Escuchar atentamente el discurso de los dos candidatos a la presidencia de los EE.UU. confirma la existencia de una orientación estratégica destinada a desencadenar una nueva guerra de imprevisibles consecuencias contra Irán. Con tal objetivo el establishmen estadounidense y sus medios de comunicación no dudan en destilar la idea de que ese país está a punto de obtener la bomba atómica lo que sería un peligro para el resto del mundo pero particularmente para Israel, último baluarte en Oriente Medio cuya influencia se está contrayendo irremisiblemente y donde el modelo liberal ha entrado en una crisis terminal.
Los EE.UU. que se consideran guardianes de la paz y de la seguridad internacional como se pudo ver en el caso de Irak, cuya intervención fue impuesta a la comunidad internacional por medio de mentiras, en Afganistán donde se justificó com o defensa de la democracia y contra la situación de maltrato a sus mujeres o en este caso con la intención de atacar a Irán en el momento en que se acuerde un calendario común con Israel. Pero mientras tanto Washington no pierde de vista su principal objetivo: contrarrestar el progreso global de China frente a la gran guerra por los recursos del planeta. Pero en este último conflicto todavía encubierto pero que podría convertirse en guerra caliente, África resulta el continente de todas las apuestas. El informe “Horizontes estratégicos (1)” publicado por el Ministerio de Defensa francés en abril de 2012 anticipa esta eventualidad y se declara preocupado por el enfrentamiento entre China y los EE.UU. “finalmente sin conducirla a una lógica bipolar, el formato de la relación china-estadounidense se convierte, nos guste o no, en un desafío para le gobernanza futura”.
Es en este marco donde debemos evaluar la situación de Mali y las amenazas de intervención de Estados Unidos y Francia. Se trata de aprovechar la decadente situación de los Estados desde su independencia permanentemente dominados para introducir directamente la presencia militar camuflada en sus fuerzas armadas cuya insigne debilidad nadie ignora. Mali se convierte así, en este juego geoestratégico, en rehén de la voluntad de los Estados imperialistas y de quienes los apoyan en difundir por todas partes una guerra infinita destinada a impedir el desarrollo de una potencia adversa y al mismo tiempo erradicar toda voluntad popular de resistir al orden ultraliberal mundial construido a partir de la financiarización y la militarización. Los EE.UU. manifiestan su sentido del oportunismo al acudir al pedido de ayuda de su aliado francés incapaz de dirigir por sí solo su patio trasero africano. La presencia estadounidense en el Sahel permite controlar directamente el acceso a recursos esenciales, especialmente al uranio, y asignar una profundidad estratégica a su actuación en el continente y en Medio Oriente.
1. Los EE.UU. y el AFRICOM
Cuando los EE.UU. comprendieron que la antigua potencia colonial del África francófona no tenía ya los medios suficientes para jugar el papel de apoyo y de efectivo protector de las trasnacionales establecidas con el objeto de apoderarse de sus recursos naturales indispensables para el dominio económico, iniciaron una primera etapa de implantación de las bases de la AFRICOM (2). Hace 6 años por la tangente del AFRICOM, los EE.UU. decidieron establecer un marco militar específico en el continente con el objetivo de facilitar su tutela. Los EE.UU. han concretado su presencia militar por medio de bases más o menos secretas en todo el continente. De esta forma AFRICOM inició su presencia en Mali a través de programas de formación de unos 6.000 soldados del ejército malí, dada su incapacidad de controlar el territorio por su escasa formación y equipamiento.
Bajo la cobertura de la operación “Creek Sand” llegaron a Mali militares y empresarios estadounidenses en misiones de inteligencia. Por otra parte, el Pentágono había iniciado ya en 2009 la integración de comandos estadounidenses (3) pero también sobrevuelos de aviones de vigilancia que parecían de transporte civil pero que ya han sido abandonados. En fin por lo menos parcialmente (4) puesto que el pasado mes de abril tres soldados estadounidenses acompañados de tres marroquíes murieron en Bamako cuando su 4×4 se hundió en las aguas del río Níger. ¿Qué estaban haciendo allí? Oficialmente los EE.UU. habían anunciado que habían suspendido todas sus relaciones con el gobierno de Mali a causa del golpe de Estado del mes de marzo.
