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Respuesta a Carlos Herrera y su artículo sobre el Observatario de la Laicidad

A don Carlos Herrera en su tienda y su burladero

Acostumbro a seleccionar bien mis fuentes de información y sólo de vez en cuando me doy un garbeo por otras para saber de qué y cómo tratan la realidad los creadores de opinión. Estos días he recalado en el blog arriba citado. Pese a que en la entrada ya se relacionaban los vocablos tienda y burladero con una posible opinión informada, seguí adelante al ver textos sobre La ira laicista y No hablar de Garzón. Directamente aludido, en cuanto miembro de Jaén Laico y solidario con el juez, por las inconmensurables tolerancia y objetividad del ahora colaborador de ABC al calificarme como sandío, inquisidor, intolerante y/o directamente tonto, me propongo responder mejorando los calificativos, la información y las razones.

Habla usted de palio, procesiones, fuerzas armadas o de seguridad, de himno y otros elementos que se entremezclan para confundir propias creencias de usted y las de una mayoría decreciente con las de la totalidad de nuestra sociedad. Parece sentir nostalgia por el palio que cubría al anterior jefe de estado por la gracia de dios. Creí en un momento que durante su época catalana había apreciado los aires europeos que llegaban de Francia. Lamento mi error.

Habla usted con medias verdades y mala intención de nuestro desacuerdo, no amargo sino razonado, con el indulto otorgado por una cofradía a un penado. Insinúa usted nuestro deseo de retrasar su liberación. Omite que la personaelegida había reincidido durante su régimen abierto poniendo en evidencia la incompetencia de la tal cofradía para intervenir con la cualificación en la reinserción de penados de quienes tienen esa función.

Habla usted mezclando procesiones (otra vez) con cabalgatas de reyes, los carnavales, el día del orgullo gay, los encierros,… para acabar autocensurándose por no entrar a la plaza. Si hubiera sido así ya tendría dibujado su mundo como el de toda la vida de dios y al que sea un españolazo como debe ser que le den morcilla.

Habla usted con el mismo rigor de algunos alcaldes del PSOE y de su disgusto si se le privara de sus procesiones. Omite que ante ellos se ha mostrado con igual o mayor claridad la inconsecuencia de mezclar la función pública y las creencias particulares.

Habla usted de arte, tradiciones, amor a la calle, de su agradecimiento a quienes huyen para dejársela toda entera para usted. Podría haber seguido hablando del turismo y del negocio en lo que parece usted muy versado según las épocas.

Habla usted de la calle y nuestra ira laicista cuando pretendemos, de manera razonada, que se cumpla simplemente lo que dice la Constitución sobre aconfesionalidad. Olvida que cada grupo tiene su lugar de reunión, algunos ciertamente cada vez menos concurridos, donde podrían consolidar sus creencias para no salir luego con ira confesional confundiendo pecado con delito o conciencia personal con responsabilidad ciudadana.

Habla usted de cómo no hablar sobre Garzón. Se desdobla, para ello de manera retórica, en esa persona de la calle ya machacada de que le hablen demasiado del juez o del tesorero del PP. Así, perdóneme esta maldad, recurriendo al argumentario del citado partido, vuelve a hablarnos del novedoso tema de la crisis y las consecuencias para los más pobres, que no para usted. ¡Qué le vamos a hacer! ¿Tendrá que rentabilizar su pluma para pagar su nidito de Miami? El caso es que escurre usted el bulto no se moja en lo que le ocurre a D. Baltasar y a nuestra judicatura. Vale de poco, que pese a errores, el magistrado haya abordado con valentía los temas más contrapuestos: ETA, GAL, narcotráfico, corrupción. Ahora conviene poner sordina a lo que en otro tiempo eran alabanzas. Eso no le conviene… ¿a quién?

Habla usted sin rubor de totalitarismo, intolerancia e inquisición. Curiosamente le ha faltado lo de sectarismo. Llegado a este punto, el tonto que escribe se censura aquello de “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces” para terciar también de cultura. Perdida la esperanza de que profundice en sus lecturas para tratar de comprender el laicismo, me atrevo a sugerirle un menor esfuerzo: vea Ágora, la película española más vista en el último año. Tal vez, ya que es tan olvidadizo de lo que ha sido el nacional catolicismo, recuerde a donde han llevado los sectarismos religiosos con la persecución de la sabiduría y de las libertades personales.

