Fijado el día de la mujer trabajadora, es evidente el papel que tendríamos que jugar las buenas personas, que ha de ser el papel de la igualdad.
- 8 de marzo. No es igual día de la mujer que día de la mujer trabajadora. Una sociedad como la nuestra, que no tiene claro, ni teóricamente, el trabajo, se puede hacer un lío, pero, como no es el tema, vamos a suponer que trabajo en las mujeres incluye todo lo que por obligación les «guste o no» tienen que hacer y hacen, desde llevar la casa hasta cuidar personas a su cargo, menores y mayores. A mujer le quitas la función doméstica derivada de la maternidad y le estás quitando lo específico que vendrá después o a la vez en el mundo laboral: el techo de cristal que va desviando a las hembras en la carrera con los varones, techo que «cuando es asumido» se hace sarna con gusto, puro chapapote que impide despegar: el pegajoso asfalto. Día de la mujer (sin trabajadora) podría ser el día de la mujer objeto, el de la mujer consumo o el de la mujer especie o género, sin que a nada de eso le veamos mucho sentido. La mujer trabajadora es la que sufre la doble explotación, por mujer y por trabajadora, y de luchar contra eso se trata: doble explotación que padece mi asistenta ecuatoriana, nada que ver con la princesa o la modelo; doble explotación que es también la de las empleadas de El Corte Inglés en comparación con sus encorbatados jefes.
- Fijado el día de la mujer trabajadora, es evidente el papel que tendríamos que jugar las buenas personas, que ha de ser el papel de la igualdad. Con igualdad resuelvo el 8 de marzo y el 25 de noviembre: la doble explotación y la violencia, frutas podridas las dos de la desigualdad. Mientras no aborde la desigualdad, el 8 de marzo va camino de otra jornada en dibujitos y recortables como fue el día de la paz; allí con Gandhis y palomas, aquí con príncipes y cenicientas.
- Si queremos un 8 de marzo de verdad y no recortable, ya podemos ir contando lo que pasa, que es cuento viejo y fácil de contar. Si estamos en clase: qué vergüenza que haya colegios no mixtos. Si llevan uniforme: qué uniforme, si no es unisex. Si estamos vigilando el recreo: quién ocupa el centro del patio, sino los zagalones con sus pelotazos; ellas al margen, en otro mundo. Son tan obvias las raíces de la desigualdad, desde la muñeca y la escopeta que traen los reyes magos, que parecen ganas de hacernos hablar, de cubrir un expediente a la moda micro relato «más ingenio que compromiso», que mañana será otro día.
- En vez de hablar, que el poder ejerza sus poderes, que los tiene, y en tres frentes: política interior, política de inmigración y política internacional.
a) En política interior, en España no es difícil legislar la igualdad. De hecho, en muchos sectores la equiparación se da por conseguida o, al menos, no nos cabe en la cabeza otra cosa que no sea la igualdad cien por cien. No es poco.
b) En inmigración, habría que poner como requisito de integración la igualdad absoluta varones hembras, indumentaria incluida, llámese pañuelo islámico, religión, cultura o costumbres. Con combatir las malas prácticas de la vieja España ya tenemos bastante, como para combatir encima las malas prácticas de las costumbres ajenas. Es igualdad funcional y democrática, no xenofobia.
c) En política exterior, España debería cuestionarse sus relaciones diplomáticas y de comercio justo con aquellos países o Estados que legislan o consienten la triple vía, masculina, femenina y homófoba, de la vida. La lista es amplia e incluye siglas y naciones dolorosamente próximas, queridas o aliadas.
- Hechos los deberes de la política, podremos en el colegio o en el instituto decir a boca llena a nuestros cursos qué significa el 8 de marzo y cómo es nuestro deber y el suyo cambiar los tópicos y los típicos roles que nos han echado como hombres varones y como hombres mujeres desde mucho antes de nacer. Entonces les diremos qué esconde el te querré siempre, prinsesita en el móvil de la muchacha o en las paredes de su casa. Qué significan la parienta y el piropo.
Archivos de imagen relacionados