Este accidente parece confirmar fuertemente lo contrario: al norte de Mali algunas unidades de élite, secretamente involucradas en acciones antiterroristas, vivían oficiosamente en Agmi y probablemente todavía están.
2. Una intervención militar en Mali
La segunda etapa incluye la preparación pública internacional para una intervención en el norte de Mali en nombre de la democracia y del orden constitucional, del patrimonio cultural mundial amenazado por terroristas islámicos y del sufrimiento de las poblaciones que , recordémoslo, son las que pagan el precio más alto en todo conflicto interno o importado por aquéllos que quieren imponerles sus leyes. Razones que merecen cuestionarse.
Al mismo tiempo se anteponen las situaciones humanitarias de las poblaciones del norte y del sur pero no puede omitirse que muchos de los socios como la Unión europea, los EE.UU., Bélgica, Canadá, Francia (5) y las instituciones financieras decidieron suspender sus ayudas a Mali al día siguiente del golpe de Estado precipitando por consiguiente al conjunto de la sociedad maliense a una pobreza aún mayor; ese “embargo” financiero se ha reforzado con un “embargo” político. La organización internacional de la Francofonia (6) suspendió a Mali a partir del 30 de marzo, la Unión Africana (7) a partir del 23 de marzo y el CEDAO el 27 de marzo. Habría sido necesaria la casi certeza de una intervención militar para que todas estas instancias revisen su decisión de excluir a Mali de la comunidad internacional
El presidente Hollande reivindica su derecho a liberar a los rehenes – aunque esto parece no interesar demasiado– pero sobre todo a proteger los intereses franceses. Para que sea mejor aceptada una intervención militar, esconde sus intenciones neocolonialistas detrás de de la necesidad de una intervención para “erradicar el terrorismo en interés de ese país, de África y de la estabilidad mundial” (8). Ciertamente, el Islam radical –globalmente llamado y con matices con el término “terrorismo” para condicionar a la opinión– dispone de bases en el Sahel, en las rutas del petróleo, del gas y del uranio, pero no seamos tontos, su emergencia y su consolidación han sido ciertamente favorecidas -por los sauditas y los cataríes– para servir a los intereses occidentales y especialmente los de los estadounidenses. La consolidación de las posiciones fundamentalistas se corresponde con el vacío institucional que el decadente Estado maliense ha dejado instalar en la región. Los yihadistas hacen las leyes y asumen una especie de servicio público (mediante la distribución de agua, víveres y medicamentos) allí donde los potentados disponían como verdaderas regalías del poder real del Estado. La lucha contra el terrorismo es el argumento retórico para justificar la tutela de Mali y caer sobre los recursos naturales de esta región del mundo de los que las multinacionales quieren apropiarse en régimen de monopolio. No se puede ignorar tampoco que muchos ciudadanos y ciudadanas malienses deseaban, ellos también, el final del radicalismo islámico y de las exacciones que lo acompañaban en su territorio.
Los malienses en su conjunto quieren vivir y asumir su derecho a la autodeterminación, su derecho a disponer plenamente de sus recursos naturales y su derecho a escoger libremente su representación política sin que un país antiguo o futuro colonizador venga a decirles qu é es bueno para ellos, en nombre de la “responsabilidad de proteger” la democracia pero sobre todo en nombre de la lucha contra el terrorismo.
El presidente francés, para crearse una “legitimidad” menos discutible y para convencer a los más recalcitrantes, no duda en afirmar que se trata de “quebrar un proceso cimentado en el tráfico de drogas, armas y seres humanos que pone en riesgo la estabilidad de la región” (9). Pero ¿Quiénes son los que controlan y se benefician con el tráfico de drogas, de armas y de seres humanos?
