Y es que, según Samuel P. Huntington, cientista político y profesor de la Universidad de Harvard, en casi todos los conflictos actuales es posible ver un componente religioso. El experto participará hoy en el seminario “El nuevo orden mundial”, organizado por Diario Financiero para celebrar su aniversario.
-¿Estamos en presencia de un choque de religiones, más que de civilizaciones?
-Desde el 11 de septiembre vemos la multiplicación e intensificación de los conflictos que ocurren en el mundo. Hay varios tipos de conflictos, pero en casi todos ellos la religión juega un papel significativo. Cuando escribí mi libro “Choque de civilizaciones” dije que la cultura de las civilizaciones tiene muchos componentes: lenguaje, historia, costumbres, instituciones y religión. Y creo que cada vez más estamos viendo que la religión se está convirtiendo en un factor más importante en la definición de la identidad de las personas, y en modelar y a menudo intensificar los conflictos entre la gente. Está ocurriendo en una gran variedad de formas, los países están redefiniendo las identidades en términos religiosos.
-¿Se trata de un fenómeno puntual o de una tendencia?
– En cierto sentido hay casi una reversión global de la tendencia a la mayor secularización que comenzó a fines del siglo XVII, y siguió en el XVIII, XIX y XX… eso está cambiando y la religión está volviendo. Hemos entrado en una nueva era de guerras religiosas, que pueden ser comparables con las guerras religiosas de fines del siglo XVI y comienzos del XVII en Europa. Estas guerras han cobrado una variedad de formas, incluyendo la guerra global de al-Qaeda contra Occidente y muchas guerras locales entre musulmanes y no musulmanes. Hay guerras dentro de estas guerras entre diferentes grupos religiosos, como chiítas y sunitas. Y obviamente la invasión estadounidense en Afganistán e Irak, lo que es claramente visto en el mundo musulmán como un ataque al Islam. Invadimos dos países musulmanes.
-Esta búsqueda de identidad a través de la religión, ¿es una reacción contra la globalización?
-En parte lo es… y creo que quizás es una reacción más amplia a una migración generalizada. En muchos países, países en vías de desarrollo, la gente deja sus pueblos en el campo y se muda a las ciudades, tratan de conseguir trabajo en la economía moderna. Y hay altos niveles de desempleo en muchos países. Estas personas están en un nuevo ambiente y buscan en la religión una guía moral, un apoyo social… ayuda en una variedad de formas. Cuando estuve en Chile el año pasado la gente decía que eso es lo que ocurría aquí con la expansión del protestantismo evangélico y ocurre también en otros países de Latinoamérica. Así que creo que es parte de un movimiento generalizado.
-Esto es más visible en los inmigrantes europeos…
-Sí. Bueno, en Europa hay un gran problema con la inmigración musulmana, que levanta una serie de temas respecto de la identidad europea. Países como Francia y Alemania y otros están batallando con esta “invasión musulmana pacífica” que enfrentan. Un ejemplo es la discusión de si las niñas musulmanas pueden o no cubrir su cabeza con pañuelos en la escuela en Francia o si las profesoras musulmanas pueden usarlos en la sala de clases en Alemania, o el escándalo que se desató en Italia cuando un profesor retiró el crucifijo que hay en todas las salas de clase para no ofender a sus alumnos musulmanes…
Los musulmanes tienden generalmente a intensificar su cultura y religión. Viven en grandes números y en enclaves aislados con otros musulmanes así que conservan su lenguaje. Y los países europeos no tienen una gran experiencia con esta inmigración de gente con diferentes religiones.
Los atentados y la guerra
-¿Fueron los atentados del 11 de septiembre de 2001 el comienzo del choque de civilizaciones que planteó hace diez años?
