Lo sabía, lo sabía perfectamente. Cuando hace unos seis meses Ana Saidi Rodríguez decidió comenzar a cubrirse la cabeza con un velo, sabía muy bien a lo que se enfrentaba. Sabía que le tocaría aguantar miraditas de desconcierto por parte de algunos amigos y conocidos, ceños fruncidos en la cola del supermercado, caras de rechazo al caminar por la calle, murmullos despectivos soltados a media voz en el autobús… Pero lo que nunca se le ocurrió es que usar el hiyab, el velo que emplean las mujeres musulmanas que siguen los preceptos religiosos que dicta el Islam, le ocasionaría graves problemas en su puesto de trabajo. Concretamente: cinco sanciones disciplinarias, una baja médica por ansiedad e insomnio y el fantasma de un posible despido.
Ana tiene 38 años, es española (hija de padre marroquí y de madre albaceteña convertida al Islam), trabaja para el gigante Acciona y encarna la versión nacional de un encendido debate que en estos momentos recorre Europa. A saber: ¿Puede una compañía impedir a una trabajadora llevar el velo islámico invocando a la laicidad y a la aconfesionalidad de su política empresarial?
El pistoletazo de salida a la disputa lo ha dado una mujer belga de confesión musulmana que se ganaba la vida como recepcionista de la empresa de seguridad y servicios de vigilancia G4S Secure Solutions y que fue despedida cuando, después de cuatro años empleada en la compañía, manifestó su intención de llevar el velo en su puesto de trabajo. El caso está aún en manos de la Justicia, pero la abogada general del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (UE), Julianne Kokot, dejaba caer hace unos días que le parecía admisible prohibir el uso del hiyab durante la jornada laboral cuando la compañía enmarque esa prohibición dentro de una política de neutralidad en materia religiosa y de una normativa general que impida llevar de modo visible en el puesto de trabajo símbolos políticos, filosóficos y religiosos.
Cuando hace nueve años, Ana comenzó a trabajar para Acciona, una compañía líder en infraestructuras, energías renovables, agua y servicios que cuenta con unos 30.000 empleados, no llevaba velo. «Soy musulmana desde siempre, pero mi conocimiento del Islam era por entonces muy básico. Cumplía pero sin más, sin profundizar. Sin embargo, llegó un momento en el que empecé a plantearme el tema del velo. Me parecía bastante absurdo tener que llevar un velo en el bolso y ponérmelo sólo para entrar en la mezquita. Llevar el velo es un precepto religioso, así que decidí cumplirlo. Se trata de una cuestión de fe, de una decisión estrictamente religiosa».
Ana trabaja para Acciona en el aeropuerto de Mallorca como agente de handeling,azafata de tierra para entendernos. Su trabajo es de cara al público y consiste en encargarse de la facturación y embarque de los pasajeros. Un empleo que exige llevar uniforme: pantalón y chaqueta azul marino, camisa azul celeste, bolso y zapatos a juego, medias color carne… Es fija discontinua, lo que significa que trabaja unos ocho meses al año. Y antes de iniciar un nuevo contrato, en diciembre de 2015, habló con su jefe directo y le comentó su intención de acudir a su puesto de trabajo con el velo.
«Mi jefe me dijo que no había ningún impedimento, que podía hacerlo, y que si tenía alguna dificultad con mis compañeros de trabajo que acudiera a él». Así que una mañana Ana se presentó a trabajar en el aeropuerto de Palma de Mallorca con la cabeza cubierta con un hiyab. «Busqué un velo muy discreto de color azul marino, del mismo tono que mi uniforme de trabajo».
Pero ya ese primer día en que Ana acudió a trabajar con el velo islámico, empezaron los problemas. «Hubo revuelo. Algunos compañeros comenzaron a quejarse a mis espaldas de que llevara velo. La gente ve el velo como algo malo, como un instrumento de sometimiento de la mujer. Hay mucho desconocimiento, porque para nada es así. Yo llevo el velo por decisión personal, por motivos exclusivamente religiosos».
El caso es que al segundo día de presentarse a trabajar con el hiyab, el jefe directo de Ana la llamó a capítulo. «Me comentó que desde Madrid le habían indicado quela política de la empresa me impedía llevar el velo. Pero yo había leído atentamente el convenio y ahí no se decía absolutamente nada al respecto, así que protesté y les dije que quería que me lo comunicaran por escrito». Ana recibió entonces las disposiciones sobre la política indumentaria de la empresa, en las que se detallaba que no se aceptaba ninguna prenda fuera de las estipuladas en el catálogo de uniformes.