Mali no posee armas de destrucción masiva , pero en su territorio se encuentran todos los ingredientes para que los occidentales se sientan autorizados a intervenir en nombre de lo que consideran su misión desde los tiempos en que por primera vez hollaron tierras que no eran las suyas. Su misión imprescriptible e inmutable es la de “salvar al mundo”: la lucha de la Civilización, el Eje del Bien (10), contra el terrorismo es una de las nuevas designaciones del credo imperialista. Y como es usual, el medio para imponer la civilización ilustrada es esencialmente la guerra.
El informe “Horizontes estratégicos” permite comprobar por una parte que aunque el presidente de Francia cambie, las relaciones de culpabilidad con el África francófona perduran, el neocolonialismo vive aún días felices. Una vez elegido, nada cambia, aunque el candidato Hollande proclamó en su campaña que iba a cambiar todo. Por otra parte ese informe señala un posible debilitamiento de la esfera occidental, lo que fortalece aún más la necesidad de seguridad global, tema en el “que los EE.UU. continúan asegurando ser sus contratistas (…)” con “la posible emergencia de un único referente en materia de contratos operativos y sobre un proceso de decisión modelado cada vez más por los EE.UU.” Objetivamente, los redactores del informe, plantean que “ indirectamente la autonomía de nuestras decisiones relacionadas con el entorno de seguridad internacional podrían ponerse regularmente a prueba desde ahora hasta 2040”, especialmente si “una retirada de la presencia militar estadounidense en Europa” no fuera “ seguida de una estrategia concertada entre los europeos sobre las formas de seguridad del continente” lo que “tendría efectos nefastos para la estabilidad de la región”
3. Construcción de una alianza militar
Se plantea en la actualidad el tema de las alianzas para llevar adelante esta guerra cuyas primeras víctimas serán los malienses mismos, pero también los mauritanos, los nigerianos, los burkin eses, los argelinos, con evidentes consecuencias para los guineanos, los marfileños y los senegaleses. Es decir que toda África saheliana y del oeste podría embarcarse y hundirse en una guerra sin fin a la manera de las que se han desarrollado en Irak y Afganistán.
La CEDAO , pese a las orientaciones belicistas que le dictan sus mentores parisinos no tiene los medios materiales ni humanos para llevar a cabo una intervención pesada y compleja. Bajo la fuerte influencia, por no decir bajo la directa conducción, de la exmetrópolis, ha buscado sin embargo un apoyo externo, el obtenido por el voto unánime de la Resolución 2071, del Consejo de Seguridad que considera especialmente que “la situación de Mali constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacionales” y que “se dispone a responder inmediatamente al pedido de las autoridades de la transición maliense para que una fuerza militar internacional preste ayuda a las fuerzas armadas malienses, con el objetivo de recuperar las regiones ocupadas del norte de Mali”. Falta saber quién participará en esa fuerza internacional que en breve debería, según los términos del Secretario General de las Naciones Unidas, “ elaborar una estrategia global sobre los problemas transfronterizos del Sahel: las armas, los refugiados y el terrorismo ”
Con el objetivo de señalar los límites de esta fuerza, el gobierno transitorio de Mali tiene ahora unos 45 días para definir junto a sus socios de la CEDAO y de la Unión africana un “concepto operativo” de condiciones concretas de la ayuda externa, formas de desplazamiento sobre el terreno, procedencia de las fuerzas. Solo al finalizar estos 45 días otra resolución autorizará el despliegue de dichas fuerzas.
