Las religiones; como es la católica, mayoritaria en España, según las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas, 67,6 %, pregunta 32; suelen contener preceptos que tratan; además de considerar «un más allá» idílico; que el comportamiento de sus adeptos se adecue; tanto consigo mismo, como en sus relaciones con los demás, a su consecución cuando dejemos este «valle de lágrimas», que, en buena medida, lo sería menos, si todos tuviéramos más sentido de la responsabilidad y de la empatía.
Habría que cuestionarse hasta qué punto, hasta que medida, las creencias espirituales, las teorías filosóficas en que la mayoría de ellas se basan, las debidas y supuestas enseñanzas recibidas en los domicilios y centros escolares, han servido de utilidad a la mejora del proceder humano, su objetivo fundamental; cuestionándose, la madurez, vocación y preparación de quienes voluntariamente han procreado y profesado para inculcarlas en las generaciones posteriores; pues la realidad, con más frecuencia de la deseada, y los medios de comunicación, exponen casos de violencia de todo tipo, en casi todos los ambientes, y en todas las edades; lo que cuestiona el cumplimiento del deber de progenitores y docentes, como de aquellos que tienen ascendencia sobre colectivos y organizaciones.
Comprendemos, que en estos tiempos que nos ha tocado «lidiar», el hablar y procurar de obediencia, encaminada a la consecución de objetivos benéficos para la persona y el colectivo donde se inserta, debidamente justificada, motivada y comunicada, de forma y manera, que convenza a sus destinatarios de la necesidad de su observancia, para alcanzar su propio bien y el de la sociedad de la que forman parte y a la que se deben; es de «fascistas»; que lo más «guay» y, no nos engañemos, lo más cómodo y simpático, es que cada uno haga lo que le dé la gana; lo que, además, conseguiremos «excelente puntuación» en las evaluaciones que los discentes universitarios hacen del profesorado?.¡paisanaje y demagogia¡.
Por todo ello, sorprende, la existencia de ciertas manifestaciones exteriores, en la vía pública, en un estado laico, de cientos de seguidores, supuestamente observantes en su vida personal, profesional y ciudadana, de la normativa de la creencia que con ellas se corresponde; y que tiene como norte y guía «el amaros los unos a los otros»; pues si así se cumpliera tendríamos una comunidad más benéfica, más solidaria, más respetuosa, más educada, más llevadera, más civilizada, más cumplidora con el «César», más empática, menos cotilla, más trabajadora, más responsable, etc, etc etc.
La adecuada convivencia; imprescindible para conseguir una sociedad habitable, desarrollada y justa; requiere y exige, nada más y nada menos, que la consideración de la dignidad propia y ajena, y actuar en consecuencia; y que, salvo mejor opinión debidamente fundamentada, es bastante mejorable, a cuyo logro debieran contribuir quienes tienen obligaciones paterno-filiales, educativas, políticas, organizacionales, etc.
Marcelino de Zamora
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