El intento de aplicar al pie de la letra un texto religioso, para los musulmanes sagrado, que se escribió en el siglo VI en la Arabia beduina, en pleno desierto, en la Alta Edad Media (a menudo acompañado con una serie de dichos y hechos proféticos transmitidos de manera oral) se llama fundamentalismo islámico. De esta forma, si en el texto religioso puede leerse que una mujer hereda la mitad, el fundamentalista, lejos de cualquier consideración histórica de que semejante afirmación fue establecida en un momento en que la sociedad era profundamente machista y permitir que la mujer heredara la mitad suponía un enorme progreso frente a no heredar nada, interpretará la cita al pie de la letra. Si lee que hay que cortar la mano a los ladrones, lejos de considerar que era un castigo esperable en una sociedad basada en el despotismo y la supervivencia, ellos cortarán la mano a los ladrones, en pleno siglo XXI, sin el menor tipo de consideración sobre lo referido en la Carta de Derechos Humanos. Si en alguna parte del corpus religioso puede leerse que beber vino es pecado, ellos aplicarán duros castigos al que beba vino o comercie con él, e incluso pena de muerte; aunque el consumo de vino, whisky y ron sea una práctica corriente en reuniones y fiestas privadas en sociedades y países musulmanes, como por ejemplo Marruecos. Sin embargo, el propio Corán contiene versículos que se contradicen unos con otros: si bien en unos se dirá que no se debe beber vino y en otros se prohíbe, hay versículos en los que se permite su consumo, pero se aconseja beberlo moderadamente. Otro tanto sucede, por ejemplo, con la cuestión del velo.
Para resolver este tipo de contradicciones surgen, posteriormente a la muerte de Mahoma, las llamadas escuelas de jurisprudencia islámica. Van surgiendo varias a lo largo del tiempo, las principales, dentro del islâm sunní (el más ortodoxo), mayoritario en el mundo árabe y musulmán, salvo en Irán y Azerbaiyán, son:
1. El hanafismo, la más abierta a las ideas modernas, considerada más “liberal” (no castiga la blasfemia, permite la consumición de alcohol en cantidades moderadas, permite rezar en idioma no árabe, permite a las mujeres ser jueces, etc.), aunque tradicionalista: permite el consenso y el raciocinio, por este orden, después del Corán y los dichos o hadâ’ith (sg. hadîth; hadices en castellano) auténticos del profeta; es la mayor de las escuelas y es seguida por el 45% de la población musulmana, siendo conocidos sus seguidores como hanafíes; además es la mayoritaria en Turquía, Bajo Egipto, Líbano, Siria, Palestina, Jordania, Centroasia, el Cáucaso y el centro-oeste de Iraq, y fue la mayoritaria, aunque no oficial, en Al-Ándalus; y oficial en los imperios Otomano y Mogol.
2. Malikismo, más restrictiva al intentar seguir a rajatabla las que considera que fueron las prácticas de los musulmanes de Medina, está por ello fuertemente basada en los hadâ’ith, lo que incluye toda una serie dichos “proféticos”, algunos particularmente conservadores: fue la oficial en al-Ándalus y es mayoritaria en la mayor parte del Norte de África (excepto Egipto) y de África Occidental (Magreb y “África Negra” Musulmana), Bahrayn, Kuwayt y Dubay.
3. La hanbalí, que se opone de manera radical a cualquier forma de intromisión de la razón humana en la interpretación del Corán y los hadâ’ith (dichos y hechos), es sin duda la más restrictiva y reaccionaria y ha llegado a ser la mayoritaria en Arabia Saudí, Qatar y parte de Emiratos Árabes Unidos.
4. Y la shafi’í, que está considerada la más flexible, ya que admite el razonamiento analógico y el consenso como fuentes del derecho, y se caracteriza por una metodología sistemática y una aproximación rigurosa al texto, bastante más racional dentro de los límites que impone la religión: la mayoría de los eruditos islámicos son firmes partidarios de esta escuela; pero tan sólo es mayoritaria en partes de Yemen, sureste de Egipto, el cuerno de África, Indonesia y sur de Iraq.
