La prohibición de la abaya (un largo vestido tradicional de los países musulmanes) en los colegios y liceos franceses generó una profunda controversia. En los últimos años, la escuela se ha convertido en el centro de los debates sobre la laicidad en un país que apuesta por un espacio neutro de signos religiosos para que los alumnos puedan practicar su libertad de opinión. ¿Estas reglas y prohibiciones, que le apuntan a una minoría, están eclipsando los problemas sociales del país? Hablamos con Benoît Mergola, ingeniero en ciencias humanas aplicadas y experto en laicidad.
El inicio del curso escolar francés se ha visto sacudido por un nuevo debate social sobre la cuestión de la laicidad y su aplicación en el espacio público después de que llevar la abaya y el qamis (su equivalente masculino) fuera prohibido en las escuelas francesas. El lunes 4 de septiembre, alrededor de 300 alumnas se presentaron llevando la abaya y 67 no pudieron entrar a clase por negarse a quitárselo.
El ministro de Educación Gabriel Attal, protagonista de la decisión, afirmó aplicar la ley de 2004 que prohíbe, en los colegios y liceos, llevar signos o vestimenta manifestando ostensiblemente una afiliación religiosa. Una decisión tomada, según el funcionario, para responder a un aumento de las “infracciones a la laicidad” en las escuelas.
Según cifras de la educación nacional, el porte de signos y vestimenta religiosos en las escuelas aumentó un 150% en un año. Sin embargo, este fenómeno les concierne a solo unos 150 establecimientos entre los 11.000 que existen en Francia.
France 24 habló con Benoît Mergola, formador nacional del programa ‘Valores de la República y Laicidad’ en la región Provencia Alpes y Costa Azul. Entrena a otros formadores y profesionales en laicidad desde 2015. También es antropólogo de la religión especializado en el islam.
France 24: ¿Nos puede dar un contexto breve de la abaya y su importancia para las musulmanas?
Benoît Mergola: La abaya es una vestimenta mayoritariamente llevada en los países de Asia Menor, Arabia Saudita, un poco en Egipto y en los países magrebíes. Este atuendo se exportó desde estos países hacia otros como Francia. Existen mil razones por las cuales la gente lleva la abaya. Unas personas la eligen para andar tranquilas en el barrio, otras por estética, otras por tradición cultural, etc.
Desde la semana pasada, el ministerio de Educación Nacional ha decretado que es una vestimenta religiosa, ya que el Consejo de Estado validó la interdicción de la abaya y el qamis, al igual que otros cinco signos religiosos ya prohibidos en las escuelas.
France 24: ¿Varios profesores se indignaron contra una medida que consideran discriminatoria, otros la esperaban y la recibieron con alivio, como interpretar ambas reacciones?
B.M.: De hecho, hay algunos profesores que se sienten protegidos por las nuevas directrices y piensan que así podrán enseñar tranquilamente. Y hay otro grupo que dice que no, que eso no es lo que dice la laicidad, que la libertad debe prevalecer y que es posible discutir el tema con los alumnos, transformándolos en ciudadanos, sin deber imponer una restricción. Hay varias corrientes dentro del cuerpo docente, sin embargo, para ser honesto, de los 900.000 profesores, no todos están preocupados por la cuestión de la abaya.
Además, el término “infracción a la laicidad” a nosotros los formadores no nos gusta, podemos infringir el código de la educación, pero no podemos infringir una libertad, eso es contradictorio.
France 24: ¿Por qué llegó ahora la prohibición de llevar la abaya en las escuelas francesas?
B.M.: El problema de los signos en Francia es antiguo. Ya se hacía la pregunta de prohibir o no la sotana en 1905 en el momento que fue votada la ley sobre la separación del Estado y la Iglesia. Después, la cuestión de llevar el velo islámico en la escuela llevó a una nueva ley en 2004 prohibiendo los signos ostensibles en la escuela.
Se considera que los alumnos necesitan estar en un clima donde ninguna convicción les es impuesta. Cuando sean mayores podrán elegir, pero ahora están en una etapa de su vida en la cual necesitan crecer sin estar influenciados por sus compañeros.
