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Pinceladas sobre laicismo en contra del estado confesional

Hacer el Estado y el gobierno confesional es la gran tentación tanto para las élites en el poder como para cualquier cúpula religiosa. El laicismo, por el mismo principio de igualdad, respeto y dignidad humana, se opone.

En los últimos días, el país ha visto varios hechos políticos pero vinculados, de alguna manera, con hechos religiosos; uno, que ha causado mucha extrañeza en nuestro medio pero muy común en otro lares, como es el hecho de pedir a los alumnos de un colegio laico quitarse la cruz de ceniza impuesta en el contexto del “Miércoles de Ceniza”; dos, una organización, nos imaginamos religiosa, se apostó al ingreso de la Asamblea Legislativa para regalar biblias a los diputados; tres, el arzobispo de San Salvador, su obispo auxiliar y un grupo de sacerdotes y feligreses de varios movimientos católicos marcharon hacia el pleno legislativo y entregaron a diputados de distintas fracciones partidarias, una propuesta de ley para que se prohíba la minería en el país.

¿Cómo entender estos hechos? De entrada, y tocando el punto a vuelo de pájaro, permítanme señalar tres cuestiones: uno, hay que diferenciar de base la religión como fenómeno sociocultural y la iglesia como institución. La religión o el fenómeno religioso, como lo señala Rubén Dri, es una forma de conciencia social cosmovisiva que da sentido. La iglesia, por el contrario, es una institución que ejerce o pretende ejercer el monopolio de la cosmovisión religiosa. Toda religión es expresada mediante símbolos que, como tales, son polisémicos.

Dos, hay otra dinámica diferente a la visión de la religión como aparato o institución aglutinadora de la sociedad, como también lo es la educación o los mismos medios de comunicación, y es la dimensión de fe, esa relación personal que hace que un individuo crea y viva según sus creencias, actúe y camine según su convicción y sin duda alguna, se expresa en un rito, pero que no se agota en el fenómeno religioso ritual. En este sentido, el hombre de fe actúa y se mueve según los parámetros y lineamientos que le permiten su fe, entre otras cosas defender la vida y los valores propios de esa fe.

En el fondo, y este es el punto tercero, la relación entre política y religión, se gestiona, por lo menos así lo plantea Juan Linz, de la Universidad de Yale, en una relación liberal como lo es la separación mutua y amistosa entre Estado e Iglesia, a la que me sumo personalmente, pero hay otros, como el modelo hostil, que se lleva a cabo en los estados dictatoriales como China, diferente a una relación de una religión politizada sea de derecha, como el nacional catolicismo, o de izquierda con la teología de la liberación o los extremos propios del nacionalismo político y religioso del país vasco.

En este contexto, y de manera particular, quiero retomar una idea que esta semana planteó el embajador de Francia en nuestro país, el laicismo, para lo cual quiero retomar la organización española, “Europa Laica”, una asociación surgida en 2001 que promueve el laicismo; en su Carta Programática dice textualmente: “Esta asociación se define como laicista, entendiendo por laicismo la defensa del pluralismo ideológico en pie de igualdad como regla fundamental del Estado de Derecho y el establecimiento de un marco jurídico adecuado y efectivo que lo garantice y lo proteja frente a toda interferencia de instituciones religiosas o de otra naturaleza, que implique ventajas o privilegios…”.

Esta organización, que se ha extendido por varias regiones de España y países de Europa, al menos tiene tres líneas claras en su labor, uno “propugna la laicidad, entendida como el establecimiento de las condiciones jurídicas, políticas y sociales idóneas para el desarrollo pleno de la libertad de conciencia, base de los Derechos Humanos”.

Dos, esta organización tiene de base que la laicidad del Estado y de sus instituciones es ante todo un principio de concordia de todos los seres humanos fundado sobre lo que los une, y no sobre lo que los separa.

Y tres, entiende claramente la separación del Estado y las distintas instituciones religiosas, agnósticas o ateas y la neutralidad del Estado con respecto a las diferentes opciones de conciencia particulares.

Esta concepción, que me parece interesante y sumamente rica, nos permite en pocas palabras, poner por delante la libertad de conciencia, la separación del Estado y las confesiones religiosas, igualdad en el trato de todos los ciudadanos, la búsqueda del bien común como única razón del Estado. Esta perspectiva nos permite entender con claridad que el laicismo no es antirreligioso, tampoco significa ser ateo o agnóstico como también trasciende la idea que la religión no es lo mismo que clericalismo.

Simplemente se trata de defender la libertad de conciencia y la tolerancia que de ella se deriva y por supuesto la lucha por el laicismo es la lucha por la emancipación de las conciencias.

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Editor Jefe de El Diario de Hoy.

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