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Sobre la religión y la masonería española en el XIX · por Eduardo Montagut

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

La cuestión de la relación entre la masonería y la religión ha sido muy compleja, y especialmente conflictiva en la Historia contemporánea de España. En este apunte queremos reflejar lo que una de las principales obediencias masónicas históricas españolas especificaba sobre la masonería “en sus relaciones con la religión”. Y nos fijaremos en su Constitución General de la masonería simbólica española que practica el rito escocés antiguo y aceptado del año 1884.

Se aceptarían como masones a quienes practicasen lo que se consideraban “sagrados deberes de la humanidad” y estuvieran alejados del fanatismo y la intransigencia

En la Constitución se planteaba un verdadero alegato por la tolerancia, al afirmar que los masones de cualquier país, fuera la creencia religiosa que profesasen eran miembros de la “Gran Familia”, como una era la especie y el planeta en el que habitaban. Por eso, el masón debía respetar las creencias de todos los hombres, y a no obrar nunca contra lo que le dictase la conciencia. Además, al juzgar los errores y debilidades del género humano debía guiarle un espíritu para corregir y no de censura o castigo. Se insistía en la virtud de la tolerancia y en el ejemplo de la propia conducta.

De todo esto se deduciría que todo hombre, cualquiera que fuese su religión podía pertenecer a la Orden masónica si reconocía como principio generador y juez supremo al Gran Arquitecto del Universo. Pero eso no parecía que significase adoración al mismo porque sería imposible rendir un doble culto. En realidad, nada se dice de adorar, sino de reconocer una especie de principio generador.

El masón debía respetar las creencias de todos los hombres, y a no obrar nunca contra lo que le dictase la conciencia

Pero, además, se aceptarían como masones a quienes practicasen lo que se consideraban “sagrados deberes de la humanidad” y estuvieran alejados del fanatismo y la intransigencia.

En conclusión: tolerancia religiosa y tolerancia, en general, pero sin connotaciones de superioridad moral, y evitando caer en el fanatismo y la intransigencia.

Un nuevo material para la reflexión.

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