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Se acabó el menú sin cerdo

El municipio de Chalons-sur-Saône cancela comidas para judíos y musulmanes en las escuelas | Los menús sin cerdo se aprobaron hace 30 años, en sintonía con la nueva diversidad

Hace 31 años que en los comedores de las escuelas francesas los días que en el menú hay carne de cerdo, considerada impura por musulmanes y judíos, quien lo desee puede optar por un menú sin cerdo. Pues bien, ese sin cerdo, se ha acabado en la localidad de Chalon-sur Saône (centro-este), segunda ciudad de la Borgoña y con 100.000 habitantes. Y en nombre de la laicidad. 

Así lo acordó una votación del consejo municipal de esa ciudad el martes pasado, bajo la batuta de su alcalde, Gilles Platret, de Los Republicanos (antes UMP), el partido que preside Nicolas Sarkozy. La decisión entrará en vigor el día 15, con solo 7 de los 43 concejales votando en contra, los dos electos del ultraderechista Frente Nacional encantados, y una manifestación de protesta del Partido Comunista ante la sede del ayuntamiento. 

Todo eso del “con cerdo” y “sin cerdo” en los menús “hace entrar consideraciones religiosas en lugares donde no tienen lugar”, dice el alcalde Platret, que como muchos nuevos racistas franceses se acoge al concepto republicano de laicidad, para machacarlo y convertirlo en ariete contra el diferente en general y el musulmán en particular. 

La opción del menú sin cerdo” goza de un amplio consenso entre padres y educadores, explica Nicolas Besseyre, portavoz de la Liga de Derechos del Hombre en la ciudad. Con unas elecciones regionales a la vista (diciembre) y cuando Sarkozy coquetea con las posiciones del Frente Nacional para ampliar su espacio electoral por la derecha, los socialistas locales acusan al alcalde de haberse reunido con el ex presidente recientemente y de haber planeado con él este golpe de efecto. 

En los últimos meses varios ayuntamientos del país, en Perpiñán, Toulouse, Arveyres (Gironde) y Chilly-Mazarin (Essonne), han puesto en cuestión la existencia de esos menús diferenciados, mientras que un diputado centrista, Yves Jégo, propone solventar el asunto estableciendo la obligatoriedad de un menú vegetariano en las escuelas. 

El escándalo de la ciudad borgoñona no es más que un aspecto de la otoñal crónica racista-comunalista francesa que, seguramente, sería casi intrascendente si los medios de comunicación y los políticos no mostraran tanto deleite en vocearla y amplificarla. 

El 12 de septiembre hubo una manifestación ante la sede de la prefectura en Bastia (Córcega) contra la acogida de refugiados sirios. Trece días más tarde, pancartas contra los emigrantes en el estadio de fútbol de Estrasburgo. Y el sábado, estrellato de la ex ministra, candidata de Los Republicanos por la región de Meurthe-et-Moselle (nor-este, junto a Luxemburgo) y participante en las primarias de su partido para designar presidenciable, Nadine Morano. 

En un programa de televisión con más de un millón de audiencia, Morano definió a Francia como “un país judeo-cristiano y de raza blanca”, antes de añadir: “No quiero que Francia sea musulmana, porque en tal caso ya no sería Francia”. Fue el tipo de declaración que distrae hacia la obsesión confesional el debate nacional. La candidata atribuyó la cita al general de Gaulle, una cita, en cualquier caso de segunda mano, pues la menciona el escritor y ex ministro Alain Peyreffite en un libro publicado 25 años después de la muerte del general. 

En un país en el que la mayoría de los ciudadanos se declaran sin religión, y donde en ninguna parte dice que Francia sea “judeo-cristiana”, sino más bien que “los hombres nacen y son libres e iguales en derechos” o que “nadie debe ser molestado por sus opiniones religiosas, mientras éstas no colisionen con la ley” (Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, 1789), todo esto ha sido demasiado. Sarkozy ha dicho que le encanta la libertad y el debate, pero que no admite patinazos y ha excluido a la ex ministra de la candidatura regional que encabezaba. 

Mientras en algunos municipios se debate cancelar el menú sin cerdo, Francia parece necesitar un menú sin racistas en su política y sus medios de comunicación, que agitan cada día la pertenencia religiosa a falta de otra distracción mejor.

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