“La extrema derecha, la sincera y la solapada, está terminando de convertir la educación en un negocio, una cruzada religiosa, una consigna política en las calles, una nave de los locos en el Congreso”.
Los últimos embates parlamentarios contra la educación sexual y la conciencia de género proponen al hogar como fuente de lecciones morales a los hijos. Hay varias ideas detrás de esto. Una es que los padres son los mejores maestros. Otra es que los valores de casa son preferibles a los que transmite el Estado a través de sus profesores.
¿Por qué este tipo de ideas? Quizás por no haber tenido un instrumento de actuación educativa tan difundido y poderoso como el Sutep, la extrema derecha ha descubierto en el Perú hace ya algunos años, el peso político de lo educativo para la promoción de sus ideas. En eso su principal escollo es la existencia de un Estado laico.
Podría pensarse que el propósito es quitarle lo educativo al Estado (Minedu) y pasárselo a los hogares. Pero en verdad se trata de desplazar los derechos del Estado hacia la iglesia o, en el mejor de los casos, las iglesias, con sus redes de educación religiosa. Así, las familias devienen el ariete contra la idea misma de lo laico.
La antinomia que esa derecha se ha fabricado es algo así como Estado laico/hogar religioso. Una contraposición que en el fondo no tiene nada que ver con la moralidad, ni la sexualidad, pero que igual sirve a los fines del conservadurismo religioso. Es decir: en sexualidad los padres son los mejores maestros.
Puede ser así, pero no lo es en una mayoría de casos. La educación sexual, como todas las ramas educativas, ha devenido algo muy especializado, con aspectos que los padres promedio rara vez manejan. Da la impresión que para los defensores del hogar-escuela es suficiente un relato básico, como un símil con lo que hacen los animales en la granja.
Pero los animales son mansos en comparación. La violencia en el hogar es frecuentemente denunciada como una verdadera epidemia, con altas cifras en lo físico y psicológico. Cada uno de esos actos es, a su manera, una lección negativa de educación sexual. Sobre eso poco dice la extrema derecha. Con mis hematomas no te metas.
La extrema derecha, la sincera y la solapada, está terminando de convertir la educación en un negocio, una cruzada religiosa, una consigna política en las calles, una nave de los locos en el Congreso.