-Bueno, eso depende de cómo se defina choque de civilizaciones. Lo que argumenté en mi libro, publicado en 1996, y en mi artículo previo que se publicó en 1993, fue que la cultura iba a reemplazar a las ideologías políticas y que las diferencias entre las civilizaciones iban a ser políticamente importantes. Los países que comparten diferentes culturas tendrían relaciones más difíciles con otros países. No siempre es verdad, por supuesto, pero la tendencia va en esa dirección. Ciertamente lo que pasó el 11 de septiembre, trágica y desafortunadamente validó este argumento. Pero no es lo único. Después que mi libro fuera escrito comenzó la segunda intifada, está la renovación de la guerra en Chechenia, la explosión de armas nucleares por India y Pakistán, y dos años atrás la confrontación por Cachemira, y la actividad terrorista allí. Así que en una variedad de formas vemos la complejidad que está asumiendo y crece en intensidad.
-Cuando planteó ese choque, ¿pensó que podía convertirse en una guerra declarada?
-En mi libro no descarté la posibilidad de guerras… dije que había un gran peligro y que algunos de los conflictos locales podían volverse guerras entre países con diferentes civilizaciones. Estamos viendo que eso ha escalado a una guerra mayor. La extensión de la invasión estadounidense en Irak ha puesto al mundo musulmán contra Estados Unidos, porque invadimos un país musulmán.
-Habla de Afganistán e Irak, pero no del problema palestino, con el que muchos musulmanes se identifican…
-Creo que este es uno de los conflictos locales donde en este caso, como en muchos otros, hay musulmanes intentando liberarse del dominio de no musulmanes. Y esto va también para Kosovo, Chechenia, Cachemira, Filipinas y otros lugares. Creo que no hay justificación para la ocupación israelí de la Ribera Occidental y Gaza. Los palestinos han agravado el problema por su incapacidad para desarrollar un liderazgo responsable y fuerte. Será muy difícil lograr algún acuerdo hasta que haya un fuerte liderazgo en el lado palestino y el reemplazo de Sharon por alguien más conciliador. Aún así, requerirá la acción de las grandes potencias que definan la naturaleza de un acuerdo.
-¿Cómo se puede hablar de una confrontación entre Occidente y el Islam, si Europa (Alemania y Francia) no está junto a Estados Unidos en esta guerra?
-No están con la guerra en Irak, pero tienen sus propios problemas con sus vecinos musulmanes. Todas las civilizaciones tienen divisiones y conflictos. Ciertamente hay divisiones en Occidente, que se han hecho más claras en los últimos años entre algunos países de la UE y Estados Unidos. Creo que la evidencia muestra que virtualmente toda la población en países europeos se opuso a la guerra en Irak. Pero los gobiernos de la mayoría de los países europeos la apoyaron, virtualmente todos los países de Europa del Este la apoyaron, España, Italia, versus Francia, Alemania, Bélgica que se opusieron. Europa se dividió. Pero hay importantes diferencias en muchos aspectos entre Estados Unidos y Europa, y el principal es que Estados Unidos es un país extremadamente religioso, siempre lo ha sido, pero ahora estamos en un renacer religioso.
-Uno tiende a ver a los estadounidenses como un pueblo práctico, más que religioso…
-Pero lo son, las dos cosas pueden ir juntas. La religiosidad estadounidense deriva de los asentamientos originales en la costa Atlántica de protestantes británicos, que fueron perseguidos en Inglaterra, así que se mudaron a Estados Unidos, y crearon los principios de los valores estadounidenses. Como muchas personas han observado, especialmente en el Vaticano, la iglesia católica en Estados Unidos se ha vuelto muy protestante en muchos aspectos.
-¿En qué cosas podemos ver este renacer?
-En las actitudes públicas pregonadas, en el rol de la religión. Y creo que parte de esto se originó con lo que percibimos como la declinación de estándares éticos y morales en los ’60 y ’70 en Estados Unidos, hubo una reacción contraria y las personas cada vez más quisieron reestablecer los estándares morales. Y la religión es crítica en eso, la religión es la fuente de la moral.
Los grupos religiosos han tomado un rol activo en la vida pública, incluso en la vida política, hay un creciente número de protestantes evangélicos en Estados Unidos, se están expandiendo tremendamente. Un 35% a 40% de los estadounidenses son evangélicos ahora. Tienen una influencia significativa.
