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¿Traspasan las viñetas de Mahoma los límites de la libertad de expresión?

La libertad de expresión es un derecho fundamental para la democracia, pero ¿qué sucede cuando se ofende a terceros? Profesores de ética, relaciones internacionales y periodistas opinan sobre el tema y hablan de autoregulación, empatía,

La publicación de unas viñetas satíricas sobre Mahoma en el semanario humorístico francés Charlie Hebdo y la reacción furiosa de parte del mundo musulmán a la exhibición del filme 'La inocencia de los musulmanes' reabre el complejo debate sobre la libertad de expresión y sus límites para evitar ofender a personas de otras creencias y culturas (el islam prohíbe representar a Mahoma, y mucho menos mofarse de él). ¿Qué debe primar? ¿Hablamos de libertad de expresión o de provocación? ¿Deben los medios autocensurarse para evitar conflictos?

Para Marcel Mauri, profesor de Deontología y Ética Periodística de la Universitat  Pompeu Fabra de Barcelona, el dilema que plantea la publicación de la viñetas es "un caso típico", porque "la libertad de expresión es un derecho fundamental, reconocido, que se debe proteger",  pero a su vez recuerda que el Código Internacional de ética periodística de la UNESCO recoge entre sus artículos que "hay que evitar manifestaciones que puedan enfrentar distintas culturas, que puedan herir susceptibilidades". Es pues, una situación complicada, con dos derechos que entran en colisión.

Tenemos la obligación ética de no fomentar el odio

Mauri, que dirige un grupo de investigación sobre deontología y ética periodística,  pide que se reflexione sobre "el daño gratuito" que se puede causar, que se valore "sobre si se va a generar odio" y que se piense si hay una justificación detrás.  Para él es fundamental "la obligación ética de no fomentar el odio" y pide un poco más de "empatía" hacia culturas con otros valores. "La libertad de expresión es fundamental y está por encima de todo, pero miremos no ofender de forma gratuita, intentemos hacer un periodismo constructivo y no fomentar el odio".

Mauri, acostumbrado a reflexionar con sus alumnos sobre los límites de la libertad de expresión y sobre la responsabilidad individual de cada periodista, llama la atención sobre actitudes más perjudiciales para la convivencia que la publicación de unas viñetas: cuando los políticos o los medios de comunicación ofrecen una "imagen reiterada que vincula inmigración y delincuencia. Eso es algo más sutil, diario, que acaba revolucionando a las personas más sectarias".

En todo caso, Mauri recuerda el contexto en el que se han publicado las viñetas: una revista satírica que arremete contra todo y en la que la tónica diaria es recurrir a la provocación como forma de comunicación con el lector.

Del contexto también habla Elsa González, presidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), "esta publicación (Charlie Hebdo) no está alterando la legalidad, es un medio satírico" y defiende el derecho a la libertad de información y de expresión como pilares básicos de la democracia, dentro de la "responsabilidad y el respeto".  Para la presidenta de la FAPE lo terrible de este asunto es que todavía haya gente que se juega la vida por publicar en libertad y cómo las restricciones acaban por privar a los ciudadanos de su derecho a acceder a una información veraz y completa.  "No podemos llevar a los periodistas al matadero, pero si decidimos no ofrecer información, el gran perdedor es el ciudadano".

Si decidimos no ofrecer información, el gran perdedora es el ciudadanoY  la polémica en torno a las viñetas es "una llamada de atención a los Estados para que se eduque en libertad, democracia y responsabilidad" y recuerda que aunque "es importante el respeto, tan importante como eso es la libertad de información" de ahí que desde la FAPE se apueste por "el autocontrol".

Entonces, ¿debe la libertad de expresión limitarse teniendo en cuenta las costumbres culturales y religiosas de otros países?

Un rotundo y sonoro "no" es la respuesta de Rafael Calduch, profesor de Relaciones Internacionales, de la Universidad Complutense de Madrid.

Para este profesor  la libertad de expresión "tiene que tener unos límites; pero son los que cada país fija en su legislación. En los países occidentales el principio al derecho a la libertad de información es consecuencia de la libertad de expresión, derecho a su vez necesario para  el derecho a la libertad de pensamiento, instaurado en nuestra civilización durante siglos, pero hay otros países que no lo contemplan así".

Si estamos de acuerdo en satirizarnos a nosotros mismos, por qué no a tercerosCalduch considera que otros países  "internamente tienen todo el derecho a establecer legislaciones restrictivas a esos derechos, pero no pueden hacer que su interpretación cultural sea la que impere", aunque subraya como importante "tampoco a la inversa". "El hecho de que estas viñetas no sean perseguidas en Francia no significa que no puedan serlo en Arabia Saudí", explica. Y recuerda el gran avance que disfruta en este sentido Europa gracias a la existencia  del Tribunal Europeo de Derechos Humanos "que impone criterios legales comunes".

El conflicto surge pues cuando las obras (ya sean viñetas, películas, etc.) creadas en  el consenso de un país en permitir la crítica libre y la ridiculización de ciertas costumbres religiosas son distribuidas en países más restrictivos.

"Las diferencias culturales generadas por siglos y milenios no ha desaparecido con la difusión global, pero ahora se hacen más evidentes", prosigue Calduch.

Para él el editor de la revista satírica "ha visto la oportunidad de hacer negocio" y mañana hará lo mismo "poniendo a caer de un burro al presidente Hollande". Y finaliza con un planteamiento: "Si estamos de acuerdo en satirizarnos a nosotros mismos, por qué no a terceros".

Seguidoras de la organización Minhaj al-Qurán participan en Pakistán en una de las protestas convocadas contra la película 'La inocencia de los musulmanes'. En

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