Enzo Bianchi, fundador de la Comunidad de Bose, el epítome del ‘espíritu del Vaticano II’, fue expulsado el año pasado de su propio invento por el Papa Francisco, pero el fulminante castigo ha resultado ser mucho más suave de lo que parecía. Ahora ha recibido un ultimátum de Roma.
Ya informamos el pasado agosto que el fundador y director de la Comunidad de Bose, el ‘experimento’ postconciliar por excelencia en Italia, parecía haber ignorado la decisión de Roma de cesarle y cerrar la comunidad, pese al humilde acatamiento verbal con que reaccionó inicialmente a la orden.
Con fecha 26 de mayo de 2020, y con el argumento oficial de abuso de poder, Roma ordena a Enzo Bianchi abandonar la Comunidad con un decreto aprobado por el Papa Francisco: “Tendrán que separarse de la Comunidad Monástica de Bosé y mudarse a otro lugar, cayendo de todos los puestos que ocupan actualmente”. La decisión se produjo “tras un discernimiento y una oración prolongados y cuidadosos”, y en el decreto se especifica que “esta comunicación tuvo lugar en el máximo respeto posible del derecho a la privacidad de las partes interesadas”. Sin embargo, meses después, Bianchi seguía exactamente en el mismo lugar de siempre, en su “hermita”, un edificio de varias estancias a unos pocos metros del núcleo central de la comunidad, en la que vive desde hace más de quince años.
Hasta esta semana, en la que Roma ha dado un ultimátum a Bianchi para que abandone la comunidad en el plazo de una semana, en un decreto firmado por el Delegado Pontificio Amedeo Cencini y publicado por el italiano Avvenire. Se le ordena que vaya a Cellole di San Gimignano, otra casa de la comunidad, donde deberá convivir con otros miembros “problemáticos” de la comunidad, considerados como monjes “extra domum” [fuera de la comunidad], y no podrá calificarse como miembro de la comunidad.
Bianchi, laico, fundador en 1965 y superior de su comunidad de Bosé, un ‘experimento’ de organización religiosa cristiana interconfesional de monjes, formada por hombres y mujeres de diversas confesiones cristianas, muy en línea con el “espíritu del Concilio”, cuyo objetivo es el diálogo ecuménico y la convivencia entre las diferentes denominaciones religiosas.