Habla, habla y habla usted desde su privilegiada tribuna o burladero, dando rienda suelta a su rancia ideología que ahora conecta más con lo que el público que está bien dispuesto a comprársela en su tienda. Escuchándole a usted dudo si mi supuesta tontura me viene dada por no adaptarme a esta sociedad mercantilizada que les va tan bien a los Berlusconi y similares, o por perseverar de lejos en la sabiduría humanista de Hypatia. Pese a todo este sandío intolerante y todo lo demás, sigue empeñado en que no crezca el número de españoles tontos, que tanto le molestamos. Para ello quedo a su disposición suponiendo que para la tarea de aprender y expresarnos -siendo o no periodistas- tomemos nota de lo que pretendía Kapuscinski cuando decía que los cínicos no sirven para ello.

Antonio Martínez Lara

Miembro del Secretariado de Andalucía Laica

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Observatorio de la ira laicista

Fantástico. Un organismo pomposamente autotitulado `Observatorio de la Laicidad´ proclamó hace unos días la inconveniencia de que en las procesiones de Semana Santa se interprete el himno nacional a la salida o entrada de las cofradías de sus templos y, asimismo, lo indebido de que en dichos desfiles procesionales participen miembros de las Fuerzas Armadas o de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Ya sé que se ha escrito largamente de este asunto en los días que median entre el Domingo de Resurrección y hoy, pero no me resisto. Los argumentos de estos sandios son de peso: el himno es de todos y los funcionarios deben evitar participar en ejercicio religioso alguno. Esta nueva Inquisición que en forma de laicismo quieren instaurar algunos sujetos va a llevar a que ni siquiera los alcaldes presidan procesión alguna. Lo que invita a pensar que lo que de verdad quieren decir –pero no se atreven– es que deberían prohibirse nazarenos, penitentes, Vírgenes bajo Palio y Misterios con Cristo andando libremente por la calle.

Por partes. El himno es de todos, y en ello es fácil que nos pongamos de acuerdo; razón por la cual yo lo pongo en mi casa cuando me dé la gana, y si lo quiero interpretar cuando mi Cofradía sale a la abarrotada calle por miles de personas, lo hago. Y no tengo que pedirle permiso a ningún observatorio de tontos. Los policías y guardias civiles que escoltan pasos lo hacen por ser devotos de esas hermandades, de forma voluntaria y en sus horas libres. Sólo faltaría que tuvieran que pedirle permiso a los profesionales de la ira laicista. Los alcaldes que toman la vara representan a la ciudad en un cortejo al que asiste la suficiente ciudadanía como para que su presencia sea exigible. Menudo disgusto le darían a algunos alcaldes del PSOE si les prohibieran vestirse el chaqué en diversas cofradías. Más: el Observatorio de la Pataleta Laicista se queja amargamente de que se concedan indultos todos los años por mediación de alguna hermandad, siendo el más conocido el que promueve Jesús el Rico en Málaga. Pues que se lo pregunten al indultado, que suele ser siempre un preso con condena menor y que a buen seguro estará encantado de que los laicistas lo quieran de por vida en prisión.

Nadie está obligado a que le gusten los actos religiosos y procesionales de Semana Santa. Conozco a no pocos sevillanos, sin ir más lejos, que huyen despavoridos a la playa, pero no conozco a muchos que pretendan prohibir a los demás que durante una semana se viva una tradición en la que se mezcla –de forma particular y en proporciones personales– la fe, el amor por las costumbres, la admiración por obras artísticas de primer orden o, sencillamente, el gusto por la calle. Son los mismos que no objetan nada cuando el carnaval toma el barrio –sin que les tenga por qué gustar un disfraz– o que no se quejan por la algarabía del Día del Orgullo Gay. Puestos a objetar, no comprendo la tardanza de estos bobos en lamentar la cabalgata de los Reyes Magos o los nacimientos que los ayuntamientos colocan en Navidad a la puerta de sus edificios. Ni entiendo cómo aún no han exigido formalmente que las fiestas de Zaragoza no sean en honor de la Virgen del Pilar, ni las de Barcelona sean por la Mercè ni las de Pamplona por San Fermín. Seguro que los corredores que le cantan al santo en la cuesta de Santo Domingo estarán encantados cuando esta alegre muchachada les llame la atención.

Cada día se hace más cierto que en España no cabe un tonto más. Como surjan cuatro o cinco más, se caen al agua. Estos pavos que, presos de un ferviente odio anticatólico no tienen reparos en hacer el ridículo y en mostrar un curioso envés totalitario propio de los peores comisariados, deben de estar hondamente contrariados por el hecho de que millones de personas hayan salido a las calles esta Semana Santa a acompañar a sus imágenes o a contemplar la belleza de una cofradía de su preferencia. Comprendo que ello los lleve a no poder sujetar su tic intolerante y a proclamar bobadas con la boca llena. Qué le vamos a hacer.

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