Por su parte, las mayoritarias en el islâm chií (heterodoxo o más innovador respecto al texto sagrado) son la ya`farí (fuertemente basada en el consenso, costumbres y ritos, muchos de ellos de origen preislámico, de la comunidad), en Persia, Azerbaiyán, la mayoría chií de Iraq y las comunidades chiíes del Golfo pérsico, Afganistán, India y Pakistán; y la Zaidí, similar a la hanafí, y mayoritaria entre los chiíes de Yemen.
El wahhabismo
El wahhabismo, interpretación más extremista del islâm, es oficial en Arabia Saudí, y ha sido durante muchos años hasta hoy día financiado y difundido por los jeques saudíes en los países vecinos y comunidades musulmanas en Europa. De esta corriente es de donde emana el integrismo yihadista. Arabia Saudí es el principal aliado en Golfo Pérsico de EEUU e Israel. Hasta hace poco financiaba al grupo integrista yihadista Frente al-Nusra, al que hasta hace poco estaba vinculado Estado Islámico. En la actualidad apoya públicamente, junto a Qatar, a grupos como Ahrâr al-Shâm, de ideología integrista salafista, a los que defienden como “oposición” válida, y a facciones reaccionario-sectarias del Ejército Libro Sirio.
Así, dentro del hanbalismo surge a finales del siglo XVIII el wahhabismo, una corriente todavía más estricta que trata de interpretar el Corán y el hadîth al pie de la letra, introducida en Arabia Saudí por `Abd al-Wahhab y adoptada como oficial por la monarquía de los Sa`ûd, que es la que gobierna hoy en ese país (de ahí Saudí), así como por el emirato de Qatar. Estos países desde que tienen dinero gracias al petróleo y sobre todo desde la segunda mitad del siglo XX se han dedicado a financiar la difusión de esta doctrina radical por todo el mundo árabe y en particular por los países vecinos, así como posteriormente, en las comunidades musulmanes en el exilio. La consecuencia es un aumento paulatino de las interpretaciones rigoristas del Islam que sirve de base social y teológica al integrismo. Se abre camino así el wahhabismo, ideología político-religiosa ultrarreaccionaria, aumentando su base de apoyo en buena parte de países musulmanes, a pesar de que no es aceptada por la mayoría de musulmanes. Asimismo, cuando se abre una mezquita en Europa con capital saudí, casi con total seguridad el imán que será enviado a predicar en esta pertenecerá a la línea wahhabí.
Otro importante foco histórico de irradiación de las doctrinas integristas es el Norte de Pakistán, feudo en la actualidad de los Talibán, que irrumpieran en Kabul y gobernaran con mano de hierro, bajo su dictadura teocrática brutal, Afganistán, aprovechando el desmantelamiento del bloque prosoviético en 1989 y de la URSS en 1991, y la implosión de la República Democrática Afgana, previa pérdida de apoyo externo en el 92, conjuntamente con la fragmentación y división en luchas de poder entre las facciones muyahidines (del árabe muÿâhidîn /muÿhâhidûn, los que practican el ÿihâd).
