“¡He descubierto que aquí se juega!”, dice el vividor capitán Renault.
Poco antes de recoger, donosamente, las ganancias que dicho juego le ha proporcionado. Del mismo modo da la sensación, o al menos yo la tengo, de que ahora mismo, ayer, lo más tarde, nos hemos dado cuenta de que los talibanes son horrorosamente, espeluznantemente machistas y le dan muy mala vida a las afganas.
Y, sin embargo, los ahora malos de la película, eran los buenos en Rambo III, en la cual el mocetón se iba a Afganistán a echar una mano a los muyahidines para expulsar a los soviéticos comunistas, malos, muy malos y con muy malasombra. Y de paso a uno de los gobiernos afganos con los cuales las mujeres gozaron de mayor libertad en la historia de ese país, Basta buscar “Revolución de Saur” o Revolución de abril de 1978 en Afganistán para quien quiera entrar en detalles de lo que ocurrió entonces y que explica, en parte lo que ahora ocurre.
Como monjitas de la caridad se ruborizan los países integrantes de la OTAN ante el rápido avance imprevisto de los talibanes que se han hecho con el control del país “rápido y veloz como un reactor” como quería mi padre que acudiese a su presencia cuando así lo requería. En realidad, esos mismos países han estado mimando, alimentando, armando y financiando a los grupos integristas islámicos, muy integristas y muy islámicos, desde mediados de los años setenta del pasado siglo, por aquello de incordiar al bloque comunista. No es nada personal, chaval, pero el dólar es el dólar y se hace lo que haga falta, “otro día, otro dólar” y perdona si sumo a tu país en pleno feudalismo con grave detrimento de la libertad de sus mujeres. Y de cualquiera que no comulgue con el estilo de vida americano. Pero, insisto, no es nada personal.
el abandono del país por la fuerza ocupadora, por su ejército y sus gobernantes, ha hecho posible que, ante el vació de poder, los integristas islámicos se hayan hecho con el control de su país en apenas unos días.
Por supuesto que este opinador por libre no sabe de lo que ocurre en Afganistán más que lo que cuenta la prensa. Como todos por aquí, pero de lo que cuenta la prensa se pueden obtener dos lecturas, al menos. En una de ellas el abandono del país por la fuerza ocupadora, por su ejército y sus gobernantes, ha hecho posible que, ante el vació de poder, los integristas islámicos se hayan hecho con el control de su país en apenas unos días. Luego está la épica talibán y la liberación del califato de los ocupantes extranjeros y de sus gobernantes corruptos que han salido con el rabo entre las piernas, con el bolsillo bien provisto, eso sí, de dinero contante y sonante para pagar un cómodo retiro mientras esperan a ver qué pasa a partir de ahora. Esto es un puro ejercicio de dar una de cal y otra de arena y estoy muy lejos de compartir ninguna de las opciones que acabo de resumir.
En realidad, lo que creo es que sabremos la verdad de lo ocurrido dentro de unos años. Y que el integrismo islámico suní o chií es reprobable en Afganistán, Irán, Arabia Saudí y en cualquier sitio en el que se manifieste. Del mismo modo que lo es el integrismo judío actual. Y tampoco me olvido del integrismo cristiano, especialmente del de los Estados Unidos.
¿Y qué decir de los talibanes de nuestro país a los que les resulta ofensivo un cartel que ofende su sentimiento religioso? O los que califican de putas a las mujeres que no visten de la recatada manera que ellos quisieran. Y como son putas, ¡leña al mono, que es de goma! El machismo e integrismo religioso tiene muchas formas de manifestarse, desde el asuntillo del cartel al miedo de una actriz granadina a que Facebook le censure una foto subida por ella en la que aparece artística y esplendorosamente desnuda. Desnudo subido, precisamente para protestar por el ofensivo cartelillo, aclaro.
Cualquiera que se resista a admitir la variedad sexual, religiosa, de colores de piel, ideológica o de cualquier otro tipo e insista en imponer su visión única de la realidad es un talibán. Aunque vista traje y corbata y asista a misa todos los domingos y fiestas de guardar.
Y dicho esto aclaro que colaboraré económicamente con propuestas destinadas a mejorar las condiciones de las afganas. Fuera y, preferiblemente, dentro de Afganistán.