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«Striptease» total en el Valle de los Caídos

Se abre el telón y aparecen unos alborozados niños en chándal jugando al frontón en los muros del Valle de los Caídos. Jiji, jaja. Acaba el recreo y vuelven a las clases. Al internado, con los frailes, los guardianes espirituales de la tumba de Francisco Franco. Se cierra el telón. ¿De qué género es la película? ¿Bucólico pastoril? ¿Religioso? ¿Político? ¿Pedagógico? ¿Místico? ¿Dramático? ¿Propagandístico? ¿Terror? Respuesta: A la sombra de la cruz, dirigido por Alessandro Pugno, es todo eso y mucho más. Tras pasar por festivales brasileños e italianos, este sábado se estrena por fin en España. De la mano del festival Punto de Vista, prestigiosa muestra de documentales que arrancó ayer en Pamplona. No ha sido fácil llegar hasta aquí.

Las tribulaciones de este histórico documental arrancan con un joven director italiano tocando puertas españolas. Toc toc, ¿quién es?, Alessandro Pugno. Respuesta invariable: “Vuelta usted mañana”.  TVE, el Festival de San Sebastián y el ministerio de Cultura dieron largas a Pugno, que sí encontró el respaldo de la productora familiar de Carlos Saura. Lo que traía entre manos era una patata demasiado caliente: rodar la vida cotidiana en el interior Valle de los Caídos, la convivencia pedagógica entre los frailes de la abadía y los chiquillos del internado. Es decir, una película sobre lo nunca antes visto ni filmado. ¡Qué morbo y qué curiosidad malsana poder mirar por el ojo de la cerradura del Valle de los Caídos!

Alessandro Pugno (Monferrato, 1983), tenía 26 años cuando, durante una visita a El Escorial, se topó con el Valle de los Caídos y comprobó con sorpresa que bajo su cruz no sólo se cobijaba la tumba de Franco (y la de 35.000 víctimas de la Guerra Civil), sino también una abadía benedictina y una escolanía. Una veintena de frailes y medio centenar de niños de 8 a 14 años conviviendo pedagógicamente en un internado abierto desde 1958. Los niños cantan en las celebraciones litúrgicas y los frailes les dan clases de primaria, secundaria y música. ¿Cómo sería su día a día? ¿Se podría filmar?, se preguntó Pugno. Su juventud, con su típica mezcla de energía, ingenuidad y osadía,  hizo el resto: tras mucha insistencia, logró convencer a los frailes de la abadía. “Simplemente les dije que quería filmar sus vidas y las de los niños, sin hacer mayores comentarios, con transparencia absoluta. Lo que hicieran sería lo que saldría en pantalla. Sin retoques. Ni más ni menos”, explica a El Confidencial.

Suspender el juicio ideológico y filmar los hechos

La pregunta caía por su propio peso: ¿Por qué tras toda una vida rechazando propuestas similares los frailes dijeron que sí a un imberbe italiano? Pugno teoriza: “Creo que por dos motivos: Porque soy joven, no viví el franquismo, y porque soy italiano. Todos los españoles tienen una opinión formada sobre este lugar. Todos están muy a favor o muy en contra. Quise suspender el juicio ideológico y filmar los hechos”, aclara.

Más complicado fue convencer a Patrimonio Nacional. Frailes y Estado comparten la ‘jurisdicción’ de las instalaciones del Valle de los Caídos. Cuando Pugno emprendió sus gestiones, Patrimonio dependía todavía de la vicepresidencia del Gobierno de Zapatero. Tras meses y meses de  “vuelva usted mañana”, consiguió también su permiso y comenzó a rodar en el interior de un “símbolo tanto de una idea de catolicismo como de una visión política de la sociedad”, razona.