Precedentes del wahhabismo
El wahhabismo tiene sus precedentes en el salafismo, que significa toda doctrina religiosa islámica que parte de la idea de que es necesario “mirar atrás” (salafa), aproximándose de forma lo más rígida y estrecha posible a lo que se consideran las prácticas originales de los fundadores del islâm, oponiéndose a toda forma de innovación. Esto conduce a interpretar el Corán, el hadîth y la sharî`a o ley islámica lo más al pie de la letra posible, porque se considera que esto es factor de mantenerse apegado a la tradición original, rechazando toda forma de revisión, adaptación a los tiempos, flexibilización, innovación teológica o doctrinal, reforma, apertura, etc. El salafismo no es por tanto una corriente unificada, sino que es una actitud o tendencia doctrinal de la que existen varios ejemplos, ramas y corrientes a lo largo de la historia del Islâm, las cuales tienden a surgir en especial por parte del algunos teólogos en situaciones de crisis económica, política o social. No es un fenómeno reciente y por tanto tiene sus precedentes en el hanbalismo de Ibn Hanbal (s. IX), la primera interpretación literal del islam, mientras Oriente Medio sufría las invasiones mongolas; Ibn Taymiyya y sus discípulos (Ibn Al-Qayyim, Ibn Kathîr y ad-Dhahabi), principales referencias dentro de los movimientos salafistas actuales; los Amorávides, quienes abrazaron la visión rigorista del islâm y llegaron a fundar un imperio que unificó gran parte del occidente musulmán, incluida la mayoría de Al-Ándalus; ibn Tumart, creador del movimiento religioso Almohade, aún más rigorista y salafista que el Almorávide; etc. El movimiento salafista contemporáneo experimenta un renacer gracias a `Abd al-Wahhab, y su lectura literal y puritana ad extremum, adscrita al hanbalismo e inspirada en Ibn Taymiyya a finales del siglo XVIII, respaldada por el mecenazgo de Ibn Sa`ûd, el fundador de la dinastía Saudí.
Movimientos salafistas no hanbalíes en la actualidad. El jomeinismo en Irán.
Otro ejemplo contemporáneo de salafismo no wahhabí, sería el ejemplo del jomeinismo. Doctrina fundamentalista islámica chií, y no adscrita por tanto al hanbalismo (integrismo sunní), surge como movimiento de oposición por derecha al régimen fascista del Pâdî Shâh de Persia, anterior a 1979. Es liderado por clérigos iraníes, de marcado discurso ultraconservador-reaccionario, que asocian el autoritarismo del Shâh a su proximidad política a Occidente y su “libertinaje”, centrándose en esto último. Con ello se referían a la creciente apertura en el ámbito sexual (similar a la del franquismo en las últimas etapas del régimen) y en cuanto a usos y costumbres de la sociedad iraní, particularmente occidentalizada, sobre todo en el ámbito urbano. Reaccionan frente al Shâh por su carácter “libertino” y decadente más que autoritario, y cifran como máxima solución a este alejamiento de los valores del islâm el apego a ultranza a la tradición de los textos sagrados, retomando el tópico de la “sálafa” ó “sálaf”, en una clara analogía o hilo de continuidad con el resto de tendencias salafiyyât. Es un movimiento que obtiene su máximo apoyo en el ámbito rural. Posteriormente a su llegada al poder emprende el encarcelamiento y asesinato indiscriminado de la izquierda, que hubiera inicialmente liderado el movimiento conocido como Revolución Iraní de 1979, alejando así el proceso de cambio político de la senda del socialismo revolucionario, y desempeñando así un papel abiertamente contrarrevolucionario. Juegan una doble labor: anti-comunista y fundamentalista “anti-occidental”.
