Desde la ley francesa de separación Iglesia y Estado de 1905, la cuestión dista de ser pacífica, a pesar de la condición “laica” que la vigente constitución establece para la República.
A comienzos del siglo XXI, bajo la presidencia de Chirac, se avivó el debate, en parte, ante la presencia cada vez más fuerte de los signos externos de la fe musulmana en la vida social. Además, los centristas querían parar el aprovechamiento de esa cuestión por la extrema derecha del Frente Nacional, que hizo bandera de la defensa de la identidad nacional: su gran avance se comprobó en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de la primavera de 2002, cuando Jean-Marie Le Pen, entonces líder de la ultraderecha, obtuvo más votos que Lionel Jospin, aunque lógicamente no consiguiera luego llegar al Elíseo.
Estos días se reabre el debate en torno a dos cuestiones: una, el fomento por parte del partido socialista de las escuelas confesionales musulmanes, mediante contrato de asociación (régimen análogo al de los conciertos españoles); otra, la proposición de ley de los radicales de izquierda –inicialmente apoyada por los socialistas, antes de retrasar la discusión parlamentaria de prohibir el uso del velo islámico en las guarderías infantiles privadas. Varios sindicatos de la educación se han apresurado a denunciar el cambio de criterio adoptado por el partido del gobierno.
Curiosamente, estos problemas –incluido el debate sobre si es necesario o no legislar sobre el uso del velo islámico en las universidades públicas coinciden en el tiempo con la sentencia del Tribunal Constitucional alemán, que deroga la prohibición de usarlo por maestras de centros públicos, vigente en algunos Estados de la República federal. Los jueces de Karlsruhe consideran que esa prohibición no se justifica con carácter general, sino sólo en caso de existir “riesgos concretos” de alterar el orden en las aulas o romper el principio de neutralidad religiosa de la escuela pública. La demanda fue presentada por dos profesoras de Renania del Norte-Westfalia. Por paradoja, en la misma sentencia, el Tribunal deroga también una directiva de ese land que da prioridad en la enseñanza a las tradiciones cristianas.
El apoyo socialista a la enseñanza musulmana privada en Francia figura en un documento del pasado 26 de febrero. Para el responsable de estas cuestiones en el partido de la izquierda radical, Pascal-Eric Lalmy, “esas propuestas son indignas de la tradición socialista defensora de la emancipación de la religión”, y constituirían “un insulto a la memoria de Alain Savary, que luchó vigorosamente para unificar la enseñanza secundaria”. En fin, “al renunciar a defender la escuela pública, el partido socialista traiciona a la República”.
No hace mucho, las autoridades académicas del distrito de París negaron la concertación a una escuela musulmana por mera razón de falta de recursos económicos. En la práctica, sólo hay tres centros confesionales bajo contrato de asociación: en Reunion, Lille y Lyon. Escolarizan a 221 alumnos de primaria y 561 en colegios y liceos (más o menos, como la ESO española). La oferta de promover nuevos establecimientos docentes se inscribiría dentro del enfoque protagonizado por las autoridades gubernativas tras los atentados de enero: reforma del Consejo Francés del Culto Musulmán, medidas para la formación de imanes dentro de Francia, reflexión sobre la construcción de mezquitas, etc.
Muchos señalan la incongruencia del proyecto de influir desde el gobierno de una República laica en la organización del culto musulmán: su propósito es asegurar que los creyentes –ha ido creciendo el número de los que tienen nacionalidad francesa por nacimiento se integren plenamente en la cultura republicana, aun sin llegar al extremo de Austria, que ha regulado legalmente el Islam en ese país.
De otra parte, no resulta fácil superar el escollo planteado por una confesión que no separa religión y política a un Estado definido constitucionalmente como laico. Pero París tampoco no llega a los extremos de Pekín, capaz de dar lecciones de budismo al mismísimo Dalai-Lama, como se leía el día 13 en Le Monde. Con ochenta años, exiliado en la India, viajero del mundo, se ha planteado la posibilidad de ser el último de su linaje, ante la voluntad del partido comunista de elegir al sucesor. Un alto funcionario oficial acaba de negar rotundamente esa eventualidad: «La decisión de mantener o eliminar la reencarnación del Dalai-Lama compete al gobierno central de China; no depende de nadie más, incluido el propio Dalai-Lama».
Se comprende que los informes internacionales sigan reflejando la disminución de la libertad religiosa en el mundo. Crecen las intervenciones de los gobiernos en temas de conciencia, pero Sancho no topa ya con la Iglesia, sino con pontífices de ciertas religiones democráticas y laicas.