La reunión mantenida en el marco del Consejo europeo – los días 18 y 19 de octubre en Bruselas- haber precisado el marco de esta fuerza que debería semejarse a la AMISON –Misión de la Unión Africana en Somalia- que apoyada por la “European Unión Training Misión Somalia”, EUTM Somalia”, habría contribuido a detener a los yihadistas chebabs en Somalia. Se trata de una interpretación optimista. Aunque los chebabs de Somalia se hallan en retirada, la guerra persiste en Somalia y la paz no parece estar a la vuelta de la esquina, el país se encuentra permanentemente en guerra civil. Por lo tanto resulta como mínimo curioso reivindicar un modelo que no ha superado las pruebas y cuyo fin será en diciembre de 2012, fecha en la cual alrededor de 3.000 soldados somalíes habrán sido formados por 675 instructores europeos.
La misión de formación en Mali –MICEMA– de alrededor de 3.000 soldados, debería contribuir a la reorganización y al entrenamiento de fuerzas defensivas malienses y estar bajo las órdenes de la Unión africana y de la ONU. Han aceptado participar Francia, Gran Bretaña y España y están por decidirse Italia, Bélgica y Alemania, solo Polonia y los países nórdicos están demorando su decisión.
Pero es evidente que la fuerza de la CEDEAO no será suficiente con o sin el apoyo logístico de la OTAN. En la convocatoria a los actores de este campo bélico, uno de los protagonistas parece estar refunfuñando.
4. Una desconocida mayor
Queda sin definir una desconocida importante y de la que depende la entrada y la salida de esta guerra: ¿va a aceptar participar de esta fuerza Argelia? Hasta ahora ha rechazado toda intervención militar fuera de sus fronteras. Por otra parte los argelinos que conocen muy bien la región y los demás actores estiman que 3.000 hombres en un teatro de operaciones de más de 8.000 kilómetros cuadrados y frente a una guerrilla decidida y apoyada por las poblaciones tuaregs, están lejos de constituir una fuerza suficiente. Es indispensable para los argelinos identificar los grupos guerrilleros y establecer una distinción neta entre la subversión yihadista, encarnada por el Mujad et Aqmi, y el grupo político-militar Ansar Eddine y Mnlaque, que tienen un verdadero anclaje en las poblaciones locales. Desde una óptica de guerra indiferenciada, el adversario llevará a cabo una guerra usuraria que ganará seguramente sobre una formación militar como la pensada por la CEDEAO, que tampoco conoce el terreno sahariano. Los grupos armados se apoyarán en la población local, los tuaregs, para quienes un ejército africano equivale a una fuerza de ocupación extranjera. En este momento Argelia, luego de haber evaluado su opinión, aceptaría (11), según el importante servicio de inteligencia argelino, el Departamento de inteligencia y de seguridad (DRS), ofrecer un apoyo logístico a la futura fuerza africana de intervención en el norte de Mali.
El Estado argelino mantiene buenas relaciones con los EE.UU. pero sabe también que suscita la codicia a causa de sus propios recursos y de su posición geográfica que abre las puertas al Sahel con sus riquezas energéticas y su potencial subterráneo.
Argelia se muestra dudosa, pero a nadie le pasa desapercibido que es el único Estado de la región que dispone de un ejército poderoso y equipado, capaz de enfrentar una guerra larga con los rebeldes aún sabiendo que puede ser arriesgada. Por lo tanto los que se autodenominan “comunidad internacional”, esencialmente los occidentales del G5 (EE.UU., Japón, Gran Bretaña, Alemania y Francia) se impacientan ante el líder francés y se lo hacen saber.
5. La fabricación del enemigo interior
Para no ser excluida de las riquezas a obtener pero que no supo cuidar pero también para mostrar su activa participación en el Eje del Bien, como lo llamaba Georges Bush Francia, después de haber procedido con vistas a la resolución 2071, está llevando a cabo una guerra multiforme contra los terroristas, yihadistas, los islamistas fanáticos, en su propio territorio… que a veces a la luz de los titulares de algunos semanarios se parece ni más ni menos que a una guerra contra el Islam, prolongación y sucedánea de la perdida guerra de Argelia. Una guerra policíaca pero también ideológica, psicológica y fuertemente mediática.