Este movimiento supuso un punto de inflexión importante en el aumento y difusión de las tendencias fundamentalistas islámicas en todo el mundo musulmán (en muchas partes del mismo casi abandonadas), las cuales apoyaron, difundieron e incluso financiaron, así como del apoyo y crecimiento del terrorismo islámico. Esta tendencia al retroceso religioso-cultural se vio incrementada tras la caída del bloque soviético, en especial en las repúblicas ex-soviéticas islámicas, donde pasa a convertirse en un elemento identitario. Al tiempo que imponían el uso del chador (tipo de velo semi-integral) y prohibían todo tipo de manifestaciones culturales consideradas “influencia occidental”, o predicaban valores como “el sacrificio” por obtener la llave al paraíso, los jomeinistas llegaron a animar al asesinato de autores en el resto del mundo por considerar que el contenido de sus libros “blasfemaban contra el islam”. Tal es el caso del autor angloindio Salman Rushdie, por el cual Jomeini emitió una fatua llamando a la ejecución del escritor, acusado de blasfemia contra el islam por su libro Los versos satánicos, publicado en 1988. A pesar de que Rushdie se arrepintió públicamente por “la angustia” que la publicación pudiera haber ocasionado “a los seguidores sinceros del islam”, la fatua nunca fue revocada. Según Jomeini, “Incluso si Salman Rushdie se arrepiente y llega a convertirse en el hombre más piadoso de todos los tiempos, es obligatorio que cualquier musulmán entregue todo lo que tenga, su vida y su bienestar, para enviarlo al infierno”. Nunca llegaron a poder matar al escritor, pero sí a su traductor al japonés, Hitoshi Igarashi, que fue apuñalado repetidamente en la cara y los brazos por un asaltante desconocido, en su despacho de la Universidad de Tsukuba, en Ibaraki, Japón. Su traductor al italiano, Ettore Capriolo, tuvo más suerte y sobrevivió a un atentado similar en Milán, tan sólo nueve días antes de la muerte de Igarashi.
Difusión sin precedentes del wahhabismo militar. La tragedia de Estado Islámico
Estado Islámico es la escisión más importante y reciente de Al-Qaeda, hasta hace poco el principal exponente mundial del wahhabismo y salafismo armados. Surge como la rama iraquí de Al-Qaeda, también llamada Al-Qaeda en Iraq. En el curso de la Guerra Civil Siria, a medida que, merced de la creciente financiación saudí, Frente al-Nusra gana terreno a costa de la fragmentación, debilidad y disposición a colaborar de un Ejército Libre Sirio cada vez más precario y hegemonizado por ideologías islamista-sectarias y salafistas, Al-Qaeda sufre una importante escisión.
Debido a luchas de poder y diferencias de concepto sobre cómo desarrollar la insurgencia, los líderes de Al-Qaeda en el Iraq deciden romper de facto con Al-Qaeda en Siria (Frente al-Nusra), y pasan a autodenominarse Estado Islámico en el Iraq y Shâm (denominación de la antigua Gran Siria, traducido a veces como “Levante”), conocido en la prensa internacional como ISIS, por sus siglas en inglés, y Dâ`esh, por sus siglas en árabe. Éste aprovecha el apoyo de excrecencias y antiguos caudillos militares sunníes del Ba`ath iraquí, así como el estallido de importantes tormentas de arena que imposibilitaron durante días el uso efectivo de la aviación iraquí, para levantarse en armas contra el gobierno de Bagdâd. Ocupan en pocos días importantes pozos petroleros y localidades del Norte del Iraq árabe, y llegan a tomar finalmente Mosul, en una operación relámpago. Esta provoca la desbandada de refugiados políticos, kurdos, asirios, cristianos, yazidíes, y sunníes laicos hacia el Kurdistán iraquí. Juegan con la baza del descontento de las poblaciones sunníes del Norte de Iraq hacia la política del corrupto gobierno sectario-chií de Bagdâd, que sistemáticamente coloca a sus gentes en los principales cargos y puestos de empleo de las instituciones públicas segregando, discriminando y bloqueando del acceso a ellas a la población sunní.
En muchos casos, las fuerzas armadas del ejército sectario-chií, en su mayoría chiíes, se retiran de sus posiciones en zonas de mayoría sunní sin apenas ofrecer resistencia. Esto favoreció la rápida caída de Mosul, y bastante posteriormente Ramâdî. Una vez consolidado en el norte de Iraq, Estado Islámico en el Iraq y Siria declara la guerra a Frente al-Nusra y al Ejército Libre Sirio, procediendo a la rápida y paulatina conquista de importantes bolsas del territorio controlado por éstos. Esto permite a Dâ`esh controlar una importante y vasta región entre el noroeste de Iraq y el centro-este de Siria. Este territorio se reduce, sin embargo, en la mayoría de casos, a territorio desértico, la presencia en carreteras, parte de los ríos Tigris y Éufrates, y varias ciudades, así como algunas áreas rurales y sus localidades. Su principal valor estratégico es una importante red de carreteras, autovías y vías de suministro que se extienden sin interrupción desde un extremo al otro del área que controlan, pudiendo movilizar constantemente unidades y combatientes a distintos frentes, y retroalimentando los frentes.