También se operó un cambio con los atentados de Charlie Hebdo (en 2015) y los que siguieron. Parte de la sociedad se sintió atacada por estas perspectivas políticas y se tuvo la impresión de una “islamización” de la sociedad francesa. Los políticos empezaron a enfocarse en la temática de los atentados y quisieron impedir una supuesta “islamización” dentro de la escuela.
Ahora existe una amalgama real en Francia, la gente no logra hacer la diferencia entre el tema del terrorismo islamista, el salafismo, etc. y el hecho de ser musulmán.
France 24: ¿Este tipo de decisión permite unir a los estudiantes bajo los valores de la República o los divide aún más?
B.M.: Puede tener efectos positivos, vemos, por ejemplo, que la ley de 2004 sobre el velo islámico, creó una regla. Las chicas se quitan el velo antes de entrar a la escuela y se conforman a la norma.
Sin embargo, lo que casi nunca se menciona es que desde 2004, se multiplicaron las escuelas coránicas. No es la mayoría de casos, pero vemos un intento de sacar a algunos estudiantes del seno de la República y es completamente contraproductivo.
Otro problema es que crea un tabú, es decir que los profesores confunden el deber de neutralidad con el hecho de dejar totalmente al lado una temática.
Tengo testimonios de profesores que formo que me dicen “no quiero tomar riesgos y acabar como Samuel Paty (profesor asesinado a manos de un radical en 2020 por mostrar caricaturas del profeta Mahoma a sus alumnos) y encontrarme con una familia de fanáticos”.
Se excluyó por completo la esfera de la religión de la escuela republicana y es un error fundamental. ¿Cómo se puede entender al otro si no se entiende lo que cree profundamente?
France 24: ¿Por qué estas cuestiones de laicidad chocan más con el islam que con otras religiones?
B.M.: Primero, por razones históricas. La primera lucha de Francia fue la lucha contra la Iglesia católica. Pero después de la ley de 1905, los católicos asimilaron el principio de laicidad, se excluyeron ellos mismos del espacio público y abandonaron la parte de reivindicación de su religión. El islam llegó después, cuando tuvieron lugar las olas de descolonización. Ahí es cuando se empezó a cuestionar los valores de la República y las costumbres con el tema del velo, de la abaya, de la oración.
También hay un aspecto socio-económico. Dentro de todas las olas de inmigración que llegaron después de la segunda guerra mundial, los únicos que se quedaron en los barrios pobres son los provenientes del Magreb. Los otros, los italianos, españoles, poloneses, portugueses salieron de los barrios populares y accedieron a la clase media. Hubo una segregación social y hay un racismo anclado en la sociedad francesa que es difícil cambiar. Hoy si eres negro en Francia tienes ocho veces más posibilidades de que te pare la policía.
Parte de la población se encuentra en una situación de “ni-ni”, no están asimilados a Francia o considerados como franceses y cuando vuelven a su país de origen, los países donde sus padres nacieron, tampoco se sienten ciudadanos allá. Cuando no sabemos quiénes somos, intentamos apoyarnos en símbolos que se nos escapan, como la abaya.
France 24: ¿Por qué los debates sobre la abaya, el burkini o el velo islámico toman más espacio en el espacio público francés que en otros países?
B.M.: Francia es un país que no reconoce las particularidades culturales respecto a la ciudadanía. Para ser ciudadano francés, las convicciones personales, el color de piel y el origen no importan en teoría. La comunidad tiene una importancia superior a la individualidad.
Es distinto en otros países, que se construyeron primero como naciones antes de construirse como Estado, como Inglaterra, por ejemplo, donde existe el multiculturalismo. Uno puede ser funcionario público y llevar un turbante, lo que no es posible en Francia, ya que el funcionario tiene un deber de neutralidad absoluto.
France 24: ¿Hay una instrumentalización política de la cuestión de la laicidad?