En este combate oblicuo en el que el enemigo no es solamente el terrorista armado sino el que proclama ser diferente, la República no duda en recurrir al arsenal de estigmatizaciones neocolonialistas y a la demonización del extranjero inasimilable. El método ha sido probado pero la República, no quiere de ningún modo asumir los orígenes colaboracionistas y coloniales. La Francia de las élites deja o impulsa que una parte de su opinión derive hacia una representación centroeuropea que señala al otro, al extranjero como responsable del yerro político de los representantes políticos –incluido el del Gobierno, de la “deselitización” del pensamiento intelectual y de una crisis social, económica y finalmente moral y cultural-. Se admite hoy en día y es considerado absolutamente normal reescribir una “historia” políticamente más “correcta” basada en una concepción racista o etnocultural del mundo: este prisma reductor y peligroso se halla cada día más presente en el campo político. Por eso se ve a los intelectuales orgánicos del liberalismo que se hallan en el poder destilar a lo largo de las columnas y sobre todo de los escenarios de televisión temáticas de arabofobia e islamofobia (12). El racismo se funda hoy en un conjunto de mecanismos de exclusión y de subestimación que parecen funcionar de forma autónoma, sin que nadie se considere explícitamente racista pero donde todos comprenden el idioma, el código de la exclusión. Las superestructuras ideológicas del Estado nutren la exclusión a través de estigmatizaciones esencialistas. Desde el hombre negro que no ha entrado en la historia a un laicismo combativo, el esencialismo es el nuevo traje de un viejo discurso. Las jerarquías ontológicas tienden a diferenciarse irremediablemente para explotar mejor.
En un clima de xenofobia ascendente y de desmoronamiento social, el racismo se vive cotidianamente, pesa fuertemente en la construcción identitaria de los individuos y viene de algún modo, o resulta oportuno al sistema, a trascender las divisiones de la miseria y las lógicas de exclusión que conciernen a crecientes categorías de franceses. En tal sentido la figura social del argelino, tanto en Francia como en Argelia, no ha cambiado para los franceses desde la colonización.
Se puede asegurar que la razón de este racismo procede del hecho de que estas representaciones precedieron a la lucha por la independencia de Argelia, aún más allá del período colonial. De modo que al retomar el tema del “racismo antiblanco” por parte de un partido de derecha “republicano” revela hallarse impregnado de un discurso esencialista directamente heredado de la colonización y de la guerra de Argelia. Se sabe que el llamado racismo antiblanco (13) es la primera línea de defensa del verdadero racismo, el de los colonizadores y el de los explotadores.
¿Cómo emerger de un pasado traumático y visiblemente insuperable? El tema es tanto más complejo puesto que nos reenvía irresistiblemente a los actuales desafíos que nos plantea el debate sobre la inmigración y al enraizamiento en la sociedad de los jóvenes franceses nacidos de minorías “visibles”. Es en este nauseabundo terreno en el que se encuentran intelectuales, casi siempre de origen argelino, condenados (14) con el pretexto de estar haciendo apología del “racismo antiblanco” Aparece en el espacio político social la identificación de los responsables del errático comportamiento de una sociedad que se muestra cada día un poco más racista, atizada por los medios comprometidos en mayor o menor grado en la defensa del Estado de Israel y del movimiento sionista, retomando los delirios racistas que datan de la época de la liberación nacional de Argelia. Esta acusación no deja de estar vinculada con la programada guerra en Mali y con una eventual agresión a Irán.