Cuentan además con algunos puestos fronterizos con Turquía, de carácter estratégico para el abastecimiento de suministros. Se los arrebatan a la oposición armada siria, Frente al-Nusra, el régimen de Damasco y los kurdos, contando así con rutas de suministros ininterrumpidos y con el flujo constante de exportaciones petroleras, armas y combatientes. Es así como en poco tiempo pasan a constituir una de las redes criminales más millonarios del mundo. Entonces pasan a autoproclamarse como Estado Islámico, desbancando paulatinamente a Al-Qaeda como principal organización terrorista mundial, y como máximo exponente del wahhabismo, y declarando a Raqqa como capital de un nuevo para-Estado teocrático y proclamando la restauración del califato.
Dónde nos encontramos. La amenaza del fascismo religioso en el mundo islámico, y del fascismo xenófobo en EEUU y Europa
Así, con los triunfos militares de Estado Islámico éste ha logrado establecerse en zonas enteras de Siria e Iraq, lo que le ha permitido poner en marcha una maquinaria estatal o paraestatal aplicando su fundamentalismo religioso, elevándolo a la categoría de ley de Estado. Gracias a los pozos de petróleo y a sus medios de financiación mafiosa han pasado a ser la organización terrorista más rica del mundo. Y utilizan parte de ese dinero para poner en marcha una enorme maquinaria propagandística con la que tratan de ganar adeptos en las comunidades musulmanas de todo el mundo.
Gracias a esto han comenzado a ganar popularidad entre un sector de gente que se siente perdida con su modo de vida o sin acceso a empleos; o que se siente descontenta con el capitalismo o con cómo éste discrimina a las minorías árabes en los países occidentales, a la par que el imperialismo emprende guerras de rapiña en países árabes o musulmanes y masacra a civiles sin que la prensa occidental se queje. Han creído que la religión y el tradicionalismo es la respuesta a eso: creen ver en un mayor apego a los valores del islam literal, del Corán y a los valores tradicionales arcaicos de sus sociedades la alternativa: creen que el problema es que no se aplica a rajatabla la sharî`a, o ley islámica, en las sociedades modernas. Son salafiyyûn (salafistas). Quieren “volver atrás”.
Así, creen que cuanto más al pie de la letra o a rajatabla se aplique el Corán y el hadîth mejor: van más allá de la tradición, quieren volver a un pasado considerado esplendoroso, como cuna u origen de una correcta aplicación de la sharî`a. Consideran que las sociedades musulmanas actuales se han alejado de una verdadera práctica del Islam, que cifran en la sociedad islámica alto-medieval en época del Profeta Mahoma, que idealizan.
En contraparte, el crecimiento de este fenómeno en las comunidades musulmanas en Europa y EEUU abona el terreno al crecimiento del fascismo de corte racista e islamófobo, en una eterna lucha de falsos opuestos que se retroalimentan.
Cómo trata la prensa liberal “occidental” la cuestión del fundamentalismo islámico
Bien, establecidas las bases para entender cómo y por qué surge el fundamentalismo religioso, y en particular el fundamentalismo religioso contemporáneo, la mayoría de cuyas corrientes derivan o están fuertemente influenciadas por la doctrina wahhabí, en el caso del sunnismo, y por el jomeinismo como movimiento político-religioso en el caso del chiísmo, pasemos a analizar cómo tiende a tratar la información la prensa neoliberal, ante un hecho como el de los atentados contra varios periodistas de la famosa revista que publicó las caricaturas de Mahoma; los atentados del concierto y del centro turístico de París, ó los de Bélgica: Se limitan a mostrar los hechos sin profundizar en sus causas u orígenes, recalcando la adscripción del grupo ejecutor al yihadismo, posiblemente vinculado a Estado Islámico o Alqaeda, pero sin situar en su contexto histórico-político y religioso a tales grupos. De esta manera, mucha gente poco familiarizada con las religiones de Oriente Medio y las distintas escuelas, corrientes y movimientos político-religiosos dentro del Islâm, pueden llegar a hacer la generalización fácil de que todos los musulmanes son fanáticos, y no es así.
