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Mujer, Vida, Libertad puede considerarse uno de los mayores movimientos sociales modernos en Irán. No se inspiró principalmente en raíces económicas, de clase, ideológicas, ni en un liderazgo específico. En cambio, se trató de un movimiento diverso, con objetivos claros, que planteó demandas disruptivas como la libertad de elección sobre el uso del velo, la eliminación de la discriminación y el rechazo al sistema gobernante.
Por primera vez Mujer, Vida, Libertad emergió como supramovimiento que no se apoya en las instituciones y bases tradicionales conocidas. Presentó discursos modernos, democráticos, de apoyo a los derechos de las mujeres y contra la discriminación.
Exhibió los valores de una generación joven que desafía las normas tradicionales, religiosas, patriarcales, discriminatorias y autoritarias. Al mismo tiempo, se mantuvo independiente de los discursos autoritarios e ideológicos tradicionales, sin buscar adaptarse a ninguno de ellos. Esta independencia y frescura en su enfoque fueron, quizás, una de las principales razones de la sorpresa cuando emergió, no solo del gobierno, sino también de una parte significativa de la oposición.
Aunque la represión violenta por parte del gobierno impidió su expansión a nivel masivo, la persistencia de las protestas callejeras durante los meses posteriores a su inicio, y su transición hacia la desobediencia civil convirtieron este movimiento en uno de los más arraigados en Irán. Y sucedió a pesar de las suspensiones universitarias, los disparos a los ojos de las chicas, las ejecuciones, las multas, las detenciones, la represión en las calles por la policía de moralidad y las heridas de cientos de jóvenes como Arezoo Badri y Nafas Hajisharif, y la muerte de Armita Geravand.
Al igual que el movimiento de Mayo de 1968 en Francia, ha tenido grandes repercusiones políticas y culturales, logrando también la admiración y el apoyo de la comunidad internacional.
Más allá de la represión
La idea de que el gobierno, a pesar de haber logrado sofocar las protestas en las calles, ha quebrantado la voluntad del pueblo por el cambio, está lejos de la realidad. Los logros éticos y culturales de este movimiento son irreversibles.
Mujer, Vida, Libertad ya no es solo un eslogan, sino una forma de ver el mundo, una manera de entenderse a sí mismo, al otro y la sociedad
Muchos hombres que hasta hace poco se consideraban dueños de las mujeres han visto en las protestas tras la muerte de Mahsa Amini, justo hace dos años, cómo se unían sus esposas, madres y hermanas alzando su voz a pesar de la represión. Por tanto, Mujer, Vida, Libertad ya no es solo un eslogan, sino una forma de ver el mundo y un estilo de vida, una manera de entenderse a uno mismo, al otro y a la sociedad.
Otra de las características y logros de Mujer, Vida, Libertad es la profunda transformación de valores que ha tenido lugar en el tejido de la sociedad iraní. Los ciudadanos de Irán, especialmente las mujeres y los jóvenes, han alcanzado un nuevo nivel de conciencia sobre su propia libertad. Esta transformación ha cuestionado por completo el apartheid de género y religioso de la República Islámica de Irán.
El papel de la diáspora
La activación de la diáspora en este movimiento ha sido fundamental. Tras años de divisiones, se superaron muchas diferencias y la diáspora, a través de manifestaciones en diversos rincones del mundo, logró reunir a decenas de miles de personas. Los activistas de derechos humanos en el extranjero amplificaron la voz del pueblo dentro de Irán, llevándola a todos los rincones del mundo.
En las últimas cuatro décadas, la lucha de las mujeres en Irán había tomado formas individuales y dispersas o se habían limitado a la acción académica y de las organizaciones no gubernamentales. Sin embargo, por primera vez en el siglo actual, no solo adquirió la forma de un movimiento, sino que se convirtió en el eje central y el motor de un levantamiento político. Estas demandas se vincularon con la necesidad de derrocar al sistema político actual, atrayendo a otros sectores de la sociedad bajo el paraguas de sus protestas.
La muerte de Mahsa Amini
En medio de este intenso período, el asesinato de Mahsa Amini, una joven que perdió la vida bajo custodia de la policía de la moral el 16 de septiembre de 2022 tras ser arrestada por llevar mal puesto el velo, se convirtió en el momento crucial que conectó años de protestas y resistencia persistente en la sociedad iraní. Este suceso reveló una realidad fundamental: el velo obligatorio es el emblema ideológico de la República Islámica, un sistema que impone, a través de la censura y la represión generalizada, la obediencia a leyes discriminatorias y violentas en todos los aspectos de la vida privada y pública.
Esta conciencia se manifestó en el lema universal «Mujer, Vida, Libertad», cuyas palabras juntas proyectan una visión de liberación. En la República Islámica, la subordinación de las mujeres y la represión de la identidad de género forman la base de una pirámide de poder en cuyo vértice se encuentra el Líder Supremo, quien convierte a la nación en un pueblo privado de libertad y derechos humanos. El sistema de hijab y el gobierno represivo están intrínsecamente vinculados; para millones de iraníes, recuperar una vida humana solo es posible liberándose del yugo de este sistema.
