honrar su compromiso con las víctimas de abusos sexuales por parte de integrantes de su iglesia, deben sumarse a quienes exigen que los crímenes de la iglesia sean expuestos.

 

Una Iglesia que encubre es una Iglesia que promueve el abuso.

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