Las escuelas están trabajando presencialmente en plena pandemia. Después de un largo tiempo cerradas en el que se desarrolló el curriculum de forma online, han vuelto a abrir sus puertas de par en par. Han sufrido, han aprendido y han mejorado con la crisis. Ya están de nuevo en acción, enriquecidas por la experiencia. Me he alegrado mucho por ello ya que, como en su momento dije, una pantalla no es una escuela.
Los docentes etán trabajando de manera humilde, sacrificada y persistente en una tarea que es la más delicada, difícil y arriesgada que se le ha encomendado al ser humano en la historia: trabajar con el corazón y con la mente de nuestros niños y jóvenes. En la ciudad de Guadalajara (México) publiqué en 2014 un libro titulado “El Arca de Noé. La escuela salva del diluvio”. Decía allí que solo en ese Arca se pueden salvar las personas del diluvio de la ignoracncia, la desigualdad y la injusticia. Las cuatro partes del libro tienen estos títulos: El océano proceloso, El Arca salvadora, Los valerosos tripulantes y La difícil navegación. Quiero, en estas líneas, rendir un tributo de admiración, gratitud y afecto a quienes cada día acuden apasionadamente a las escuelas para realizar su tarea de enseñar y educar. No siempre son renocidos, respetados y apoyados como merecen. Ni por la política, ni por las familias ni por los propios alumnos y alumnas.
La actividad escolar se está desarrolando de forma eficaz y responsable, de modo que la estricta y disciplinada aplicación de protocolos de seguridad, está consiguiendo que los contagios sean mínimos.
He pasado toda mi vida vinculado a la escuela, una buena parte como estudiante y otra como profesor. Recorrí todo el sistema hasta conseguir el grado de doctor y luego fui profesor en primaria, secundaria y Universidad. Toda la vida.
Mi colega y amigo Rafael Feito publicó en el fatídico 2020 (Editorial La Catarata) un libro con este sugerente título: “¿Qué hace una escuela como tú en un siglo como éste?”. En el prólogo del libro, dice mi también amigo Alejandro Tiana: “Creo que asistimos a un momento de floración de experiencias educativas, lo que pone de manifiesto el valor que muchos conceden a la educación, más allá de las visiones estereotipadas, parciales o suoperciales de la misma, que tanto abundan”.
Antes de leer el libro del profesor Feito, quise dar respuesta a su pregunta. Y me puse más que a pensar a soñar. Tanto es así que al finalizar la elucubración pensé que había modificado el titulo de su libro por ese otro: ¿Qué debería hacer una escuela como tú en un mundo como este?
Todas las escuelas tienen características comunes y, al mismo tiempo, ninguna es exactamente igual a otra. Con la misma legislación, parecido curriculum y similar estructura, cada una es diferente a todas las demás. Ahora bien, todas tienen unos rasgos compartidos. Veamos algunos para entender la práctica profesional de los docentes y la actividad de los escolares.
La escuela es la gran mezcladora social: En ella se encuentran blancos y negros, autóctonos y emigrantes, varones y mujeres, agnósticos y creyentes, payos y gitanos, listos y torpes, gordos y flacos, guapos y feos, ricos y pobres…. Al finalizar la etapa familiar, los niños y las niñas comienzan la socialización en el marco de una institución en la que aprenden a convivir en la diversidad. Y en ella aprenden a relacionarse y a convivir, a respetarse y a compartir el conocimiento y la realidad. En ella se conocen, dialogan y se ayudan.
Todos y todas pueden acudir a ella a pesar de su clase social, de su etnia, de su religión, de su potencial económico. Es la casa común, es el lugar de encuentro, es la plaza mayor de la infancia y de la juventud.
La escuela corrige la desigualdad: A través de la institución escolar las personas pueden romper la condena de la pobreza y de la penuria cultural de la que parten. Gracias a la escuela yo he podido pasar de una familia humilde a estar escribiendo este artículo. Por el camino de la escuela he pasado de un ámbito familiar en el que no había libros a otro en el que puedo tener a mano más de diez mil. Todo se lo debo a la escuela y a los profesionales que me ayudaron a crecer en la cultura.
