Cuando se cumplen 20 años del 11-M, nuestro país sigue en alerta 4, riesgo alto de atentado. Los detenidos suelen ser inmigrantes de segunda generación, más próximos al ISIS que a Al Qaeda y más descentralizados y solitarios.
El 11-M de hace 20 años, el mayor atentado yihadista de la historia de España, sorprendió por su fiereza, su ejecución y su alcance, pero la amenaza terrorista estaba ya alta en nuestro país. Había señales de que algo podía pasar: desde el ataque a la Casa de España en Casablanca (Marruecos) a la huella española de Mohamed Atta, uno de los artífices del 11-S norteamericano, o las pistas de la Operación Dátil, pasando por las citas expresas de Osama Bin Laden y el recuerdo a Al Andalus en cada vez más mensajes de los radicales.
No fue un despertar, sino un puñetazo. La constatación de la vulnerabilidad ante el terror -por algo recibe ese nombre- y la necesidad de mejorar la maquinaria del Estado en su lucha, desde lo policial y lo judicial a lo social. En estas dos décadas, España ha avanzado mucho y se ha situado en vanguardia de la lucha antiyihadista. Un aprendizaje doloroso.
Lo que indican los informes del Ministerio del Interior, de Europol y de organismos internacionales independientes es que ahora sigue habiendo una amenaza latente, viva, activa, por más que en nuestro país se esté llevando a cabo una prevención que es ejemplo para otros estados. Matar sigue siendo fácil.
El ministerio que comanda Fernando Grande-Marlaska mantiene hoy la alerta antiterrorista en el nivel cuatro sobre cinco, es decir, hay un riesgo alto de atentado, al igual que en las principales naciones europeas. Este nivel, marcado en rojo en la escala, supone la movilización total de los agentes especializados, que extreman la vigilancia sobre los sospechosos, así como el refuerzo y protección de infraestructuras críticas (centrales nucleares y grandes nudos de comunicación, como aeropuertos y estaciones de tren, sobre todo).
Implica igualmente una mayor presencia de las fuerzas de seguridad en las calles y un preaviso a las Fuerzas Armadas para que intensifiquen la seguridad en sus instalaciones y estén preparadas para reforzar a la Policía Nacional y Guardia Civil, en caso de ser requeridas.
El nivel 4 se sustenta en pruebas firmes: interceptación de comunicaciones que citan a España como objetivo, aparición de nuestro país en diversos medios de propaganda yihadista, detenciones en suelo español, arrestos en otros países de personas con lazos con la península…
En el Índice Global de Terrorismo que publica el Instituto para la Economía y la Paz, cuya edición más reciente es la de 2023, España ocupa el puesto 60 -de 79 analizados- en cuanto riesgo a nivel mundial, lo que equivale a un peligro medio, anaranjado, con una mejora de cinco puntos respecto al mismo informe de un año antes. Entre los europeos, es el octavo país con mayor riesgo de amenaza yihadista, noveno si se incluye a Reino Unido.
Si se tienen en cuenta los datos de la Agencia de la Unión Europea para la Cooperación Policial (Europol) en su informe del año pasado, de las 380 personas detenidas en 2022 por delitos relacionados con el terrorismo, 46 lo fueron en España por su vertiente yihadista, el segundo país con más arrestos de este tipo tras Francia (93), y seguido de Alemania (30) y Bélgica (22). Hacen de todo: financiación, propaganda, radicalización, reclutamiento y, también, comisión de atentados. Se contabilizaron 28 ataques completados, fallidos y frustrados en 2022 en toda la UE, sólo uno de ellos en nuestro país.
España puede sufrir hoy un ataque yihadista por varias razones: porque el mensaje de los grupos yihadistas es el de atacar a cada país europeo, el que sea; porque tiene un pasado de intervención en Oriente Medio, como la guerra de Irak, y porque tiene la propia historia nacional, con Al Andalus, muy importante en la narrativa yihadista; y porque tiene dentro un problema de todo Occidente, el de las segundas generaciones de inmigrantes procedentes de países islámicos que se radicalizan porque no se les dan buenas oportunidades de integración. El caso de los atentados de Barcelona y Cambrils en 2017 es un ejemplo de ello.
