Como todo buen creyente sabe, es imposible cagarse en Dios al ser éste inconmensurable y menos aún en un dogma que ni siquiera es algo material
Si los tribunales del siglo I hubiesen sido estrictos con la ley que Dios dispuso, la Virgen María habría sido lapidada antes de nacer el niño Jesús.
Cuando la racionalidad de las leyes se encuentra con lo contradictorio de las religiones se crea un cóctel explosivo que solo podía ser servido por el provocativo Willy Toledo.
Con arreglo al artículo 525 del Código Penal el actor ha sido procesado por cagarse en “dios” (al haberlo escrito en minúscula no se sabe a cuál de ellos se refiere) y en “el dogma de la santidad y virginidad de la Virgen María” (de lo que se deduce que se refería al de los cristianos).
Como todo buen creyente sabe, es imposible cagarse en Dios al ser éste inconmensurable y menos aún en un dogma que ni siquiera es algo material. Por lo tanto, la afrenta que se supone ha creado el polémico actor, no tiene cabida para un cristiano como Dios manda. (Dios que por cierto, no cree, según los evangelios, en los tribunales humanos).
Sea como fuere, el escarnio a los dogmas, creencias, ritos o ceremonias religiosas está penado en España. Ahora bien ¿Qué sucede cuando son las religiones las que se ofenden entre sí?
Centrémonos en la historia ¿de qué ofensas tenemos noticia? Jesucristo según el evangelio de San Mateo (15.26) llamó perra a una cananea que solo pretendía que exorcizase a su hija. Por su parte, el profeta judío Miqueas promueve la devastación “a espada” de los asirios (Miqueas 5.6); mientras que en el islam se respeta a los creyentes, pero solo si son de la religión del libro, es decir cristianos y judíos, el resto de confesiones llamadas infieles aparecen en el Coránabocadas al fuego, la maldición, el dolor y el exterminio…
Sorprendentemente otras religiones tan recientes como la cienciología nacen ya con el odio plenamente desarrollado, en este caso hacia los homosexuales.
Como vemos, la hipersensibilidad de casi cualquier religión contrasta con la soltura que luego tienen para el odio. Todo ello hace pensar en la paradójica situación de la ofensa entre creyentes, o lo que es peor, la ofensa religiosa por el Código Penal o cualquiera de las leyes que les protegen.
Esta situación no es tan extraña si echamos la vista al pasado, donde personajes como el rey franco Clodoveo I agredieron a otros creyentes, en este caso los arrianistas a los que dio batalla, por el mandato de unas voces que decían ser las de San Hilario de Poitiers (o una esquizofrenia galopante, vaya usted a saber…)
Sea como fuere, este mismo argumento con el que se justificó Clodoveo fue utilizado siglos después como acusación por el tribunal que condenó a Juana de Arco, tomando las voces como una prueba demoniaca.
Pero si hablamos de tribunales y religión, no podemos olvidar a San José, el cual según el protoevangelio apócrifo de Santiago se vio en el brete de recibir una ofensa del mismísimo Dios al haber dejado embarazada a su esposa María, haciendo de ella, técnicamente, una mujer adúltera.
Dice este texto apócrifo que San José movido por la piedad no denunció a María a los tribunales religiosos que hubiesen acabado con ella y con el niño que esperaba y obtuvo así la visita en sueños de un ángel que haciéndole un poco spoiler bíblico, le contó la verdad de los planes divinos. Quizá por eso a los fanáticos, les gusta tan poco la piedad, porque suele ser un buen camino para llegar a la verdad.