“Hay dos tipos de Yo: el que es lo que es y el que es lo que tiene. Quien es lo que es no odia. Mozart no aborrece, porque nadie puede impedirle ser Mozart. Diego Rivera mientras más pinta es más Diego. Sólo detesta quien confunde su Yo con lo que posee.
Rockefeller sin dinero es menos que nada. Por eso su único acto memorable fue destruir un mural de Rivera”. Luís Britto García
En realidad el fanatismo es un concepto al que suele endilgársele un “apellido”. Es común hablar de fanatismo “religioso” (No se tratará sobre ese tema en este corto espacio), fanatismo “racial”, fanatismo “político”, etc. Y, casi de forma automática se identifica al fanatismo con manifestaciones de violencia. Primer error: el fanatismo es también la causa de los gritos y lloros de los adolescentes en presencia de “sus ídolos musicales” o de los extremistas asistentes a partidos de béisbol o fútbol, este último cuenta con tragedias televisadas que permiten registrar una variante violenta del fanatismo deportivo.
En algunos casos la noción de fanatismo se ha banalizado hasta el punto de llegar a confundirse con aficiones, entretenimientos o costumbres –fanáticos de los productos Light, de coleccionar figurillas, etc.- Colocando en un mismo saco las manías y las alienaciones.
El fanatismo puede tener diversos orígenes y, a mi entender, dependerá de la cultura y la historia de los pueblos la existencia de tal o cual fanatismo y la manera en que se “adopta” o se adquiere la postura del fanático. En occidente y, particularmente en Latinoamérica existe la errónea tendencia de creer que el fanatismo es netamente religioso y que además está circunscrito al medio oriente y zonas aledañas. Craso error!
Sin pretender soslayar las teorías que desde el psicoanálisis o la sociología se hayan esgrimido para darle explicación al fanatismo, existe una variable pocas veces tomada en cuenta: el aprendizaje. Partiendo de tres principios básicos; por condicionante clásico, instrumental y por aprendizaje vicario, el aprendizaje se realiza desde la más tierna infancia de forma inconsciente e involuntaria, sin que el enseñado pueda oponer resistencia a lo que se le está enseñando y sin capacidad de elección (el bautizo es un ejemplo en nuestra cultura).
El fanatismo también es aupado desde fuera imponiendo patrones de conducta en tanto que la población objeto del adoctrinamiento sea menos preparada e independiente, de allí se desprenderán temores y miedos insensatos o fobias que terminan maridando perfectamente con actitudes racistas.
El fanatizador (sea un imperio, sea un grupo de personas) cuenta siempre con la ignorancia supina del fanatizado, de allí que la tenga extremadamente fácil. Basta que prometa a su audiencia que va a conseguir algún refuerzo- beneficio-recompensa, para que consiga fanatizar a algunos seguidores (Promesas electorales). Para ello los domina y manipula con lugares comunes, estereotipos,… No se limita a hacerlo un solo día, por el contrario lo hace de forma continua y con el apoyo mediático a su alcance lo que le permite potenciar el impacto ante su público.
El fanatismo ayuda a integrarse a un grupo que acepta con suma facilidad al fanático y esta integración a un grupo, refuerza las posturas fanáticas permitiéndole al fanático ahorrar energía y tiempo dedicado al pensamiento crítico.
En Estados Unidos, el partido republicano de Texas (el de George Bush) eligió hará unos 4 años como su presidente nada más y nada menos que a dios, si, a dios. ¿Serán fanáticos o ignorantes, o ambas cosas a la vez?. En todo caso, tienen mucho dinero y hacen como Rockefeller, sólo que su mural no está en una pared, es el planeta mismo.
El fanatismo es malo en si mismo y puede ser más dañino en la medida en que se confunde con posturas ideológicas, la segunda puede llevar a lo primero, difícilmente puede ocurrir lo contrario, pues un fanático rara vez razona, el fanatismo limita la autocrítica y la libertad de pensamiento. Para evitar ser un fanático, debe procurarse la formación, incentivar la investigación, el estudio, debe democratizarse el conocimiento pues.