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Sombrero, botones y cofia

Los menonitas no hacen el servicio militar ni pagan a la seguridad social Viven al margen del mundanal ruido, viajan en carricoches y cultivan con viejos arados

Si Floyd Landis hubiera sido un buen menonita no habría ganado el Tour. Pero Landis es un ex menonita y por eso puede ir en una bici con pedales y con llantas de goma, y ver la televisión y decir claramente que quiere ganar. Landis creció en los campos agrícolas de Farmersville, la ciudad de los granjeros, en el condado de Lancaster, estado de Pennsilvania. Allí se concentra la mayor comunidad religiosa de amish y menonitas, gentes procedentes principalmente del norte de Europa. Rodeados de Burgers Kings y otros símbolos del capitalismo norteamericano, estas dos comunidades viven al margen del mundanal ruido, cultivando la tierra con arados tirados por caballos, viajando en carricoches, vistiendo como monjas y monjes, y renunciando a cualquier pompa.

Las raíces religiosas de los menonitas proceden del movimiento anabaptista que emergió en Suiza en 1525. Los anabaptistas eran una escisión radical de la Reforma Protestante de la época. Sus miembros se rigen por el Nuevo Testamento, y se bautizan unos a otros. Anabaptismo significa dos veces bautizado: al bautizo católico del nacimiento se le añade el bautizo entre adultos. Al uso de la época, la Iglesia Católica castigó esta práctica con la pena de muerte. Ejecutados, torturados o perseguidos, los anabaptistas se refugiaron en el medio rural, y así se convirtieron en agricultores y ganaderos, actividades en las que siguen destacando hoy en los pueblos que vieron crecer al ganador del Tour. En 1693 los anabaptistas se pelearon por el tema de la comunión y el lavado de los pies, que es una buena causa. Por un lado se fueron los partidarios del alsaciano Jacob Amman, los Amish, y por otro los partidarios del holandés Menno Simons, los menonitas. Tanto unos como otros comenzaron a llegar a Estados Unidos a principios de 1900. Aunque se dispersaron por varios estados, hoy nacen (a siete hijos por familia) y prosperan alrededor de Lancaster.

La educación menonita se ve en Landis, cuando dice cosas como que el "equipo es lo importante" o insiste en el valor del esfuerzo permanente, aun sin esperar recompensa. La frase bíblica que más se ajusta a la idiosincrasia de la comunidad menonita es "por sus frutos los reconoceréis" (Mateo 7:20). No les gusta predicar, aborrecen el individualismo y el proselitismo. Lo importante es la comunidad, el ayudarse unos a otros, no destacar sobre el vecindario. La sencillez, la humildad y la simplicidad de la vida son algunas de sus señas de identidad.

Procedentes de Holanda y otros lugares del Norte de Europa, los menonitas y amish de Lancaster mantienen el alemán como su lengua de identidad; pero tienen sus diferencias religiosas. A simple vista, la comunidad menonita parece más transigente con la modernidad, aunque hay distintas ramas religiosas. Sus mujeres, a diferencia de las amish, se permiten vestir de granate y azul marino, incluso algunas con estampados de flores. Por supuesto, no se maquillan, no van a la peluquería y la cofia es la mayor coquetería que se permiten. A diferencia de los hombres amish, los menonitas no se dejan obligatoriamente la barba, pero sí sombrero de fieltro, incluso se permiten camisas con botones. Tampoco algunos grupos menonitas reniegan de conducir automóviles, de la electricidad o de ir a la Universidad, actitudes que en entre los vecinos amish les acarrearía la marginación.

Las dos comunidades renuncian a ir a la Guerra y a servir al Ejército de Estados Unidos. También renuncian a cualquier representación política o administrativa. Paz y amor es su regla máxima y en ello no se incluye ni el servicio militar ni los pleitos judiciales. Pagan impuestos, pero no a la Seguridad Social. Amish y menonitas tienen sus programas de asistencia.

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