Símbolos de la revolución
Muchos observadores han comentado sobre la naturaleza simbólica y estética de las recientes protestas en Irán. Lo que comenzó el 27 de diciembre de 2017 en la calle Enqelab (curiosamente en persa quiere decir «revolución») con Vida Movahedi quitándose el velo, luego dio lugar al movimiento de las Chicas de la Calle de Engelab, que se ha convertido en una norma generalizada entre las mujeres manifestantes en el reciente levantamiento. Estas mujeres no solo se quitaron los velos, sino que los quemaron, bailaron con el cabello suelto junto a los hombres alrededor de las hogueras y cantaron para transformar la alegría en un grito de revolución.
Las estudiantes desafiaron los comedores segregados por género en las universidades, uniéndose a sus compañeros en los espacios reservados para hombres. Esto recuerda a todos los movimientos civiles que se han alzado contra la opresión y la discriminación. Por ejemplo, Estados Unidos en la década de 1960 fue testigo de un movimiento civil revolucionario que rechazaba la subyugación de los afroamericanos en la vida pública donde se sentaban deliberadamente en asientos de autobuses donde no se les permitía y entraban en bares que tenían letreros que decían: «No se permiten perros ni negros».
Las protestas de los afroamericanos fueron cotidianas, persistentes y abarcaron todos los ámbitos porque, especialmente los jóvenes, eran conscientes de sus derechos. Al considerarse merecedores de esos derechos, establecieron sus propios valores, normas y prácticas que se oponían directamente a las instituciones oficiales y dominantes. Lo que los manifestantes consideraban «vida normal» era visto como «anormal» por los gobernantes. Dos tipos de comportamientos y normas sociales, basados en dos sistemas de valores y culturas, estaban en confrontación directa. Hoy, Irán también experimenta esta dualidad: la cultura oficial-religiosa frente a la cultura laica y de protesta a gran escala entre la población.
El talón de Aquiles
Este movimiento no pudo establecer, desde el principio, un vínculo sólido con las protestas laborales y de clase de trabajadores y docentes, debido a la falta de demandas económicas. Quizás por esta razón, excepto en Kurdistán, no se produjeron huelgas políticas a gran escala.
Las huelgas son una de las palancas de presión junto con las protestas callejeras que pueden hacer retroceder y paralizar a los gobiernos. Sin embargo, este movimiento careció de la capacidad para generar huelgas generalizadas.
Además, el movimiento no logró convencer al «sector gris» para que se uniera a las manifestaciones en las calles. Este grupo, a pesar de su simpatía emocional y psicológica con el movimiento, no participó debido a preocupaciones contrarrevolucionarias derivadas de la amarga experiencia de la Revolución de 1979, un cierto conservadurismo, un miedo realista a un futuro incierto, o sus lazos económicos y culturales con el régimen y la brecha generacional.
Quizás el temor a repetir la experiencia de la Revolución de 1979, el riesgo de una guerra civil o la sirianización de Irán. en caso de colapso de su régimen, y el discurso de seguridad promovido por el gobierno, así como la capacidad del régimen para reprimir brutalmente las protestas, causaron miedo, duda e inacción en una gran parte de la sociedad.
La resistencia de los jóvenes y las mujeres, quienes cuestionan las normas conservadoras, sugiere que el movimiento sigue desafiando la estructura de poder en Irán
En resumen, Mujer, Vida, Libertad tiene raíces profundas en la sociedad. Incluso bajo represión, estos movimientos cambian de forma y, cuando las condiciones lo permiten, liberan su energía potencial. En medio de la represión, el movimiento recupera fuerzas y continúa su lucha con más vigor y un discurso más claro hacia un sistema democrático, secular, inclusivo, sin discriminación de género o étnica, y basado en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Incluso los agentes de seguridad del régimen han reconocido la existencia de condiciones objetivas y revolucionarias en la sociedad iraní y el riesgo de colapso.
En el diario estatal Etemad, Ali Rabiei (ex funcionario del Ministerio de Inteligencia) escribió: «Las encuestas, estudios y evidencias conductuales indican que, a pesar del declive de las manifestaciones físicas del movimiento, su capacidad mental persiste, y las mujeres continúan en su camino de desobediencia».
Parece que lo que ha ocurrido hoy en las calles es el renacimiento que sociólogos e investigadores habían predicho previamente. La resistencia de los jóvenes y las mujeres, quienes cuestionan las normas conservadoras, sugiere que el movimiento Mujer, Vida, Libertad sigue evolucionando y desafiando continuamente la estructura de poder en Irán, en demanda de una sociedad más inclusiva y más justa.
A pesar de los desafíos significativos que enfrenta, incluida la represión violenta y la falta de apoyo de ciertos sectores, este movimiento ha logrado despertar una conciencia colectiva y global en torno a los derechos de las mujeres y la igualdad de género. Su impacto ético, cultural y social ya es irreversible y su legado promete influir en las generaciones venideras, tanto dentro como fuera de Irán.
Ryma Sheermohammadi es activista e intérprete. Aquí puedes leer los artículos que ha publicado en El Independiente.