Es una minoría, financiada y difundida además con dinero por el principal aliado de EEUU e Israel en la zona, Arabia Saudí. Esta es la información que no dicen los medios como CNN o las principales agencias periodísticas como EFE. No dicen que Estado Islámico, o su predecesor, Al-Qaeda en Iraq y demás grupos previos, fue financiado por grandes jerarcas y magnates saudíes desde hace años incluso estando EEUU sobre el terreno tras la invasión y ocupación de Iraq, y que apenas se enfrentaban con las tropas yanquis; se ocupaban de matar a gente iraquí por conductas o adscripciones religiosas consideradas “heréticas”. Hasta que, con suficiente financiación, armamento y base de poder, en una situación en que la autoridad del gobierno títere chií pro-iraní tolerado y apoyado por EEUU se veía mermada, dada su política sectaria hacia los sunníes, que afectaba particularmente a las zonas de mayoría sunní del Norte y Oeste del país, decidieron atacar al gobierno, logrando apoderarse de los pozos de petróleo y amenazando las bases yanquis a su paso por el norte del país, con aplastante éxito. Eso es lo que no dicen.
No dicen que EEUU y la UE ya tienen un enemigo al que subrayar para disipar la lucha de clases; ya tienen una inminente guerra neocolonial preparada, gracias a Dâ`esh; les importa poco que mueran civiles allí al bombardear de forma indiscriminada. Tanto en el caso de los bombardeos indiscriminados (a menudo utilizando drones pilotados por adolescentes “expertos en videojuegos”, pero sin formación militar, desde California); como en el caso de los atentados que en represalia continúan ocurriendo en una suerte de goteo prolongado pero inexorable aquí o en el propio mundo musulmán, en zonas de mayoría chií (Líbano, Iraq), no fundamentalista (como Pakistán), o turística (como Túnez), como siempre los que tienden a morir son miembros de la clase trabajadora.
La negativa a atajar las causas del fundamentalismo wahhabí
Permitiendo que sus aliados Arabia Saudí y Qatar continúen financiendo y extendiendo esta corriente por el mundo árabe y en las comunidades musulmanas en Europa, y aplicándola en su propio territorio, se está alimentando el terrorismo, que golpea tanto en el mundo árabe y musulmán como en Europa y Norteamérica. A las mezquitas que se tienden a abrir en Europa con capital saudí, suelen mandar a imanes integristas, constituyendo un potencial caladero de yihadismo. De hecho, los que cometieron el atentado en Francia hablaban perfecto francés; no eran iraquíes. Tienen, así pues, su excusa para atacar de nuevo; de no hacer nada, lo que surgirá es un monstruo. Pueden atacar y la opinión pública lo verá bien; asimismo, si no atacan ni proveen ayuda a los únicos regímenes y actores político-militares interesados en acabar con Estado Islámico, ese monstruo va a seguir alimentándose.
Mientras, se afanan en derribar al régimen sirio a través de “mano de obra” mercenaria. Imposibilitan actuar así, con autonomía, por medios cívicos y políticos, a las fuerzas vivas del país, que se ven varadas por el miedo y la amenaza constante del terror salafista, en espera de que el régimen de Damasco gane terreno merced a la ayuda de los bombardeos de la aviación rusa. Desequilibran, todavía más el frágil y complejo balance de fuerzas en la región.
