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Sexualidad, Religión y Política en América Latina

Sexualidad y religión, contra los pronósticos de la modernidad, son dos dimensiones cruciales para entender las políticas contemporáneas. Si la modernidad como proyecto ideológico pretendió confinar tanto a la una como a la otra (si bien de modos diversos) en la esfera privada, despolitizándolas, en realidad se produjo un proceso opuesto. Por un lado, la sexualidad se ha transformado en una dimensión indiscutible de las políticas nacionales y transnacionales trasvasando la dicotomía público/privado e inscribiendo nuevas formas de entender la democracia y la justicia. Lejos de quedar reducida al terreno de lo privado, la sexualidad se ha constituido en una de las principales dimensiones que estructuran, de manera desigual, a la población generando marginaciones y ciudadanías fallidas. La religión tampoco ha cedido a su pretendido destino que, de manera inexorable, la colocaba como el afuera de la política. Al contrario, cada vez con mayor urgencia es necesario para las ciencias sociales (re)pensar las fronteras, otrora claras e indiscutidas, entre lo religioso y lo político. En las relaciones internacionales, en las regulaciones jurídicas sobre la familia, en las políticas migratorias, en las elecciones, como en tantas otras temáticas, las religiones no sólo son una voz de los debates sino que también tienen una fuerte influencia en la toma de decisiones.

La politización tanto de la sexualidad como de lo religioso deben, en gran medida, entenderse en sus múltiples entrecruzamientos y vinculaciones. Politizar la sexualidad, rediscutir sus fronteras legales y sus regulaciones culturales implica, de manera inevitable, debatir el rol de las religiones en las sociedades contemporáneas. Lejos de replegarse, lo religioso es una dimensión crucial en la mayoría de los países y es, precisamente, el debate sobre la regulación legal y moral de la sexualidad una arena donde su presencia se vuelve más palpable. Pero también las políticas emancipatorias de la sexualidad han implicado un cambio al interior del campo religioso. La religión no es pura reactividad, e importantes actores y discursos religiosos sostienen una postura favorable a la libertad y diversidad sexual. Lo religioso obedece a un contexto determinado y si bien, algunos sectores religiosos han intensificado su defensa de una postura rígida hacia la sexualidad, como forma de sostener un control social más amplio, otros encuentran en los principios y creencias religiosas las bases para defender posturas feministas y/o favorables a la diversidad sexual.

Este artículo aborda las interacciones entre sexualidad, religión y política a través de dos objetivos que, aunque interconectados, conforman partes diferentes del trabajo. En primer lugar, se presenta una sistematización de algunos de los análisis existentes en Latinoamérica sobre las relaciones entre religión, sexualidad y política. Hablar de un marco teórico sobre la temática puede ser apresurado ya que si bien la religión, por un lado, y la sexualidad, por el otro, han crecido como áreas de investigación, sus interacciones son aún un espacio de indagación en formación. Sin embargo, a través de esta sistematización pueden advertirse algunas de las múltiples y complejas formas en que las políticas de lo sexual y las políticas de lo religioso se conectan e imbrican en América Latina. Por motivos expositivos, se identifican dos maneras de relacionar la religión, la sexualidad y la política. Un tipo de abordaje pone el acento sobre las múltiples formas en que la religión se constituye en un obstáculo principal para las definiciones plurales y diversas sobre la sexualidad. Tanto a nivel de las identidades como de las legislaciones y políticas públicas, las instituciones religiosas, en particular la Iglesia Católica, son analizadas como las principales sostenedoras del patriarcado y la heteronormatividad. El otro abordaje, rompe con la asociación de lo religioso como necesariamente represivo en  cuestiones de sexualidad e ilumina, en cambio, distintas dinámicas en las cuales lo religioso y la sexualidad entendida de manera amplia y plural pueden ser parte de un proyecto integrado. Este tipo de abordaje inscribe un vínculo político distinto en la relación sexualidad y religión. Si el primer abordaje tiende a considerar lo religioso como una fuerza patriarcal y heteronormativa, en estos estudios se evidencia que la religión, en su complejidad, heterogeneidad y dinamismo, puede ser una influencia favorable para el cambio social y legal sobre la sexualidad.

