La tradicional procesión del festejo cristiano que celebra la Eucaristía, y que presidió el obispo de Mallorca, Javier Salinas, no contó con la participación de ningún integrante del gobierno local.
Mientras se celebraban las Vísperas en el interior de la Catedral, un grupo de fieles de la parroquia de Santa Eulàlia colocaban los últimos pétalos de flores con los que escribían la palabra misericordia. Un par de horas más tarde, el camino de flores serviría de linde en el paso de la procesión del Corpus que se celebró ayer, sesenta días después del Domingo de Resurrección. “Es el año de la misericordia”, apuntaba una mujer al cuidado de las flores.
Horas más tarde, y casi a punto de que llegara la custodia a la plaza de Cort un turista interrogaba a un policía local, a las puertas del Ayuntamiento, que sí estaban abiertas. “¿Qué pasa aquí, qué es esto?”, preguntaba el extranjero. El agente titubeó y acabó diciendo: “Un acto de cristianos”.
Efectivamente, el Corpus Christi ensalza la figura de Jesucristo tal y como se encargó de recordar el obispo Javier salinas en su homilía en la Misa celebrada en la Seu. “Hoy es la fiesta grande de la vida, por eso el paseo por las calles, porque el Jesús del milagro del pan y los peces, el de la Eucaristía, no se encierra en la Catedral”.
Mientras concluía la celebración de la liturgia, afuera un centenar de personas aguardaba el inicio de la procesión del Corpus, confundidos entre los cossiers de Palma, los cavallets, los tamborilers de la Sala y la banda municipal.