Miembros de la conferencia de obispos de Chile, Luis Fernando Ramos Pérez, a la derecha, y Juan Ignacio González, este viernes en el Vaticano.
La limpieza en el episcopado chileno que desde hace días tenía el Papa en la cabeza ha empezado a coger forma. Después de los encuentros privados que ha mantenido el Pontífice los tres últimos días con los obispos del país sudamericano en el Vaticano para depurar responsabilidades por los casos de abusos sexuales por parte del clero en las últimas décadas, ha llegado el anuncio. Como medida inmediata, todos los obispos del episcopado chileno han presentado su renuncia en bloque y han puesto sus cargos a disposición de Francisco “para que libremente decida con respecto a cada uno de nosotros”.
A partir de este momento, el Papa deberá decidir si acepta todas las renuncias o por el contrario solo alguna de ellas, lo que de algún modo confirmaría el grado de implicación y responsabilidad de cada prelado en los casos. Este proceso podría prolongarse en el tiempo y durar días, semanas e incluso años, si el Pontífice decidiera llevar a cabo una depuración completa de la Iglesia chilena, que podría ser progresiva. Ahora queda por ver qué sucederá con aquellos obispos a los que Francisco sí acepte su renuncia y cuál será su destino.
Las reuniones con los obsipos chilenos en el Vaticano terminaron el jueves. El Papa, a través de una carta pública les agradeció la “plena disponibilidad que cada uno ha manifestado para adherir y colaborar en todos aquellos cambios y resoluciones que tendremos que implementar”, lo que indica que la cuestión está ahora completamente en manos del Pontífice y que será él y no los obispos chilenos quien se encargue de los cambios y decisiones que llegarán a partir de ahora.
El primer día de encuentros, Francisco les entregó un documento privado de 10 folios escrito por él personalmente y les pidió que meditaran sobre el contenido de cara a las próximas reuniones. Alguien de los presentes filtró ese escrito a la prensa y la televisión chilena Tele 13 publicó el contenido íntegro del mensaje. En el texto, el Papa confirma cambios, regeneración y relevos en la Iglesia chilena; habla de medidas a “corto, medio y largo plazo”, para acudir a la raíz del problema y “para restablecer la justicia y la comunión” y deja claro que rodarán cabezas, pero subraya que esas medidas no serán suficientes y habrá que ir al origen del asunto.
Según Francisco la gravedad de la situación requiere profundizar mucho más . “Los problemas que hoy se viven dentro de la comunidad eclesial no se solucionan solamente abordando los casos concretos y reduciéndolos a remoción de personas; esto -y lo digo claramente- hay que hacerlo, pero no es suficiente, hay que ir más allá”, escribía en el documento. También habla de que algo no funciona en todo el cuerpo eclesial. “Sería irresponsable de nuestra parte no ahondar en buscar las raíces y las estructuras que permitieron que estos acontecimientos concretos se sucedieran y perpetuasen”, añade.
El texto escrito por el Papa es fruto del informe de 2.300 folios que sus enviados especiales a Chile, el español Jordi Bertomeu, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y Charles J. Scicluna, arzobispo de Malta, le entregaron hace unas semanas. Según el documento redactado por Francisco para los prelados chilenos se confirmó “que a algunos religiosos expulsados de su orden a causa de la inmoralidad de su conducta y tras haberse minimizado la absoluta gravedad de sus hechos delictivos (…) se les habrían confiado cargos diocesanos o parroquiales que implican un contacto cotidiano y directo con menores de edad” .
En el documento, el Papa advierte que la Iglesia del país andino experimentó “una transformación en su centro” y agrega que “ su pecado se volvió el centro de atención”. Y también habla de una cadena de errores de las autoridades de la Iglesia chilena a la hora de investigar y castigar los abusos. Y de las irregularidades en los procedimientos, el trato a las víctimas y el modo de gestionar sus denuncias.
Las víctimas de los abusos en Chile, que habían pasado unos días en el Vaticano invitados por el Papa, no han tardado en expresar su satisfacción. “Me alegra tremendamente para empezar a sanar esta Iglesia que no se merece a estos verdaderos corruptos y criminales”, afirmo Juan Carlos Cruz, que en su adolescencia fue abusado por el influyente sacerdote Fernando Karadima, caso que desató la crisis que atraviesa actualmente la iglesia chilena.