B.M.: Evidentemente. La instrumentalización se hace todos los días. Los políticos y los medios de comunicación no hablan en nombre de la ley francesa, hablan en nombre de una ideología. De hecho, muchos medios de comunicación están en las manos de personas que han verbalizado que están en un combate civilizacional contra el islam, como ‘CNews’ por ejemplo.
Desde que soy formador, no he escuchado a ningún político hablar de la laicidad tal y como está presentada en el derecho francés. ¿Por qué? Porque si admiten que la ley está bien hecha y que la laicidad está bien explicada, deben reposicionar los problemas de la sociedad sobre otros temas, como la escuela, la repartición de la riqueza, el alojamiento, la ecología. Para mí, es la razón única de todas las problemáticas que tenemos desde hace 20 años.
La escuela se ha politizado. Hay que recordar que el ministro de Educación Nacional, que hace parte de uno de los ministerios más importantes en términos de presupuesto y que coordina a 12 millones de alumnos, enfocó la vuelta a la escuela sobre el caso de solo 67 alumnas que se negaron a quitarse la abaya.
France 24: ¿Cuál es el principio fundamental de la laicidad en Francia y de dónde viene?
B.M.: Históricamente, la gente se dio cuenta que el poder absoluto de un rey por derecho divino no permitía a todos vivir bien. Antes de 1789, había dos castas, la del clero y los nobles, que tenían todos los privilegios, y los otros, que no tenían ningún privilegio. Los revolucionarios erigieron como valor fundamental el derecho a la propiedad y la libertad de conciencia (“nadie puede ser molestado por sus opiniones, incluidas las religiosas, siempre que sus manifestaciones no perturben el orden público”, según el artículo 10 de la declaración de los Derechos Humanos de 1789).
El libre ejercicio del culto, la neutralidad del Estado, la igualdad de todos y la fraternidad son los principios de la ley de 1905. A lo largo del tiempo, se desarrollaron más normas permitiendo a la gente existir en su fe sin estar penalizado por sus creencias.
Pero vemos que, aunque muchas personas que vienen en formación conocen el término laicidad, no son capaces de definirlo. Los sondeos enseñan que los jóvenes tienen una visión más justa de lo que es porque lo estudiaron en la escuela. Naturalmente, explican que se trata de la libertad religiosa, por ejemplo, o la libertad de conciencia. Mientras que los que nacieron antes de los años 90 generalmente tienen una visión reductora de la laicidad y lo ven como una lista de prohibiciones.
France 24: ¿Es compatible la ley de 2004 con la idea de libertad de culto expresada en el artículo 9 de la Convención Europea de los Derechos Humanos?
B.M.: La ley de 2004 no es la interdicción de los signos en la escuela, como muchos profesores entendieron. Los alumnos tienen derecho a signos discretos, pero no tienen derecho a hacer proselitismo o a impedir el buen funcionamiento de la enseñanza.
No tengo duda sobre el hecho de que esta ley sea compatible con la Convención Europea de los Derechos Humanos. Según el Consejo de Estado, prohibir la abaya no restringe una libertad fundamental. No es porque una alumna no puede llevar la abaya en la escuela que no puede creer y ejercer su religión afuera. Sin embargo, unas asociaciones hicieron otros recursos a nivel europeo, entonces veremos lo que pasará tras el proceso jurídico.
El principio de laicidad formulado en 1905 es la clave de la integración francesa. Es la única forma, en un país tan diverso, de poder vivir juntos. Es la capacidad de no estar de acuerdo con su vecino, pero de poder hablarse igualmente. Siempre que se entienda correctamente, la laicidad es una herramienta extraordinaria para la emancipación y la convivencia.
France24: ¿Es posible que vengan más prohibiciones para las minorías religiosas en Francia?
B.M.: La ley de 2004 ya era bastante clara, según mi punto de vista, entre lo que era posible o no dentro de la escuela respecto a los signos religiosos. Pero después de la abaya, habrá seguramente debates sobre otras vestimentas y habrá dos posibilidades: dialogar con las familias y usar la ley, o añadir algo más en la lista de los signos prohibidos.