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Un debate inoportuno

En España no son los musulmanes los que atentan a nuestra laicidad, no son el número pequeño de niñas que usan el velo en la escuela, son los obispos y sus organizaciones ultraconservadoras que se expresan en el espacio público, convocando a manifestaciones contra leyes legítimas, en clara alianza con el PP.

España no es Francia. Cuando hablamos de la prohibición de los símbolos religiosos, en nuestro imaginario aparece el “velo islámico”, El hecho de que varios países europeos como Francia y Bélgica, entre otros, lo prohíban basados en que son Estados verdaderamente laicos y en que no deben permitir símbolos religiosos en el espacio público, no quiere decir que sea la mejor manera de abordar el problema. Solamente evidencia que es la forma en la que una mayoría aborda el hecho de la pluralidad religiosa, que no es fácil de gestionar en sociedades de diversidad étnica y pluralismo religioso. Hay que distinguir entre el velo y la mujeres que lo llevan.

El velo es un símbolo religioso, pero es algo más cuando hay situaciones de discriminación o actitudes de recelo frente al diferente. Entonces se convierte en un símbolo cultural e identitario. A veces, es la respuesta a ese tipo de situaciones, sobre las que indagamos poco, porque lo normalizado es justamente esa diferencia de trato en nuestra sociedad a los extracomunitarios, y qué no decir de la minusvaloración al islamismo y de la creciente y desafortunada xenofobia hacia la inmigración. Más aun en momentos en los que buscar un chivo expiatorio a nuestros males alivia la conciencia.

No podemos negar que el velo está asociado con la discriminación de las mujeres, con tradiciones que impiden a las mujeres ser libres para elegir. Esa realidad convive entre nosotros a través de las migraciones. Pero también el velo representa para muchas mujeres la defensa de una identidad que aquí ven subestimada y despreciada. Hay mujeres que usan el velo en su lucha contra la discriminación de género en su colectivo y que consideran que tal uso les facilita su lucha y sus objetivos. Gema Martín en sus estudios lo explica con detalle.

Lo que hemos de preguntarnos es cómo gestionamos eficazmente estas delicadas situaciones para la convivencia: ¿Corregimos la discriminación prohibiendo el velo?, ¿disminuimos la discriminación eliminando sólo los símbolos externos de la misma? Insisto en que nos ha faltado valor y pedagogía para gestionar la integración de la diversidad, por eso hemos de reflexionar sobre los efectos que tiene la prohibición. En el caso francés el efecto negativo más importante será el de la aparición de escuelas privadas musulmanas, quitando posibilidad de interacción e interculturalidad en la escuela, lo que significa profundizar la separación y reducir esa necesaria vía de diálogo y conocimiento mutuo. El efecto de la prohibición es convertir el uso del velo en una reivindicación que implica a todo el colectivo en defensa de la identidad.

Con la prohibición, no se aborda seriamente la discriminación a la mujer musulmana sino que se refuerza la posición predominante de los hombres porque en el centro del debate público se ha colocado un tema en el que la discrepancia desaparece. Ayudamos poco al llevar el debate al terreno de la identidad religiosa, en lugar de situarlo en el campo de la discriminación.

De lo que se trata es de lograr la integración y de garantizar la libertad religiosa, así como de eliminar la discriminación a las mujeres, en un Estado aconfesional y sobre todo con una pluralidad religiosa que a veces nos negamos a reconocer – existen más de 800.000 ortodoxos en España, por poner un ejemplo -. Esto se logra con políticas de integración social, educación y con un trabajo sostenido a medio y largo plazo. Educar para la igualdad es propiciar que las chicas que llevan el velo puedan quitárselo cuando ellas decidan. La escuela, la mediación, es un instrumento que ayuda a resolver casos concretos que se vayan presentando como el del IES Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón. En un asunto como éste, que afecta la convivencia y a sentimientos profundos, hay que utilizar instrumentos eficaces como la mediación antes que la prohibición.

El drama que sufre la comunidad de Madrid, es que un tema de estas dimensiones esté bajo la tutela de Dª. Esperanza Aguirre. “Si el reglamento de un centro dice que no se puede llevar la cabeza cubierta, ni los chicos, ni las chicas, ni las monjas, nadie, podrá llevar la cabeza cubierta. Lo mismo que en un centro no se podrá ir a clase en bikini porque lo dirá su reglamento”, así de contundente se ha mostrado la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Son las medidas educativas e integradoras las que reducirán la discriminación de género. Porque con velo y sin velo ahí sigue. Sólo así se lucha por la igualdad y la laicidad. Con este debate inoportuno lo que queremos tal vez es mirar la paja en ojo ajeno, eliminando los signos externos de lo que consideramos que es una discriminación en otros mundos. Procede entonces hacer un pronunciamiento claro sobre la laicidad y la igualdad de género en toda la sociedad, para eliminar los símbolos religiosos visibles de todas las religiones. Pero mientras ello llega, hay que garantizar el derecho fundamental a la educación, que es el que prima sobre las demás consideraciones y así hay que cumplirlo.

Claro que en España no son los musulmanes los que atentan a nuestra laicidad, no son el número pequeño de niñas que usan el velo en la escuela, son los obispos y sus organizaciones ultraconservadoras que se expresan en el espacio público, convocando a manifestaciones contra leyes legítimas, en clara alianza con el PP. Por eso resulta una desfachatez que aprovechen este debate inoportuno, para ufanarse irresponsablemente de su pretendido igualitarismo, mientras apoyan a colegios religiosos ultraconservadores y pretenden separar por razón de sexo al alumnado.

Yolanda Villavicencio M. es diputada Socialista Asamblea de Madrid. Es licenciada en Económicas y Ciencias Empresariales, especialista en Cooperación Internacional al Desarrollo, especialista en Mujer y Desarrollo, máster en Migraciones y Relaciones Intracomunitarias y en los últimos ocho años ha dirigido la entidad AESCO, especializada en migraciones, cooperación al desarrollo y codesarrollo.

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