Cuatro de los cinco presidentes más recientes han sido cristianos renacidos, y eso nunca pasó antes. Carter, Reagan, Clinton y George W. Bush… su padre no era cristiano, pero él sí lo es. Tuvo una gran experiencia religiosa, cuando tenía 40 años, después de varias décadas con problemas de alcohol y mujeres, se convirtió profundamente en un religioso, y es parte de su atractivo. Y fue decisivo en las últimas elecciones presidenciales.
-¿Más que la economía?
-El rol creciente de la religión tiene que ver con la declinación moral que mencioné, pero también se vio apoyada por el boom económico en los ’90. En las elecciones de 2000 la gente no estaba preocupada por los temas económicos, sino por asuntos de moral.
Por supuesto que la economía era el gran tema en 1992. Siempre los temas económicos juegan un papel, pero ciertamente en las elecciones de 2000 el énfasis era la moral.
Los temas de comercio siguen ahí, al menos en lo que concierne a Estados Unidos. Tenemos este gran déficit comercial, particularmente con China, ese es un tema. Hay una exportación de empleos hacia afuera. Compañías manufactureras se están trasladando al extranjero, a Indonesia, a Tailandia u otros lugares. Los demócratas ahora están tratando de hacer eso el tema central, y se puede convertir en el tema central en esta elección.
-Es difícil creer que Bush atacó Irak porque creía que era lo correcto y no porque tenía grandes reservas de petróleo…
-De seguro el petróleo tuvo que ver. Pero no creo que lo hubiera hecho si es que no tuviera razones para eso, e incluso de que estaba encomendado por Dios para hacerlo. Levantó este comunicado después del 11-S de que estabamos comprometidos en un conflicto entre el bien y el mal y que la gente tenía que estar con nosotros o contra nosotros. Ve las cosas en blanco y negro y creo que se convenció de que Irak era una amenaza. No creo que fue una guerra motivada primariamente por el deseo de una guerra, es mucho más profundo que eso.
Los poderes menores
-La influencia de China está creciendo, ¿puede llegar a enfrentarse con Estados Unidos?
-Ciertamente ha habido algunas relaciones difíciles entre Estados Unidos y China. Obviamente tenemos problemas con China en el comercio, eso se está convirtiendo en un tema en la política estadounidense ahora. Los chinos tienen este espectacular desarrollo económico y quieren convertirse en una gran potencia y en el poder dominante en el este de Asia. Al menos desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha sido el poder dominante en el este de Asia.
Pero creo que la probabilidad de cualquier conflicto militar entre China y Estados Unidos es muy baja. Hay una casi ausencia del tema religioso en las relaciones entre Estados Unidos y China.
-¿Veremos mayores enfrentamientos en las instituciones multilaterales, a medida que unos luchan por mantener su poder y otros por aumentarlo?
-Probablemente. Hay diferencias en intereses económicos, hay diferencias en poderes. Me parece que la ampliación de estas batallas dentro de instituciones internacionales es muy bueno. Es el lugar donde deben estar.
-¿Hay un papel para Latinoamérica en este nuevo orden global?
-Obviamente Latinoamérica es muy importante. Creo que felizmente para Latinoamérica, con un par de excepciones, la guerra al terrorismo no ha sido un factor relevante aquí, pese a lo que ocurre en Colombia, en Bolivia o en otras partes. Pero el problema en Latinoamérica ha sido diferente, ha sido el de crear democracias estables, que es lo que Chile y quizás uno o dos países más han estado haciendo muy bien en los últimos años.
-¿Se acentuará la rivalidad entre Brasil y Estados Unidos?
-Está latente, es una rivalidad natural entre el superpoder del mundo y el superpoder regional. Es lo mismo que ocurre con Francia y Alemania, Rusia, India, China, que son líderes en sus regiones. Pero se basa en temas económicos, y lo bueno de eso es que en economía casi siempre se puede negociar y llegar a acuerdos. Cuando hay factores religiosos se vuelve más difícil y no veo esos factores en la relación entre América Latina y Estados Unidos. Además, está la extensión del protestantismo evangélico en América Latina y la influencia de los inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos, que está a punto de convertirse en un país bilingüe.