Se trata para los dominadores y para los que quieren que esta dominación, en nombre de las multinacionales y de los bancos, sea perenne, de identificar a quienes impedirían su “paz”, su “seguridad internacional” o su “cohesión social”. Su deseo de llevar la guerra a Mali, en nombre ciertamente de la liberación del norte de las fuerzas retrógradas, cosa que desean muchos malienses, no deja de estar relacionado con el informe “Horizontes estratégicos” anteriormente citado y que refleja el miedo que suscita entre los occidentales el potente resurgimiento del panafricanismo y la voluntad de ciertos Estados africanos de asumir sus respectivas soberanías sin “tutores”. Muchos intelectuales y políticos del continente, manifiestan su deseo de librarse de ciertos acuerdos bilaterales que los mantienen en un estado de sumisión –militar, policial, económico o relacionado con las migraciones-. Estas sucesivas reivindicaciones son para los antiguos colonizadores, inaceptables. No es por nada que los vigías occidentales observan con angustia las revoluciones árabes. Los centros neocoloniales temen demasiado la toma del proceso de liberación de la dictadura por los movimientos sociales. Además de la fabricación aerotransportada de una revolución sometida como en Libia, los occidentales seguros de sus apoyos cataríes y sauditas, mueven sus peones y tratan de influir en las luchas internas como en Túnez, donde algunos se deleitan con el ascenso del Islam oscurantista y con los falsos debates alrededor de los valores morales que introduce para desviar a la población tunecina de la realidad económica y política de la dominación y la explotación.
El bombardeo planteado sobre Irán sigue la misma lógica. Se trata de poner en la lista negra a los que se oponen al orden del mundo imperialista y de excluirlos de la comunidad internacional; del mismo modo que se trata de excluir a los que denuncian la derechización de la sociedad francesa. Para los dominadores se trata de utilizar instrumentos de represión políticos e ideológicos y de poner en tela de juicio los derechos políticos y civiles.
Los EE.UU. y sus aliados asumen plenamente la lógica del llamado “choque de civilizaciones” entre Estados pero también entre ciudadanos de un mismo país, legitimando el estado de excepción internacional instalado por los poderosos contra los pueblos.
6. Terrorismo frente a paz y seguridad internacionales
La mayor amenaza a la paz y a la seguridad internacionales procede de la violencia de los países occidentales, especialmente de los EE.UU. y sus aliados europeos que violan sistemáticamente el derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas con el pretexto de luchas contra el terrorismo, como en los casos de Irak, Afganistán, Sudán, Cuba, Haití, Serbia, Costa de Marfil y próximamente Mali.
El ejemplo más típico es el de Palestina, que desde hace más de 60 años ha sido exiliada, tanto en su propio territorio como a nivel internacional, por una “comunidad internacional” reducida al G5 occidental que mantiene al conjunto de los palestinos excluidos de las normas del derecho internacional y del derecho humanitario internacional pero también del derecho a sus derechos. Esta comunidad de aliados que protege al Estado israelí dejándole cometer crímenes de guerra siempre impunes, contribuye decisivamente a la violación de las normas imperativas del derecho internacional y funciona como correa de transmisión de un proyecto y de un modelo político, ideológico y económico que trata de establecer un orden internacional basado en la guerra sin fin, la discriminación, el apartheid, la fuerza, la dominación de los pueblos y la violencia Como fue el caso de Libia, en que la intervención de la OTAN fue posible gracias a la orden paradójica llevada a cabo por quienes votaron la resolución 1973 en que afirman por un lado “su firme compromiso con la soberanía, la independencia, la integridad territorial y la unidad nacional de la Jamahiriya árabe-libia” y por el otro envían fuerzas armadas para obtener más rápidamente el asesinato de Gadafi fuera de toda legalidad internacional con respecto a la Carta de las Naciones Unidas, dejando al país en situación de grave desestabilización.