A pesar de ser una dictadura corrupta y autoritaria, el régimen sirio es el único actor potencial que tiene capacidad militar suficiente para hacer frente al yihadismo en la mayor parte del territorio sirio: eso crea un juego de equilibrios peligroso, con ninguna potencial alternativa para la población civil, más allá de la Región Federal pro-kurda circunscrita únicamente a áreas del norte del país.
En el resto de Siria, la población se ve rehén de tener que padecer un monopolio del poder que se torna en autoritarismo político y excesos militares y policíacos allí donde es desfiado por actores políticos significativos (tanto a su izquierda como a su derecha), con el uso de arrestos, torturas y asesinatos políticos a disidentes en el peor de los casos, o el abuso de artillería contra zonas pobladas por civiles, toda vez que la alternativa principal, el wahhabismo, persevere en implantar su totalitarismo religioso, el machismo exacerbado, la persecución y asesinato de minorías y sectores laicos o disidentes, la imposición de valores arcaicos y reaccionarios, la vuelta a instituciones medievales, la destrucción de patrimonio, el terrorismo y otros crímenes de lesa humanidad, representado todo ello por el auge de organizaciones takfiristas como Estado Islámico y Frente al-Nusra.
La guerra sucia o “mercenaria”. Nueva modalidad de intervencionismo extranjero
Así, ante semejante atolladero, las potencias, lejos de mantenerse al margen, anteponen sus intereses geopolíticos de debilitar al régimen asadista (mucho mejor alternativa en lo económico, cultural y religioso) antes que quitarse la lacra de Estado Islámico, mientras siguen financiando a mercenarios “moderados” del Ejército Libre Sirio afín a Turquía y dejando que Arabia Saudí y Qatar financien a mercenarios radicales de Ahrâr al-Shâm, la Hermandad Musulmana ó Frente al-Nusra, sin ver que esto, a la par que debilita al régimen mafioso de Asad, fortalece considerablemente las posiciones de Estado islámico e imposibilitan o hieren de muerte los anticuerpos necesarios para una transición política progresista, latentes en la sociedad siria, pero que en nada interesan a “Occidente” y su imperialismo, mucho menos a sus aliados regionales (Turquía, Qatar, Israel y Arabia Saudí).
Entretanto, Turquía deja pasar por sus fronteras a individuos cuyo único objetivo es engrosar las filas de Dâ`esh, al tiempo que niega el envío de ayuda humanitaria, militar y de personal por frontera a la izquierda kurdo-siria, afín al partido independentista kurdo-turco PKK, que considera su mortal enemigo, y no bastados con esto, realizan su propia guerra indiscriminada de bombardeos a posiciones del partido-milicia kurdo en Iraq y Turquía.
Israel por su parte, se ve satisfecha, porque eso refuerza la imagen negativa de los árabes ante la opinión pública internacional, permitiéndole seguir cometiendo sus atrocidades con los palestinos, a los que acusan irracionalmente de estar bajo la aureola de influencia de Estado Islámico, en tanto el propio Estado de Israel se dedican a curar heridos de Frente al-Nusra (quienes tienen amenazadas de muerte a las minorías drusas del suroeste de Siria) y el Ejército Libre Sirio.
Choque de barbaries
Así, vemos cómo la existencia del fundamentalismo islámico favorece el auge del racismo e islamofobia de derecha y extrema derecha, y por extensión del neofascismo, en centro-Europa, a la vez que crea un clima favorable a nuevas intervenciones por parte del imperialismo que distrae la atención de los problemas sociales, con miras a disipar a medio plazo el descontento, contener el malestar social y debilitar la lucha de clases, ante la posibilidad de una escalada bélica. Es el último recurso de la burguesía (aunque no el único) para tratar de debilitar cualquier conato de oposición sindical y política.
Por todas estas razones, a quien escribe estas líneas no le huelga más motivo que decir: ¡Estado islámico es la oposición que al capitalismo norteamericano y europeo le interesa!