En EL PAÍS de 30 de junio se publicaba un artículo de mi admirado Fernando Savater, con quien en esta ocasión no estoy de acuerdo. Él sostiene que debemos respetar el "derecho" de las mujeres a usar el burka para salir a la calle y que ese derecho es una manifestación más de la libertad de estas mujeres musulmanas. Ese mismo día EL PAÍS publica una noticia sobre un matrimonio musulmán, formado por Fatima y Mustafa, acompañado de una fotografía en la que aparecen ambos, él vestido a la occidental y ella completamente oculta bajo un burka gris con tupido velo negro.
La noticia ilustra la realidad de muchas mujeres inmigrantes musulmanas en nuestro país. Fatima no habla con el periodista porque no conoce nuestra lengua (su marido habla por ella), no sale a la calle porque teme el rechazo de la gente, en suma, no sabemos en realidad si ha decidido libremente encerrarse en el burka o si es víctima de una imposición.
Pero incluso en el caso de las mujeres que manifiestan su voluntad de usar el burka, podemos preguntarnos si son realmente libres. La socialización de estas mujeres comienza cuando son muy niñas. La presión social es muy fuerte y amenaza con graves sanciones a las que no usen determinados atuendos. La opresión adopta muchas caras. La socialización en determinados grupos (no solo musulmanes) es intensísima. En estas condiciones, hablar de libertad es, cuando menos, una quimera.
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