La escuela enseña la igualdad entre hombres y mujeres: Enla escuela mixta conviven niños y niñas, pero ese simple hecho no es suficiente para hacer eficaces los propósitios de la igualdad. En el año 1984 publiqué en la Editorial Zero Zyx un libro titulado “Coeducar en la escuela. Por una enseñanza no sexista y liberadora”. Y es que la escuela es el espacio en el que se puede formar en principios la igualdad enre hombres y mujeres. Igualdad de derechos, de oportunidades y de dignidad. La escuela es el antídoto del machismo.
En la escuela se lucha contra la filosofía sexista que emana de los textos, las formas de comportarse y de hablar presididas por el patriarcado, que rompe las expectativas discriminatorias sobre las nilas y que propicia el aprendizaje responsable del género.
La escuela enseña a pensar: La escuela no enseña lo que hay que pensar sino a pensar. En ella domina la argumentación, el análisis y la exploración. La escuela es el reino de la exigencia intelectual, del espíritu crítico. Resulta decisivo saber cuáles son las causas y los efectos, tanto en la realidad social como en la vida particular.
La escuela es una institución contrahegemónica: La escuela no está en el vacío, ni en la estratosfera, ni en una campana de cristal. Está en el mundo. La cultura neoliberal que nos envuelve contradice la mayor parte de los principios que defiende la escuela porque se sustenta en el individualismo, la competitividad, el relativismo moral, la obsesion por la efiiacia, la privatización de bienes y servicios, el imperio de las leyes de mercado, la hipertrofia de la imagen, elcapitalismo salvaje… La escuela ha de ir contracorriente, aunque sea más difícil que dejarse arrastrar. La corriente arrastra solo a los peces muertos.
La escuela es el escenario del aprendizaje: En la esuela se aprender se aprende a conocer la cultura, el arte, la lengua, la historia… Se aprende a descubrir el mundo. Ayudados por especialistas en la enseñanza, los alumnos estudian, comprenden, aprenden y comparten el conocimiento del mundo.
La escuela es una isntitución inclusiva: en su afán de enseñar a convivir, recibe a personas con una infinita diversidad. Se honra y se enriquece al recibir a personas con diferentes discapacidades, sabedora de que es una riqueza y no una lacra ayudarlos a aprender y a desarrollar sus capacidades. Es inclusiva también porque atiende a cada uno y a cada una según su personalidad.
La escuela es una institución laica: En ella pueden habitar todas las concepciones religiosas. A todas las acoge y respeta, en el buen entendido de que la formación religiosa ha de hacerse en las parroquias, en las sinagogas o en las mezquitas…
La escuela es una institución en la que se busca la felicidad: La inteligencia es la capacidad de ser felices y de ser buenas personas. La escuela es el espacio de los afectos, en el que las personas se sienten respetadas, queridas y ayudadas a desarrollarse en todas lasdimensiones del ser. La escuela es el reino de lo afectivo.
La escuela es una institución que aprende: Como he explicado en mi libro“La escuela que aprende”, la institución educativa no es solo una institución que enseña; es, sobre todo, una iunstitución que aprende. Para ello hace autocrítica y se abre a la crítica de las familias y de la sociedad.
Esta escuela que defiendo y que deseo para nuestra sociedad ha de ser la niña mimada de la ciudadanía. Porque a todos y a todas nos interesa que exista y que funcione. Porque de ella depende la transformación y el verdadero progeso de la sociedad, un progeso asentado en valores. Porque en ella se forman las personas que van a construir una sociedad más democrática, más justa, más hermosa y más habitable.
Conocerla, apoyarla, amarla, ayudarla es la mayor exigencia democrática de un país. Lo cual no significa aplaudir todo lo que hace sino pensar y exigir que sea la mejor escuela psosible. Nos lo jugamos todo en ello.
El Colegio Oficial de Docentes de Madrid ha propuesto para el Premio Princesa de Asturias 2021 a la Concordia, a los centros educativos, a los docentes del mundo, al personal de administración y servicios y a toda la comunidad educativa por su trabajo frente a la Covid-19. Este artículo es mi humilde apoyo a esa más que justa candidatura.