El Papa ha desatado una tormenta al vincular el actual anticlericalismo español con el que había antes de la guerra civil. Pero se ha cuidado mucho de condenar la dictadura franquista. En realidad, no ha hecho otra cosa que seguir el guión escrit
19 de septiembre de 2010: Benedicto XVI beatifica en Birmingham, en el centro de Inglaterra, al cardenal John Henry Newman, un converso del anglicanismo. Ese mismo día, se conmemora el 70 aniversario de la Batalla de Inglaterra, los bombardeos nazis durante cuatro meses en cielo británico, y el Papa aprovecha para condenar de nuevo el nazismo -ya lo había hecho con anterioridad- calificándolo de "ideología demoniaca". "Para mí, que he vivido y sufrido los largos y tenebrosos día del régimen nazi en Alemania, es profundamente conmovedor estar aquí y recordar a tantos conciudadanos vuestros que sacrificaron sus vidas, resistiendo con tesón a las fuerzas de esta ideología demoníaca", dijo.
Joseph Ratzinger, de quien se sabe, e incluso fue admitido por él mismo en su autobiografía, que entre 1941 y 1942 estuvo en la principal organización del partido Nazi, la Juventud Hitleriana, y que después sirvió un tiempo en una unidad antiaérea que resguardaba una planta de BMW cerca de Munich -hay fotos que le muestran a Ratzinger con el uniforme paramilitar de las llamadas unidades de fuego antiaéreo- añadió en Birmingham que setenta años después "recordamos con vergüenza y horror el espantoso precio de muerte y destrucción que la guerra trae consigo" y renovó su determinación de trabajar por la paz y la reconciliación, donde quiera que amenace un conflicto".
6 de octubre de 2010: Benedicto XVI viaja en avión desde Roma a Santiago de Compostela y en conversación con los periodistas que le acompañan comenta que en España se ha desarrollado "un laicismo, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo como se vio en la década de los años treinta", es decir, el que precedió al golpe de Estado que desembocó en la Guerra Civil y más adelante en la dictadura franquista. Acto seguido hizo un llamamiento a la reevangelización del pueblo español pero ni durante el vuelo ni después, durante su estancia en Santiago primero y en Barcelona después, emitió ni una sola palabra de condena hacia el régimen deFranco, instaurado por el golpe militar que contó con la ayuda de las tropas de Hitler y Mussolini.
Por si había alguna duda de que las palabras del Papa en el avión no fueron improvisadas y que respondían a un guión previamente elaborado en colaboración con la jerarquía eclesiástica española, el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), monseñor Antonio María Rouco Varela, ha achacado este lunes a "derivaciones del laicismo radical" la situación en España en materia de matrimonio, familia o derecho a la vida y ha colocado a nuestro país "en el primer puesto del ranking de laicismo".
Rouco ha insistido en la tesis de Benedicto al explicar que "el santo padre ha hecho una reflexión acerca de una especie de resurrección del laicismo radical un poco extraño a estas alturas del tiempo", a la vez que ha insistido en que, aunque se pensaba que el laicismo radical tras las Segunda Guerra Mundial se había acabado, "parece que no es así y que sigue afectando a toda Europa".
Las palabras de Rouco no deben sorprendernos si tenemos en cuenta la resistencia de la Iglesia católica española a condenar al régimen franquista del que fue parte intrínseca, a pesar de que se trató de una de las dictaduras más sanguinarias de la Europa del siglo XX. Son declaraciones que no vienen sino a confirmar lo que ya sabíamos hace tiempo: que la Conferencia Episcopal funciona como correa de transmisión o 'ariete' de la derecha más extrema que campa por estas tierras.
Después de todo, hace sólo unos años, en 2006, el Parlamento Europeo sí condenaba el franquismo concluyendo que existen evidencias suficientes para probar la violación de los derechos humanos durante los cuarenta años que estuvo en el poder, con la única excepción del PP, para bochorno de los partidos políticos de centro-derecha europeos que no le secundaron. Únicamene tuvo el apoyo de la ultraderecha polaca. El encargado de hablar en nombre de los 'populares' para justificar el rechazo a la condena fue su eurodiputado Jaime Mayor Oreja, que no hizo referencias explícitas a 1936 ni al franquismo, y sí a los riesgos que, en su opinión, amenazan actualmente la 'concordia' entre españoles. Y, entre otras cosas, dijo: "El debate del derecho de la autodeterminación, la creación de nuevas naciones que no han existido nunca, significa un error histórico porque nos aleja de nuestra concordia".
Hace sólo unos meses, en mayo, IU propuso la ilegalización del PP si no condena los crímenes franquistas. Puede parecer un brindis al sol, pero las razones con las que se argumentaba la propuesta no lo son. Y es que lo que el PP se niega a condenar -y la Iglesia católica con él- son crímenes de lesa humanidad, que incluyen asesinato, exterminio, deportación o desplazamiento forzoso, encarcelación, tortura, violación, persecución por motivos políticos, religiosos o ideológicos, desaparición forzada, secuestro…