Lo único que ha cambiado en 34 años es que Suárez se arrodilló ante un gran Cristo, a diferencia del resto
Pese a la aconfesionalidad del Estado, el crucifijo y la Biblia siguen estando presentes en la ceremonia de toma de posesión de altos cargos. Lo hemos visto este miércoles cuando Rajoy ha jurado ante el Rey cumplir fielmente sus obligaciones como presidente del Gobierno. Es el sexto presidente de la democracia y apenas ha cambiado nada. Los símbolos religiosos siguen presentes. Eso sí, Adolfo Suárez juró su cargo de rodillas y ante un Cristo crucificado enorme.
El protocolo para la toma de posesión de altos cargos está regulado mediante el Real Decreto 707/1979, aprobado el 5 de abril de 1979, tal y como recuerda el blog Recuerdos de Pandora. Así especifica que se debe preguntar al designado lo siguiente: “Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo… Con lealtad al Rey, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado?”. Dicha pregunta, asegura el texto, tiene que ser contestada afirmativamente y aclara que, en el caso del presidente del Gobierno y los ministros, éstos tendrán también la obligación de comprometerse a mantener el secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros.
Una decisión soberana
Nada dice de la presencia del crucifijo o de la Biblia en estas ceremonias. Es el protocolo de la Casa Real el que lo impone y hasta ahora, ningún gobierno, sea del signo que sea, ha hecho nada por impedirlo.
PP y PSOE, en contra de un protocolo aconfesional
IU-ICV y ERC propusieron en el Congreso un protocolo aconfesional para los actos y ceremonias institucionales que fue rechazado mayoritariamente. La iniciativa sólo contó con nueve votos a favor, seis abstenciones y 309 votos en contra. Es una de las pocas veces en la pasada legislatura en la que PSOE y PP han estado de acuerdo. El entonces secretario general del Grupo Socialista en el Congreso, Ramón Jáuregui, justificó su postura diciendo que, aunque a veces el crucifijo estaba de más, no querían hacer una ley expresa para prohibirlo.
Un crucifijo en Les Corts
El presidente de Europa Laica, Francisco Delgado, critica la imposición que hace el Rey de los símbolos religiosos y que se haya convertido en el “máximo garante del catolicismo”. Asimismo añade que el problema va más allá, “cuando determinados políticos, católicos convencidos, imponen sus creencias en ayuntamientos o parlamentos regionales, Juan Alberto Belloch o Juan Cotino”. Éste último, llevó a su toma de posesión como presidente de Les Corts valencianas un crucifijo de su propiedad. Es además miembro de una de las organizaciones más integristas de la Iglesia católica, el Opus Dei.
Libertad religiosa
Delgado ve totalmente “fuera de lugar” la presencia de símbolos religiosos en las instituciones y critica su “anacronismo”. Añade que estos símbolos, “muy respetados, por otra parte, sólo pertenecen a una parte de la población cada vez más minoritaria”. Europa Laica promete en esta legislatura continuar haciendo “ruido” en demanda de una ley de libertad de conciencia que “garantice la neutralidad del estado ante el hecho religioso”.
Fin de los honores al Santísimo
En esta situación, son especialmente significativos los pasos dados por la exministra de Defensa, Carme Chacón a favor de la aconfesionalidad en el Ejército. Así, modificó el Reglamento de Honores Militares para poner punto y final a los tributos que se prestaban al “Santísimo Sacramento” y la obligación de los miembros de las Fuerzas Armadas de ponerse “firmes” durante la Consagración, entre otras cosas. Tampoco están obligados a asistir a ceremonias religiosas.
Críticas de la derecha
Bajo su mandato, se han abierto los funerales por los miembros de las Fuerzas Armadas fallecidos en actos de servicio a todas las confesiones religiosas y no sólo la católica. Muy criticada por la derecha fue su decisión de impedir que el Ejército rindiera honores en el Corpus de Toledo. El senador del PP Agustín Conde llegó a llevar la polémica a la Cámara Alta y acusó a la exministra de hacer “una ofensa gratuita a la ciudad” al negar los honores militares.
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