La verdadera amenaza a la paz internacional es la pobreza generalizada de las poblaciones del sur, el pillaje de sus recursos naturales por parte de las empresas transnacionales y las guerras que desencadenan para eternizar su hegemonía o prevenir la intrusión del nuevo competidor chino. Es evidente que es en la realidad de la miseria generalizada y organizada por la globalización neoliberal donde se encuentran los profundos resortes del terrorismo y de la ideología de la desesperanza. El imperialismo y sus socios locales son los que tradicionalmente han utilizado para sus propias aventuras y siempre en el propio beneficio los movimientos fanáticos apolíticos y los desesperados a quienes ellos someten. Los medios no lo dicen, pero el terrorismo islámico contemporáneo nació en Afganistán como oposición a la URSS. Ese terrorismo apoyado por los sauditas y sostenido por los estadounidenses y sus aliados como su brazo armado, terminó por darle la razón al ejército ruso y precipitar el hundimiento de la URSS. Se ve que lo que fue ayer instrumento cómodo y eficaz, el terrorismo islámico, es hoy un espantajo también operativo. El terrorismo es la consecuencia de la desesperación que un orden injusto ha impuesto a los pueblos, pero es también un instrumento en manos de los arquitectos de la globalización liberal.
En Mali, en Francia, en los EE.UU. pero también en muchos otros países, el terrorismo islámico es un argumento fundamental para justificar las aventuras bélicas del imperialismo y los atentados a la libertad en las mismas sociedades occidentales. La guerra global y eterna contra el islamismo alimenta un discurso racista que permite desviar la atención de los pueblos de los países industrializados enfrentados a una gran crisis económica. La liberación del pensamiento racista ocupa un lugar central en el discurso político “sin complejos” en tiempos de desempleo generalizado y de profundización sin precedentes de las desigualdades. Tanto en Europa como en África.
Notas:
(1) Horizons stratégiques , 20 de abril de 2012.
(2) Ver la web AFRICOM .
(3) Según cables clasificados secretos.
(4) Léase el artículo de Craig Whitlock “ Mysterious fatal crash offers rare look at U.S. commando presence in Mali .
(5) Web del MAE , «Luego del golpe de Estado del 22 de marzo, Francia ha suspendido toda su cooperación espontánea con Mali. Mantiene su ayuda a las poblaciones, especialmente la ayuda alimentaria, así como su cooperación en la lucha contra el terrorismo».
(6) Comunicado del 30 de marzo de 2012 mediante el cual el Consejo francófono permanente decidió la «suspensión en ese país de las instancias francófonas, incluida la suspensión de la cooperación multilateral francófona a excepción de los programas que benefician directamente a las poblaciones civiles y de aquellos que pueden colaborar en la vuelta al orden constitucional y al restablecimiento de la democracia» .
(7) Comunicado del pasado 23 de marzo transmitido por Paul Lolo, presidente del Consejo para la paz y la seguridad de la organización panafricana, «El consejo ha decidido que debería suspenderse a Mali sine die toda nueva participación hasta que se reinstale el orden constitucional».
(8) Conferencia de prensa en el Elíseo con ocasión de la visita del Secretario General de la ONU.
(9) Nouvel Observateur , 9 octobre 2012.
(10) Véase nota 1
(11) http://www.algerie1.com/actualite/lalgerie-serait-favorable-a-une-intervention-militaire-au-mali/
(12) Sobre este asunto leer a Thomas Deltombe, L’Islam imaginaire, La Découverte, octubre de 2007 y Sébastien Fontennelle y otros, Les Editocrates, 2009.
(13) Leer sobre este asunto el artículo de Richard Mèmeteau , Le racisme anti-blanc n'existe pas, mais il a gagné .
(14) Houria Bouteljda, portavoz del Partido de los Indígenas de la República y Saïd Bouamama, sociólogo, animador del Foro de la Immigracion y de los Barrios populares .
Mireille Fanon-Mendès-France es la presidenta de la Fundación Franz Fanon, pertenece a la Asociacional de Juristas Democrátas y es miembro del Grupo de Expertos sobre las Personas de Ascendencia Africana del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU.
Fuente : http://frantzfanonfoundation-fondationfrantzfanon.com/?p=1761
Traducido para Rebelión por Susana Merino y revisado por Caty R.