Y fundamento básico de la libertad real es la formación de la libre conciencia ética de las personas. Por ello el Estado republicano debe ser laico, radicalmente laico, sin rémoras religiosas de ningún tipo.
El artículo primero de la Constitución aprobada por el Parlamento de la II República Española es el mejor resumen que puede hacerse del pensamiento republicano, de su profunda raíz democrática, de sus valores de igualdad y fraternidad.
La defensa de la República es mucho más que la opción por una u otra forma de elección de la Jefatura del Estado. Aunque se limitara a ello, ya sería suficiente, porque repugna a toda lógica democrática que cualquier persona pueda asumir un poder del Estado por mero derecho de herencia, como si la sociedad fuera una mercancía que se puede transmitir de padres a hijos igual que la vivienda familiar, y que además se le tenga que rendir pleitesía.
La República que tenemos que conseguir entre todos no es sólo una forma de Estado, o la posibilidad de elegir al Jefe del Estado. Es mucho más; es la construcción de una sociedad de iguales, de personas libres, de trabajadores de toda clase, una sociedad en la que no hay sitio para los parásitos ni para los privilegios.
Los valores republicanos, por su universalidad, siguen absolutamente vigentes y son hoy más necesarios que nunca. La libertad, la igualdad, la virtud cívica, el respeto de los derechos humanos, son los pilares de la democracia.
Y fundamento básico de la libertad real es la formación de la libre conciencia ética de las personas. Por ello el Estado republicano debe ser laico, radicalmente laico, sin rémoras religiosas de ningún tipo. La práctica religiosa es una decisión personal, cuyo ejercicio debe garantizarse con el máximo respecto a la conciencia y a la privacidad, pero en modo alguno puede condicionar al conjunto de la sociedad; es incompatible con la sociedad republicana a la que aspiramos la pervivencia de actitudes medievales de sometimiento de cargos públicos a la simbología de cargos públicos, las advocaciones a las que nos tienen acostumbrados, la participación de las instituciones públicas en actos religiosos. Por supuesto, debe desterrarse de la educación pública el adoctrinamiento en determinadas religiones que aún subsiste por la falta de coraje cívico de un gobierno que pese a su supuesto ideario ha vuelto a inclinar la cabeza ante el poder eclesiástico.
También en la ciudad son fundamentales los valores republicanos. Una ciudad republicana es aquella que se sustenta en una sociedad libre e igualitaria, en la que la participación es una constante y las decisiones emanan desde los ciudadanos, una ciudad en la que su Ayuntamiento no es un centro de poder sino el instrumento de ejecución de las decisiones adoptadas democráticamente por el pueblo en los órganos de participación de sus barrios y sus comunidades; una ciudad republicana es aquella en la que su alcalde es uno más de sus vecinos y no un déspota que puede hacer y deshacer a su antojo, tratando con prepotencia a los que no se someten a su voluntad. Una ciudad republicana es aquella en la que sus habitantes son ciudadanos y no súbditos.
Por ello, en el 80 aniversario de la II República Española no podemos quedarnos en la nostalgia, el mejor homenaje que podemos hacer a quienes tan generosamente trabajaron, lucharon y dieron su vida por ese régimen de libertad y justicia que proclamaba la constitución, es trabajar para construir la III república democrática de trabajadores de toda clase, organizada en régimen de libertad y de justicia.
Abel Sánchez. Abogado, ex concejal del Ayuntamiento de Salamanca por IU (1991-1999) y en la actualidad candidato a las Elecciones Municipales por La Izquierda de Salamanca.