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Un debate falso e interesado

E l falso e interesado debate entre laicismo y religión genera una sorprendente controversia en la que lo visceral se convierte en protagonista de lo que debiera ser un mero intercambio, con los consiguientes roces y enfrentamientos, de ideas y de interpretación del mundo.
 
 La agresividad que produce este fenómeno no es casual y las energías y esfuerzos que se pierden descalificando la posición contraria tienen mucho que ver con las posturas fanáticas, integristas e intransigentes y con unos intereses espurios que pueden sobre la convivencia y el acuerdo, y que están muy presentes en la posición que se adopta en esta 'lucha'.
Contrasta la radicalidad de posiciones en la mencionada contienda emocional con la naturalidad y la falta de complejos con la que gran parte de los ciudadanos europeos asumen el laicismo de sus sociedades y el componente religioso de sus vidas. De ahí que tengamos que pensar que sólo los fanáticos avivan un enfrentamiento en el que los intereses, los beneficios y las prebendas tienen mucho que ver y en el que la contaminación y confusión teórica identifica erróneamente laicismo con anticlericalismo, agnosticismo y ateísmo, cuando no tienen nada que ver, y sataniza la religión, achacándole todos los males que asolaron Europa en el pasado cuando sólo fue una importante protagonista de los mismos.
Guste o no, ninguna democracia es posible sin laicidad política y no lo es porque necesita los presupuestos teóricos en los que se asienta el laicismo: libertad de conciencia individual, igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, separación Iglesia-Estado en los ámbitos jurídico y político, defensa de la tolerancia y del diálogo intercultural e interreligioso. Por ello, atacar el laicismo es hacerlo con los derechos humanos y con la esencia de las libertades básicas. Así se manifiesta hoy día y así se vislumbraba en los escritos de Locke, Voltaire, y en la experiencia de la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos en la España decimonónica, símbolo de respeto, tolerancia y comprensión hacia el catolicismo y otras creencias religiosas y conectada con la filosofía idealista del krausismo.
Los europeos debemos construir la nueva Europa, la de la Unión, apoyándonos en los preceptos anteriormente citados y respetando siempre los derechos y libertades y las creencias de todos los ciudadanos (Declaración Universal de Derechos Humanos). Alejándonos de cualquier postura extrema, consideramos que el laicismo es perfectamente compatible, e incluso recomendablemente complementario, con las creencias religiosas ya que no es antirreligioso sino que, muy al contrario, defiende el respeto a las libertades de pensamiento y de conciencia, sin las que no sería posible la democracia, y fomenta el ideal de universalidad al margen de ideologías, filosofías o religiones.
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