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La izquierda no acaba de apostar de manera decidida por la educación pública y por la reducción progresiva de la concertada, empezando por retirar la financiación a aquellos centros que adoctrinan en el nacionalcatolicismo y segregan por sexo
Estas semanas hemos visto cosas que en Europa y en un estado aconfesional no comprenderían. Niños y niñas en horario escolar disfrazados de nazarenos y legionarios (colegio concertado El Divino Pastor, de Málaga). Alumnos desfilando en procesiones, como ha recogido Enrique Díez en Valladolid (colegio Nuestra Señora de Lourdes) y en Ciudad Real (colegio San José); la procesión escolar que me encontré en Getafe paralizando el tráfico. La Junta de Andalucía invitando a celebrar la semana santa en los colegios públicos con una circular que ha sido criticada por sindicatos y familias. La charla de Vox en contra del aborto a alumnos del colegio concertado valenciano Inmaculado Corazón de María. Desgraciadamente, no son casos aislados.
Mientras esto sucede, las derechas, que en estos temas son todas ultras, intentan presentarse como adalides en contra de la “ideología en las aulas” o del “adoctrinamiento”. En el colmo del retorcimiento, dan la vuelta a su significado y califican de adoctrinamiento ideas progresistas que se basan en derechos humanos. Para ellos, adoctrinar es hablar de igualdad entre hombres y mujeres, de educación afectivo-sexual, de derechos de las personas LGTBI o del cambio climático.
Toda educación tiene una ideología y responde a un modelo de sociedad. Pero es puro adoctrinamiento si no respeta la ciencia y la democracia. Para impedir que se aborden estos temas la ultraderecha se inventó el palabro del “pin parental”, que no es otra cosa que imponer la censura católica para que los progenitores o tutores de los estudiantes impidan la asistencia a actividades escolares complementarias.
Pero el adoctrinamiento realmente existente en los centros educativos es otro. Veamos los tres tipos que hay y la función que cumplen.
1. Adoctrinamiento religioso, decisivo en la difusión de las ideas conservadoras. La religión debería estar fuera de la escuela, porque una cosa es que las familias puedan elegir la educación religiosa de sus hijos en casa o lugar del culto y otra que tenga que hacerse en centros educativos y financiado con dinero público. Hay que recordar que más del 82% de los colegios privados religiosos tienen concierto con las administraciones.
El legítimo derecho a la libertad religiosa, lo utilizan sectores de ultraderecha y sectas ultracatólicas muy financiadas (desde el Opus Dei a Hazte Oír, El Yunque o Abogados Cristianos, etc.) para intentar imponernos por todos los medios sus dogmas sectarios. Con ese interés por imponer su ideología buscan mantener sus privilegios e intereses económicos. Quieren controlar la educación, mantener la influencia en la justicia y grupos empresariales, las subvenciones y privilegios fiscales, el no pago del IBI y las inmatriculaciones para apropiarse de los bienes de las comunidades.
Responden airadamente a la resistencia de la sociedad civil al fanatismo católico y a una moral impropia de los tiempos actuales. Si pudieran, con la excusa de que el laicismo atenta contra los sentimientos religiosos, estos grupos sectarios nos impondrían a todos sus dogmas, como pasaba cuando la moral católica se enseñaba en las escuelas durante la dictadura. Por eso han rechazado las leyes del divorcio, el aborto, la eutanasia o los derechos LGTBI. Afortunadamente, la sociedad se ha modernizado y evoluciona desde el reconocimiento de los derechos y el sentido común.
2. Adoctrinamiento en valores conservadores como el individualismo, el negacionismo climático, la inmigración como amenaza, el rechazo a la igualdad y al feminismo, etc. El problema es que el adoctrinamiento reaccionario tiene consecuencias. Por ejemplo, cada vez parece más probado que cuando no hay educación afectivo sexual y la pornografía campa entre los jóvenes, la violencia machista se dispara en adolescentes. Nada sucede por casualidad.
A veces, pueden inculcarse incluso ideas neofascistas, por activa o por pasiva. Por ejemplo, el reciente caso del karaoke franquista con el “Cara al Sol” en un colegio de León, que al ser público ha sido denunciado por el AMPA. O las leyes de la “discordia” del PP y Vox para ir en contra de la memoria histórica. Con ellas se pretende imponer el revisionismo histórico y los mitos fascistas. Se quiere manipular la verdad y apropiarse de un relato que legitime el golpe de estado y la dictadura. Se pide “libertad de memoria” para ensalzar el franquismo y se rechaza que se enseñe en los centros educativos la represión franquista. No podemos olvidar que los totalitarismos aniquilan la memoria.
Hay que llamar la atención sobre el propio modelo educativo, que puede favorecer los valores conservadores si en vez de ser inclusivo como el público, es segregador como el privado y concertado.
3. Adoctrinamiento para la hegemonía política. Las derechas entienden la educación como una operación de ingeniería social y electoral para controlar el poder político. Un instrumento para ello es la existencia de una red privada concertada financiada con fondos públicos. Un consejero de Educación del gobierno de la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre afirmaba que por cada colegio concertado que impulsaban en un barrio o localidad, aumentaba un 3% el voto al Partido Popular. Quizá los resultados electorales en Madrid se expliquen, en parte, por la anomalía de que, en la capital, menos del 40% del alumnado está escolarizado en la educación pública. En España lo está el 67% y en Europa el 90%.
La ultraderecha da tanta importancia a la educación para el adoctrinamiento, que he oído decir en la Asamblea de Madrid a una diputada de Vox que “el pin parental más importante era el cheque escolar”; es decir, la financiación de la educación privada y concertada para tener así patente de corso con el adoctrinamiento político-religioso. Y la inspección educativa no interviene, como tampoco actúa frente a las cuotas ilegales que cobran el 90% de centros concertados
La educación debe ser laica, es decir, debe respetar el derecho fundamental a la libertad de conciencia del alumnado cada vez más diverso y promover la convivencia entre culturas. Quien mejor puede garantizar que no haya sectarismo confesional e ideológico es la escuela pública por su carácter plural, democrático, inclusivo, por la libertad de cátedra del profesorado y por programas aprobados democráticamente.
La campaña reaccionaria cala hasta el punto de que una parte del profesorado se autocensura y la educación se va convirtiendo en algo “neutro” donde los valores democráticos universales se diluyen»
Solo desde la desvergüenza se puede afirmar que la escuela pública adoctrina y que no lo hace un colegio del Opus Dei. Pero la campaña reaccionaria cala hasta el punto de que una parte del profesorado se autocensura y la educación se va convirtiendo en algo “neutro” donde los valores democráticos universales se diluyen y se abre la puerta a la ideología más extrema. La escuela pública debe enseñar a pensar y tiene la obligación de educar en la ciencia y los derechos humanos. Algo que es lo contrario de adoctrinar.
Pero la izquierda está a por uvas y no acaba de apostar de manera decidida por la educación pública y por la reducción progresiva de la concertada, empezando por retirar la financiación a aquellos centros que adoctrinan en el nacionalcatolicismo y segregan por sexo, por origen o por nivel socioeconómico. Se trata, simplemente, de ser europeos en educación y asegurar la igualdad de oportunidades. Se trata de proteger la democracia de la derecha.