Pugno no sólo logró rodar lo que ocurría dentro, sino que entró literalmente hasta la cocina: misas, rezos, cantos, comidas, clases y hasta sesiones individuales de asesoramiento espiritual. La película mezcla exteriores (los juegos de los niños con cruz y montañas nevadas al fondo) e interiores. La cámara refleja con cierta fascinación la sobriedad de la liturgia católica, los cantos celestiales y el ambiente de recogimiento. El éxtasis religioso, vaya, pero también, ay, el discurso. Y ahí empiezan los problemas… ¡A los propios frailes les incomodó su propio discurso tras ver el filme! “Lo recibieron con ambigüedad. Les gustaron algunas escenas –los rituales, las masivas misas al aire libre–, pero no las secuencias de las clases. Tenían muchas dudas sobre cómo se reflejaba en pantalla la educación de los niños. Temían que se interpretara como adoctrinamiento”, recuerda Pugno.

Pero si a los religiosos les provocó inquietud escucharse en pantalla, cabría pensar que al espectador del otro espectro ideológico le pueda generar desasosiego (por utilizar un eufemismo). Repasemos las escenas.    

Clase 1 del fraile/profesor a sus alumnos: “Platón es un gran filósofo de la antigüedad, pero él destruye la familia. En el Estado de Platón los padres y los hijos no se conocen entre sí y el Estado, que lo es todo, domina la educación de los niños. Y esto en el siglo XX se ha retomado en sus formas más extremas. ¿A ver si se os ocurre dónde?”. Resumen de la respuesta del profesor a su propia pregunta retórica: en sistemas totalitarios como Rusia, la Alemania nazi, Camboya y China. Pero también… en la España del siglo XXI.

Charla 2: “Vosotros habéis oído hablar del calentamiento global, ¿verdad? Se oye hablar mucho de eso, ¿verdad? Y hace unos días hemos pasado bastante frío… Hace poco también han descubierto que un científico que hablaba del cambio climático estaba exagerando los datos (…) También nos han asustado mucho con eso de la gripe A, ¿verdad? ¿Y al final qué ha pasado? Nada, ¿verdad? Mucho menos de lo que decían. ¿Qué pasa? Que el mundo actual habla del calentamiento global, pero hay frío en las almas. El mundo actual está construido muchas veces sobre mentiras y falacias. Se miente a la gente y si se la tiene asustada, mejor, así se olvidan de que hay otros problemas reales. Que hay cuatro millones de parados en España [legislatura de Zapatero]. ¿Qué el planeta se calienta? A lo largo de los siglos ha habido periodos de calentamiento y enfriamiento. El ser humano puede influir un poco en ello, pero no tanto como se pretende…”.

Escuchado el sermón, volvamos a la dudas de los religiosos sobre la conveniencia de mostrar estas imágenes. “Les dije que no había manipulación alguna por mi parte, más allá de la selección de escenas para la película: elegí los momentos que me parecieron más simbólicos”, razona Pugno. “La paradoja es que justo en esas dos escenas, las de las clases, el tiempo del discurso se ajusta totalmente al tiempo fílmico. No hay corte ni edición alguna. Son las más transparentes de todo el filme”, añade.

Más que el contenido ideológico del discurso en sí, a Pugno le interesa su forma y su eficacia persuasiva: “No son diálogos sino monólogos. De una institución frente a unos niños”. Lo que nos lleva al tema de la ambigüedad política de su documental: “No quería hacer una película sobre las dos versiones del Valle de los Caídos, a favor y en contra, porque iba a derivar en un debate ideológico que no me parece interesante. Pensé que el discurso de los frailes hablaba por sí mismo. Aposté por reflejarlo con una mirada transparente. Dejarles hablar con total libertad. Y que el público juzgara. Yo no soy católico pero tampoco anticatólico. Estudié filosofía y diría que soy espiritualmente activo. No comparto las tesis de los frailes, pero me parece interesante mostrarlas. No partí con prejuicios”.

Se cierra el círculo y el telón. Esta falta de prejuicios podría explicar por qué TVE y el Festival de San Sebastián no apostaran por la película. “Creo que no sabían por dónde cogerla”, zanja.

El Valle de los Caídos es el telón de fondo de la película de Alessando Pugno. (Efe)

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