La segunda parte del artículo pretende inscribir las políticas de lo sexual en el contexto de dos giros que caracterizan a las ciencias sociales en relación con las políticas de lo religioso. En primer lugar, un giro analítico que ha implicado una vuelta a lo religioso como materia de las ciencias sociales pero superando la estrechez de teorías que, basadas en la herencia de la modernidad y del secularismo, limitaban la complejidad política de lo religioso. Ni las creencias religiosas han retrocedido ni las instituciones religiosas se han privatizado, lo que obliga a pensar la presencia de lo religioso de formas novedosas. De este modo, el artículo considera los cambios y mutaciones del activismo religioso a nivel de los actores y de los discursos en su defensa de una concepción única y dogmática de la sexualidad. Si bien las políticas de lo religioso implican a las jerarquías religiosas influenciando de manera directa a gobernadores, legisladores y jueces, es también necesario iluminar analíticamente formas alternativas (no por ello menos influyentes) mediante las que el activismo religioso obstaculiza los derechos sexuales y reproductivos (DDSSRR). El cambio de contexto que permitió que estos derechos entren a la agenda pública, ha generado también una rearticulación del activismo religioso que, sin abandonar formas tradicionales de influencia, ha logrado instaurar nuevos pliegues en las políticas de la sexualidad. En particular, se propone el concepto de politización reactiva como un instrumental analítico para captar los cambios en las políticas de lo religioso
opuestas a los derechos sexuales y reproductivos.

La segunda parte del artículo también propone repensar los vínculos entre sexualidad, religión y política tomando en cuenta el giro normativo que caracteriza las discusiones contemporáneas. Así como la teoría de la secularización, y sus múltiples dimensiones, está siendo revisada por sus limitaciones analíticas para captar la centralidad de lo religioso en las sociedades contemporáneas, también el secularismo, como una ideología, como una forma de definición de lo público y de lo político está sujeto a múltiples debates críticos. En particular, las ciencias sociales han comenzado a superar las  concepciones que limitaban lo religioso a la esfera privada, proponiendo diversos modelos normativos que amplían el espacio político de lo religioso. Mas allá del lugar que se ocupe en este debate, el dilema para las políticas emancipatorias de la sexualidad pasa por acomodar la inevitabilidad política de lo religioso (tanto fáctica como normativa) con la necesidad de profundizar la vigencia de los derechos sexuales y reproductivos.

Tanto las mutaciones del activismo religioso conservador como este giro normativo que ha complejizado las fronteras entre lo religioso y lo político, instauran un nuevo escenario para las políticas de la sexualidad. Si por años el secularismo, como ideología que construye lo religioso como el afuera de las políticas democráticas, implicó un horizonte normativo favorable para las políticas de la sexualidad, en la actualidad el desafío pasa, precisamente, por encontrar concepciones de lo público y estrategias políticas que  consideren a lo religioso como una dimensión legítima de las democracias. En particular, la última parte del artículo considera tres de los principales dilemas normativos que surgen de las interacciones entre sexualidad, religión y política cuando se considera de manera crítica al secularismo como ideología de la modernidad. Si los distintos contextos históricos implican desafíos diferentes para las políticas de la sexualidad, en las sociedades contemporáneas el desafío consiste en complejizar los marcos analíticos y las estrategias políticas para poder comprender y resistir la fuerza política de las religiones como parte legítima, al menos parcialmente, del juego democrático.

Es necesario, previo a cerrar esta introducción, una aclaración sobre el nivel de generalidad de este trabajo que, motivado por el objetivo de los diálogos regionales, se focaliza en Latinoamérica como región. Las especificidades y diferencias entre los  distintos países son los suficientemente marcadas como para desconocer que se está refiriendo a una región en gran medida imaginaria, y que cualquier generalización implica, necesariamente, un recorte de dinámicas más complejas y diversas.

Reconociendo estas limitaciones, este trabajado pretende, sin embargo, plantear algunas tendencias, así como proponer categorías analíticas y desafíos normativos que son relevantes más allá de los contextos nacionales específicos.

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