-Brasil está pidiendo un asiento permanente en el Consejo de Seguridad, ¿cree que lo merece?
-Creo que el Consejo de Seguridad refleja la situación del mundo en 1945 y 1947 y no refleja la realidad del mundo de hoy. Creo que hay buenas razones para agregar miembros permanentes como Japón, India, Brasil y posiblemente Sudáfrica.
Mi segunda recomendación sería abolir el poder de veto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, con la excepción de Estados Unidos. Así el Consejo de Seguridad reflejaría el poder estadounidense, pero también reflejaría el hecho de que estos países emergentes que son muy importantes. Me parece que hay una situación donde Estados Unidos hoy puede vetar casi cualquier esfuerzo internacional para lidiar con los problemas globales, pero Estados Unidos no puede lidiar con los problemas mundiales sin tener la cooperación de al menos algunas de estas otras potencias.
-Chile va a presidir el Consejo de Seguridad el próximo año. ¿Está a la altura de ese puesto?
-Puede tener problemas, pero Chile está mucho más calificado que muchos otros países que lo han presidido en el pasado. Puede enfrentar presiones, pero así está el mundo en esto días.
La era de las guerras musulmanas
Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos relanzaron a la actualidad a Samuel P. Huntington, analista político y profesor de Harvard, que hace una década propuso una teoría sobre “El Choque de Civilizaciones”. Primero en un artículo en Foreign Affairs y luego en un libro de 1996 con el mismo título, traducido a 32 idiomas, Huntington planteó que los próximos conflictos bélicos tendrían su origen en las diferencias culturales que surgieran entre ocho civilizaciones: occidental, ortodoxa, islámica, china, japonesa, india, africana y latinoamericana. Cada una de ellas es una entidad cultural amplia, con valores, religión, lengua y modos de pensar compartidos.
Sin embargo, es en la cultura islámica donde hay un mayor potencial de conflicto.
La lista de conflictos en los que musulmanes aparecen involucrados es larga: contra hindúes en india, contra cristianos en Nigeria, contra judíos en Medio Oriente. Y sigue: Chechenia, Azerbaiyán, Afganistán, Asia Central, Filipinas, Sudán… Huntington de hecho plantea que en el siglo XXI empezó la era de las guerras musulmanas: todas las guerras en que musulmanes luchan contra no musulmanes, así como entre ellos.
El Islam no es una religión sanguinaria. Huntington estima que en estos conflictos juega un papel relevante el sentimiento histórico que albergan los musulmanes, sobre todo los árabes, de haber sido sometidos y explotados por Occidente. Otro factor es el rencor debido a políticas occidentales concretas, en particular el respaldo de Estados Unidos a Israel. Y un tercer factor es la demografía del mundo islámico, donde el grupo de edad de los 15 a los 30 años es el más grande: son hombres que no encuentran trabajo en sus países e intentan emigrar a Europa o son reclutados en la lucha contra los no musulmanes.
Huntington enfrenta críticas de quienes lo acusan de alarmista. Pero él siente que es importante identificar las amenazas que enfrenta el mundo para intentar reducirlas.
Y espera que, igual que en los ’50 y ’60 con la amenaza nuclear, cuando los gobiernos se sintieron obligados a tomar medidas, su advertencia de un choque de civilizaciones sea tomada en serio.
Uni-multipolaridad
La mayor influencia de la comunidad islámica también se nota en la nueva estructura de poder global. Huntington no la describe como unipolar o multipolar, sino como un híbrido uni-multipolar, con un superpoder y varios grandes poderes regionales. Estados Unidos, el superpoder, necesita a los demás países para avanzar en sus iniciativas internacionales.
Pero esta estructura también causa conflictos, ya que la defensa y promoción que Estados Unidos hace de sus intereses en las distintas regiones del mundo choca con los poderes regionales. Un ejemplo es la disputa entre Estados Unidos y Brasil por el liderazgo de América Latina (o al menos Sudamérica)