Del mismo modo, el portavoz del Episcopado, padre Martínez Camino, anteriormente vinculado a tareas doctrinales en la Congregación para la Doctrina de la Fe (versión actualizada del Santo Oficio), rechazó con destemplanza y severidad que los poderes del Estado puedan interferir en el funcionamiento de la Iglesia.
En concreto, salía al paso de la decisión de un Juzgado de Granada que ha decidido imputar al arzobispo de la diócesis granadina, el polémico monseñor Javier Martínez, tras tomar en consideración la denuncia de un sacerdote que se considera reiteradamente acosado por su arzobispo.
Para la Conferencia Episcopal está fuera de todo lugar que nadie se entrometa en los asuntos inherentes a la Iglesia y así lo proclamó el portavoz Martínez Camino. Esto es más que discutible, sobre todo cuando median cuestiones que deben sustanciar los tribunales ordinarios y rige el principio constitucional de la igualdad de todos ante la Ley.
Pero lo que no admite discusión, y clama al cielo, es que la Iglesia tenga dos varas de medir. Roza la hipocresía y compromete, una vez más, el discurso de la jerarquía católica, la conducta que sigue el semanario Alfa y Omega, editado por el Arzobispado de Madrid a cuyo frente se encuentra el cardenal Rouco y Varela. ¿Dónde se ha visto que el Episcopado se considere inmune a la jurisdicción civil, se reclame la voz de todos los católicos españoles y, al propio tiempo, actúe en alianza y concertación con los sectores que se dedican a erosionar el crédito y la legitimidad del presidente del Gobierno?
Cómo puede explicarse, si no, la reproducción en el último número de Alfa y Omega de una viñeta de La Razón haciendo escarnio y chanza de la posición que Rodríguez Zapatero mantiene frente a las víctimas del terrorismo. Algo que, mientras no se demuestre lo contrario, es de respeto, consideración y apoyo. La Iglesia, con esa conducta, no representa al conjunto de los fieles y se convierte en plataforma al servicio de una opción política.
Lo mismo podría decirse del elogioso comentario que se hace, en la misma página de Alfa y Omega, de un libelo publicado por dos periodistas resentidos y sectarios sobre Rodríguez Zapatero y su abuelo, el capitán Lozano, fusilado por los sublevados franquistas. Mentiras y patrañas que ha puesto al descubierto, con rigor y objetividad, Carlos Fonseca en el último número de Tiempo.