La foto fija y la evolución
El Real Instituto Elcano ha publicado, con motivo del aniversario de los atentados de Madrid, tres informes específicos sobre yihadismo en España que muestran tanto la evolución de la amenaza como su foto fija en este 2024. Han sido elaborados por tres de los mejores especialistas en la materia: Fernando Reinares, Carola García-Calvo y Álvaro Vicente.
En ellos se concluye que «la incidencia del terrorismo yihadista en España es baja y se manifiesta en forma de atentados poco sofisticados y baja letalidad en la actualidad», con atentados «poco sofisticados y de baja letalidad», sobre todo porque se ha producido una descentralización de la amenaza, una atomización que aleja a los terroristas de grandes organizaciones, como en el pasado.
Sin embargo, los expertos coinciden en señalar que las cosas se pueden complicar por la guerra de Gaza, que acumula casi 31.000 muertos por los ataques de Israel, réplica a los atentados de Hamás en su territorio del 7 de julio pasado, que causaron a su vez 1.200 muertos. Lo califican como «un nuevo vector de amenaza» que amenaza con intensificar el radicalismo. Por eso no hay que bajar la guardia, por más que, por ahora, se descarta que vaya a tener el impacto que tuvo la guerra en Siria, que cumplirá 13 años la semana que viene.
A lo largo de la última década, detallan sus análisis, el terrorismo yihadista en España se ha rejuvenecido, con mayor proporción de menores en sus filas, y también ha incorporado a más mujeres. Sus miembros han enfocado su militancia y radicalización más hacia actos preparatorios que violentos, añaden. Sus conclusiones son fruto del análisis de sentencias, sumarios y unas 40 entrevistas realizados a yihadistas condenados en España entre 2012 y 2023. Desde 2012 y hasta el 28 de febrero pasado, Interior contabiliza 322 operaciones contra este tipo de terror, con el resultado de 583 detenciones. Sólo hay diez provincias españolas en las que no se ha producido ni un arresto en estos añosl
El perfil del islamista radical en España se asemeja al de sus correligionarios en otros puntos del continente europeo: son mayoritariamente hombres, de entre 18 y 35 años en el momento de su detención, solteros y casados, y a menudo con trayectoria previa en diferentes tipos de delincuencia violenta. Sobre esa base, hay características particulares en el caso español, como que la mayoría de condenados en la última década son de origen marroquí pero no son venidos recientemente del país norteafricano, sino de segunda generación, nacidos y criados en España en la mayoría de casos.
Esto supone la eclosión de un «yihadismo autóctono» altamente vulnerable a la propaganda islamista, señalan. Es una tendencia que Reinares lleva señalando desde hace años. A menos oportunidades, más debilidad. De ahí que los casos de personas españolas, atraídas por el yihadismo, se concentren en zonas donde no hay muchas posibilidades de prosperar, donde la segregación es mayor, donde no ha habido una verdadera integración y el sentimiento de pertenencia a la comunidad no es fuerte. Prevención contra el desarraigo, educación, formación en valores, asistencia social, igualdad de oportunidades… Es parte de la receta contra el radicalismo.
El Estado Islámico es el grupo al que mayoritariamente se adscriben los detenidos en España en estos momentos. Es la «organización hegemónica de referencia», mientras que Al Qaeda va desapareciendo del imaginario, sobre todo en los tres últimos años. Al Daesh lo ven como «una organización más dinámica y mejor conectada con su realidad inmediata, que la ortodoxa al-Qaeda». «No se aprecia que los yihadistas de nuestro país atiendan a las consignas de movilización dictadas» por los grupos más fuertes ahora mismo, como los que se encuentran en el Sahel, ramas locales tanto de Al Qaeda como del ISIS.
«Las lealtades de los yihadistas se demuestran flexibles y de carácter fluido. En la actualidad, es frecuente que los individuos implicados accedan y difundan propaganda de organizaciones que presentan matices ideológicos diversos e incluso antagónicos sin que esto les resulte incoherente. Y, en lo referente a la fluidez, observamos que sus lealtades pueden cambiar en el tiempo como consecuencia de cambios en el contexto», escribe García-Calvo.
