COMENTARIO: Como en casi todas las procesiones la presencia del autoridades, ejército, legionarios, guardias civiles, policía nacional o local,… bien como acompañantes o como "hermanos mayores" de la cofradía de turno, atentan al principio de neutralidad del Estado. Por eso desde el Observatorio de la Laicidad denunciamos esta situación.
Los primeros rayos de sol que siguieron a la lluviosa tarde de ayer alumbraron la salida de los pasos de Nuestro Padre Jesús Nazareno y del Santísimo Cristo de la Agonía camino de las catorce estaciones de un calvario en el que estuvieron acompañados de cientos de fieles y curiosos a lo largo de un peregrinaje de casi tres horas al ritmo de la banda de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, titular de las imágenes.
El Nazareno, escoltado por guardias civiles -cofrades honorarios-, partió de la iglesia que lleva su nombre minutos después de las ocho y media de la tarde con su pesada cruz al hombro portada por costaleros. La comitiva se detuvo una a una en cada estación de un Vía Crucis que tuvo su primer momento de emoción a las puertas de la iglesia de la Vera Cruz. Los cofrades, ataviados con túnica y capirotes morados, abrieron paso a la imagen hasta la misma entrada del templo, donde le esperaba la Virgen de la Dolorosa de la Vera Cruz. El encuentro, marcado por el vuelo de una paloma entre Madre e Hijo, fue contemplado con la mayor aglomeración de fieles durante el rezo del Padre Nuestro en la cuarta estación.
«Seguir a Jesús con la cruz»
La silenciosa comitiva prosiguió su lento caminar por las estrechas calles Leopoldo Cano, San Juan de Dios y Alonso Berruguete para desembocar en la iglesia de Las Angustias. De la penumbra del templo surgió a las diez menos cuarto de la fría noche la Virgen de Las Angustias. El nuevo encuentro del Nazareno, seguido metros atrás por el Cristo de la Agonía, marcó el momento más emotivo del Vía Crucis.
Era el turno del coro de Las Angustias, formado por doce mujeres y tres hombres dirigidos por Eduardo de los Ríos. Ellos entonaron la tradicional Salve Popular coreada por muchos de los asistentes en una de las procesiones más participativas de la Semana Santa vallisoletana. «No es que seamos grandes cantantes, pero hacemos lo que podemos y le ponemos mucha emoción», explicaban las protagonistas. El párroco exhortó entonces a los presentes a «pedir al Señor para que nos dé fuerzas para seguir a Jesucristo con la Cruz» antes de dar la bendición a todos los devotos que se agolpaban a esa hora, al filo de las diez de la noche, en Angustias.
El momento cumbre del Vía Crucis marcó el comienzo del fin de la procesión más multitudinaria del Miércoles Santo. La comitiva comenzó su camino de vuelta a la calle Jesús por la bajada de la Libertad, Fuente Dorada y, de nuevo, la Plaza Mayor. El párroco entonó allí el canto del himno a Nuestro Padre Jesús Nazareno en presencia de su imagen. Los costaleros, marcha atrás, devolvieron el paso a su iglesia con una precisión milimétrica. Punto y final a las catorce estaciones de un Vía Crucis respetado por la lluvia y protagonizado por el frío.