Críticos y defensores de la reforma muestran sus temores ante la falta de información
La reforma de la Ley de Libertad Religiosa es inminente: el ministro de Justicia, Francisco Caamaño, ya ha hablado de ello en varias ocasiones y parece que el nuevo texto ya estaría incluso gestándose. Pero, ¿servirá esta nueva norma para consolidar la aconfesionalidad del Estado que marca la Constitución? Lo cierto es que se sabe muy poco de cómo será esta nueva ley y cuáles serán sus contenidos, lo que ha llevado a que el Ejecutivo reciba críticas de todos los sectores: de los católicos porque ven peligrar sus privilegios, de los laicistas porque consideran que la Iglesia seguirá teniendo un papel central y temen que el debate sobre esta materia se quede sólo en puntos superficiales como la polémica de la aparición de crucifijos en lugares públicos.
El artículo 16 de la Constitución garantiza la “libertad ideológica religiosa y de culto” de todos los ciudadanos, y marca que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”; pero ese mismo punto señala que se mantendrán relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones. A este último punto se aferran quienes apoyan, por ejemplo, que se mantengan los símbolos religiosos en lugares públicos o los privilegios que actualmente tiene la Iglesia gracias a los concordatos con la Santa Sede aprobados en 1979, hace ya 30 años.
"Confesionalidad encubierta"
Con el debate sobre la idoneidad de esos símbolos y de otros puntos que podrían ser contradictorios con la aconfesionalidad del Estado, partidarios y detractores de la reforma de la Ley de Libertad Religiosa, que data de 1980, se preguntan si esa modificación servirá realmente para romper con la senda del catolicismo impuesto durante la dictadura y del que todavía parecen quedar muchos vestigios en la vida pública. Un reportaje publicado por el diario El País recuerda que la “confesionalidad encubierta” que en muchos casos mantiene aún nuestro país necesitaría de esa nueva ley que, aunque tiene muchos partidarios, tiene también detractores.
Falta de información
Y es que muchos de los que en principio se posicionan a favor de la modificación, se muestran reticentes ante la falta de información sobre el nuevo texto, del que no se sabe apenas nada. Ante este silencio surge el temor a que el debate sobre la aconfesionalidad quede tapado por la disputa ruidosa sobre los símbolos religiosos.
"Un acto de prepotencia"
La Iglesia católica, la mayoritaria en el país, que opina que es “un acto de prepotencia” el mero planteamiento de una remodelación de la norma, también se queja de la “falta de información” que hay al respecto, incluso reconociendo que la ley no les afectará “en absoluto”, ya que están amparados por los mencionados concordatos. Aún así, no han dudado en entrar de lleno en los múltiples debates sobre los crucifijos que ha habido en los últimos meses, acusando a quienes han pedido su retirada de lugares públicos de padecer “cristofobia” o de sentir un “anticlericalismo rancio”.
"Destruir España o cerrar los ojos"
El cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, ha llegado a advertir de que “si la reforma implica que los católicos no pudieran jurar sus cargos ante un crucifijo, no sería aceptable”. “El crucifijo pertenece a la cultura y a la historia de España. Siempre hay minorías que se ofenden por todo, pero la presencia del crucifijo es masiva en todos los pueblos, así que o se destruye España para quitarlos o cierran los ojos”, destacó también.
Lo público y lo laico
Otros, como el arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián, consideran que cambiar esta ley de hace casi 30 años forma parte del “laicismo intransigente” del Gobierno de Zapatero. En su opinión, es un error de “los partidos y asociaciones de izquierda” pensar que “lo público tiene que ser laico”.
Novedades en otoño
En cualquier caso, habrá que esperar para saber si la reforma de la Ley de Libertad Religiosa supone o no un verdadero cambio en la manera de interpretar la aconfesionalidad marcada por la Constitución. Probablemente este otoño comenzarán a conocerse pinceladas más concretas del nuevo texto legislativo.