En cuanto a manera de actuar, la analista explica que el yihadismo en España está «fragmentado» y conformado «crecientemente por actores que cuentan con un grado significativo de iniciativa y autonomía respecto a las estructuras globales para la toma de decisiones y desempeño de sus actividades». Eso sucede ya en la mitad de los casos registrados entre 2020 y 2023, frente al 80% de los años anteriores.
Los grupos e individuos, además, se han visto marcados en estos años por las crisis de Oriente Medio y sus altibajos y, también, por la pandemia de coronavirus, que supuso un golpe a la hora de mantener estructuras, encuentros y organización.
En términos de amenaza terrorista, «los datos disponibles apuntan a un leve incremento de los individuos implicados en funciones operativas –de tipo preparatorio exclusivamente o relacionadas con la materialización de atentados– entre quienes se implican en elencos inspirados, pasando de 10,5% a 22,2% en la actualidad».
Más jóvenes y mujeres
En la mesa redonda Yihadismo y terrorismo en España 20 años después del 11-M, en la que participaron los tres ponentes, detalló cómo el yihadismo es cada vez un fenómeno más juvenil. En concreto, uno de cada cuatro se radicalizan antes de cumplir la mayoría de edad, «el único segmento que se ha incrementado entre los militantes de la yihad en España». ¿Cómo llegan hasta ahí? En su radicalización influyen especialmente sus familiares y amigos, pero son esenciales también las redes sociales y los foros de Internet. Muy importante, dice, en los menores de edad, pero presente en casi todos los procesos de enrolamiento de los adultos también: ha estado presente en el 90% de los casos estudiados y en un 40%, de forma exclusiva.
«Quienes se han radicalizado en nuestro país en espacios físicos han mostrado mayor predisposición hacia la violencia, mientras que los que lo han hecho en la dimensión virtual han mostrado mayor predisposición hacia el proselitismo, la propaganda o la difusión de mensajes», sostuvo Vicente, quien indicó que los datos permiten atisbar que el yihadismo en España evolucione hacia esta segunda vía.
García-Calvo, por su parte, ahonda en el papel y el número las mujeres dentro de las estructuras yihadistas ha cambiado. Han pasado de no estar en ellas a representar casi el 12% de los condenados en los diez últimos años (88,5% eran hombres y 11,7%, mujeres). Son 24, en total, desde 2012. Son clave, afirma, en la «transmisión vertical de creencias y valores», expandiendo las ideas no sólo como madres y esposas, como cooperadoras, sino que ya no rehusan planificar o participar en acciones operativas.
Reconoce que ninguna mujer del estudio de Elcano «registra entre sus funciones alguna de carácter operativo y ni siquiera ha sido entrenada en el uso de armas o explosivos», algo que sí ocurre en el 69,6% de los varones investigados. No obstante, las mujeres «han sido empoderadas estratégicamente por Estado Islámico en la esfera virtual con fines proselitistas y de enaltecimiento de su organización (62,5%) o para la captación y radicalización de otras mujeres (50%). También destacan las que a través de la misma herramienta digital se emplearon en funciones logísticas (12,5%) y de financiación (10,7%)», concluye el informe.
En sus dossier España en el mundo en 2024: perspectivas y desafíos, Elcano también abordaba el futuro del yihadismo en el presente año y planteaba tres escenarios. El pesimista dice que «el yihadismo global progresa y vuelven a producirse atentados en Europa cometidos por células y grupos con vínculos organizativos con al-Qaeda y Estado Islámico. La amenaza global del terrorismo y la desestabilización aumentan la presión migratoria sobre las fronteras de la UE y cada Estado miembro tiene que afrontar su problema migratorio sin una efectiva respuesta solidaria común»
El templado, se limita a afirmar que «el terrorismo yihadista aprovecha la situación para reforzarse en Oriente Medio y crecer en territorio africano, aunque sin derivar en insurgencia armada. En Europa, aumentan los atentados protagonizados por actores solitarios. Pese a la aprobación del Pacto de Migración y Asilo, su implementación resulta escasa, débil y conflictiva». El optimista, al fin, augura que «continúan funcionando las medidas para la prevención de la radicalización en España y el terrorismo yihadista en Europa se limita a atentados cometidos por actores solitarios, con carácter aislado, poca sofisticación y baja letalidad».
La amenaza, 20 años después de Atocha, persiste, transformada en sí misma y transformados los medios para ponerle la brida.