«Yo sin embargo, he seguido llevando el velo. Y eso me ha valido ya cinco sanciones». Por no hablar de los problemas de salud que toda esta situación asegura que le está provocando… «La empresa me está hostigando. Y, por ese motivo, sufro ansiedad, insomnio…». De hecho, actualmente Ana está sin trabajar, con una baja médica. «Pero estoy segura de que en cuanto vuelva a trabajar volverán a acosarme por llevar el velo. Es humillante. Hay compañeros de trabajo que llevan cruces bastante visibles, ¿por qué no puedo entonces yo llevar el velo?», suelta a borbotones.
El jefe de Recursos Humanos de Acciona Airport Services, Victorio Núñez, es categórico: «La política de esa empresa contempla que sólo y exclusivamente se puedan llevar los elementos que forman parte del uniforme. Además, también se prohíbe el uso de símbolos religiosos y políticos»
-«¿Entonces no se puede llevar velo?», le preguntamos
– «No está permitido ningún elemento que no forme parte del uniforme. Absolutamente ninguno», responde tajante, evitando en todo momento pronunciar la palabra velo o hiyab.
Lo que sí que asegura es que el incumplimiento por parte de un empleado de las normas de uniformidad de la compañía puede dar lugar a la aplicación de lo estipulado en el régimen disciplinario: «Desde una amonestación hasta el despido», subraya.
Ana, de hecho, se teme que la acaben despidiendo por su decisión de llevar velo. «Sería tremendamente injusto, pero por desgracia es algo que creo que puede llegar a ocurrir. Y eso que Acciona tiene firmada una declaración por la que se compromete a apoyar, respetar y contribuir a la protección de los Derechos Humanos fundamentales reconocidos y por la que rechaza a cualquier tipo de discriminación por motivos entre otros de religión. Sin embargo, ellos mismos están incumpliendo ese principio».
Laicidad contra el derecho a la libertad religiosa
«No hay argumentos para prohibir el velo en el puesto de trabajo, porque llevar velo no afecta al desempeño del empleo. Conozco abogadas, enfermeras y otras muchas profesionales que llevan velo, y eso no les supone absolutamente ningún impedimento para ejercer su trabajo», opina Yonaida Selam, presidenta de la Asociación Intercultural de Melilla. «Y llevar el velo tampoco atenta contra la laicidad o la aconfesionalidad del Estado. Las empresas que prohíben el velo se acogen a eso, a la neutralidad religiosa, pero yo creo que son decisiones basadas en la islamofobia«, añade Selam, para quien llevar el velo supone un ejercicio de la libertad religiosa y de identidad. «Creo que hay base jurídica para llevar a una empresa a los tribunales por no permitir a una trabajadora usar el velo. Llevarlo es como llevar un crucifijo, un piercing o una gorra, un símbolo externo de identidad».
«La abogada general del Tribunal de Justicia de la UE dice que el velo islámico ‘vulnera la neutralidad religiosa’. Sin embargo, la neutralidad religiosa de una institución o de una empresa no se ve comprometida por las creencias de sus empleados, sino que demostraría el respeto de dicha empresa o institución por la pluralidad religiosa», considera Amanda Figueras, periodista musulmana tal como han expresado desde el Foro Abraham para el diálogo interreligioso del que forma parte. «Esa concepción laicista de la neutralidad daña la libertad religiosa de las personas, que se ven obligadas a renunciar a sus creencias en el espacio público. Es una visión reduccionista que pretende recluir las creencias al espacio privado, olvidando que estas pueden aportar valores positivos a la sociedad», añade.
Y mientras Ana decide si quedarse con el velo o con el trabajo, muchas no llegan siquiera a esa disyuntiva. Porque, según denuncian las asociaciones musulmanas, llevar el velo es por si mismo un motivo de criba en las selecciones de personal. «Conozco a chicas a las que en las entrevistas de trabajo las han descartado por presentarse con la cabeza cubierta con un hiyab. A algunas incluso les han dicho abiertamente que el motivo era que llevaban velo», afirma.
«El problema en este caso es que muchas veces no existe una prueba formal que poder presentar ante las autoridades. ¿Cómo saber si el 95% de las empresas que ni siquiera leen mi currículo no lo hacen porque mi foto es lo primero que ven y en ella salgo con el velo? No hay manera de demostrarlo. Y quizás no nos creen cuando lo comentamos… Es habitual que ante este tipo de denuncias se nos acuse de ir de víctimas. Y eso que las encuestas demuestran que los musulmanes somos mal vistos por el 42% de la población en España«.