¿Debería el Papa Benedicto XVI ser considerado responsable de la escalada de abusos sexuales del clero en Europa? Sí, y debería serlo más, cuando más víctimas corten con el complejo de culpa de su adoctrinamiento y cuenten sus casos.
¿Debería ser investigado sobre el número de casos de abuso manipulados durante su mandato como arzobispo de Múnich o como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe? Sí. Este ex jefe de la Inquisición debería ser arrestado en el momento en que se atreva a poner un pie fuera de su feudo de pacotilla.Y debería ser juzgado apropiadamente por una corte civil, no ecelsiástica.Eso es lo que debería suceder. Lamentablemente, sabemos que nuestros gobiernos enredados en la fe serán demasiado cobardes para hacerlo.
¿Debería el Papa renunciar? No. Tal como el Colegio de Cardenales reconociera cuando lo eligió, él está perfectamente -idealmente- capacitado para dirigir la Iglesia Católica Romana. Un viejo villano lascivo con vestido, que pasó décadas conspirando detrás de puertas cerradas para obtener la posición que hoy ocupa; un hombre que se cree infalible y actúa en consecuencia; un hombre cuya predicación falsamente científica es responsable por la muerte de incontables víctimas de SIDA en África; un hombre cuya primera reacción cuando sus sacerdotes fueron sorprendidos con sus calzoncillos bajos es tapar el escándalo y condenar la las jóvenes víctimas al silencio; en pocas palabras: exactamente el hombre adecuado para ese trabajo. No debería renunciar, incluso, porque él está perfectamente posicionado para acelera la caída de la maligna y corrupta organización a cuyas características él se amolda como un guante y de la cual él es absoluta e históricamente el monarca apropiado.
No, el Papa Ratzinger no debería renunciar. Debería permanecer a cargo del edificio completamente podrido de esta institución atemorizadora de mujeres, repleta de culpa, detestadora de la verdad y violadora de niños, mientras cae entre hedores de incienso y una lluvia de sagrados corazones kitchs para turistas y vírgenes absurdamente coronadas