El tema de la separación entre religión y política se tiene que basar en el diferente objetivo de cada una de ambas disciplinas, siendo el tema de la religión las cosas supraterrenales y el tema político las cosas terrenales. Pero también la diversa índole de dichas materias impone métodos distintos, porque las cosas terrenales imponen el método científico, fundado en las posibilidades de la realidad; mientras que, por el contrario, las cosas religiosas imponen otro método, basado en la fe y la revelación, que están libres del rigor científico, porque la fe y la revelación no necesitan la demostración rigurosa de su verdad, sino, únicamente, la creencia o adhesión incondicional de la persona creyente: en religión no se necesita demostrar, sino que la persona tiene que creer.
Esta es la razón por la que, desde hace un par de Siglos, se ha sostenido con razón que el Estado debe ser laico; y que el mundo de las creencias, los apóstoles, los milagros y la fe debe circunscribirse a la esfera propiamente religiosa, lejos del mundo político.
La consecuencia de mezclar ambas esferas es que, si uno permite que los argumentos de fe sean criterios para decidir el voto en las elecciones políticas, entonces las elecciones no las va a ganar el candidato que ofrezca el mayor rigor científico en el diagnóstico y la solución de los problemas económicos, sociales y culturales de la comunidad, sino, el que consiga una mayor adhesión a su condición de ungido, de hombre de Dios, y a sus planteamientos basados en la fe y la revelación, que son criterios claramente inservibles en el plano de la política, que es el plano de lo realmente posible.
Si una parte importante de la comunidad, por su bajo nivel educativo, llega a creer que un candidato cuenta con el favor de Dios para gobernar, y con el poder de cambiar milagrosamente las cosas, ese candidato va a ser elegido, aunque seguramente su gobierno vaya a resultar desastroso, por la irrealidad de sus diagnósticos y sus soluciones.
Resumiendo, un político que no se nutra con la percepción de la realidad y con la racionalidad de los medios para tratarla, sino con planteamientos basados en el pensamiento mágico, puede ganar elecciones en una comunidad donde predomine la ignorancia y el fanatismo, pero seguramente fracasará en el gobierno.
Sin embargo, si se instrumentaliza el pensamiento mágico para ganar elecciones por parte de grupos de los partidos tradicionales, como lo hacía por ejemplo Papá Doc Duvalier en Haití, dichos grupos contarán de esa manera con un nuevo instrumento para conseguir el poder y continuar sus prácticas ilegales y corruptas.
Me parece que esto es lo que está a punto de ocurrir: la oligarquía mezquina y timorata y los viejos políticos representados sobre todo, por el partido Liberación Nacional, desacreditados a causa de sus gobiernos corruptos e ineficaces y derrotados electoralmente, han encontrado la oportunidad de regresar al poder aliándose con un candidato que, por su investidura de ‘hombre de Dios’ y su mensaje puramente emotivo, tiene posibilidades de ser electo, pero que por sí mismo carece de la aptitud de gobernar.
Ese contubernio, que haría de Fabricio un “tonto útil” al servicio de un grupo político derrotado, le ofrece a dicho grupo una ventaja inmediata: volver al poder. Pero la cosa no termina allí: Fabricio es también un tonto útil de una fuerza política subrepticia, proveniente de las iglesias neopentecostales de los EE.UU que, desde hace años planean, dirigen y financian la penetración de sus organizaciones en América Latina, y han aceptado servir a su vez, de instrumento de una política neoliberal de dominación por parte del gran capital transnacional.
Entonces, el resultado de un triunfo de Fabricio nos traerá, en un primer plano el regreso de Liberación al poder “por la puerta de la cocina”; pero en un segundo plano, oculto, nos traerá la injerencia del neoliberalismo de las trasnacionales instrumentalizado mediante la intervención de la iglesia neopentecostal.
En todo caso, tenemos que estar conscientes de que el peligro no será conjurado totalmente con una eventual derrota de Fabricio: el peligro ya está ominosamente presente, con los 14 diputados del Partido Restauración Nacional y los 17 diputados del Partido Liberación Nacional que tendencialmente se les sumarían, en apoyo de las iniciativas provenientes de las cúpulas de aquellas agrupaciones políticas.
Estamos frente a un nuevo “Caballo de Troya” que, al radicar sus bases en el pensamiento mágico, sería más peligroso, si se quiere, que el Caballo de Troya del Tratado de Libre Comercio, de ingrata recordación.
Freddy Salas Cruz es estudiante de Derecho de la UCR, Sede de Occidente.
Walter Antillon Montealegre, Abogado y Catedrático Emérito de la Universidad de Costa Rica.
_________________
*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.