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Pegida crece al calor de la islamofobia

El movimiento de derecha populista y xenófoba Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) ha tomado fuerza en Alemania en los últimos meses. Aunque salió por primera vez a la calles de Dresde en octubre aglutinando a menos de 200 personas, desde entonces la cifra de manifestantes en la capital sajona se ha disparado hasta los 25.000 del pasado 12 de enero. Esa misma tarde Khaled Idris Bahray, de 20 años y procedente de Eritrea, fue asesinado en esa misma ciudad.

Pegida comenzó con lo que ellos mismos llaman un Abendspaziergang o paseo los lunes por la tarde, coreando “Wir sind das Volk” (“Somos el pueblo”). Ambos símbolos han sido copiados de las manifestaciones del otoño de 1989 en la antigua República Democrática Alemana, a manera de fachada progresista. Y aunque este grupo se define como estrictamente ciudadano y no vinculado a partidos políticos, demanda la retirada de determinadas políticas, y todo ello en perjuicio de minorías religiosas como musulmanes, refugiados y migrantes que, según él, amenazan la integridad del país.

En su logo aparece una papelera en la que tiran todos los símbolos que consideran extremistas: de izquierdas, de derechas y religiosos, al tiempo que se refugian en los colores de la bandera alemana y la cruz latina como bases de lo que consideran los valores judeocristianos de Occidente, según un manifiesto difundido a través de Facebook a finales de diciembre. Este fenómeno sigue siendo difícil de clasificar debido principalmente a su sistemática negativa a hablar con los medios que llaman Lügenpresse o “prensa mentirosa”, término que, según los periódicos ya utilizaban políticos nacionalsocialistas.

En sus pancartas y textos se declaran contrarios al extremismo religioso, pero ya se han visto en varias manifestaciones cruces blancas
Un estudio realizado sobre una encuesta a 400 participantes publicado esta semana por la Universidad Técnica de Dresde sostiene que el manifestante medio de Pegida es un varón de unos 48 años de edad, con estudios superiores, de clase media, aconfesional y sin afiliación a partidos u organizaciones políticas. Los medios alemanes afirman, sin embargo, que los promotores de Pegida en algunas ciudades tienen vínculos con la extrema derecha alemana y que, en sus foros internos de Facebook, publican comentarios xenófobos, racistas y abiertamente neonazis. En Bonn se encuentra el caso más significativo, donde la portavoz del movimiento, Melanie Dittmer, es conocida por militar desde su adolescencia en distintas organizaciones de ideología neonazi como la organización juvenil del NPD.

En sus pancartas y textos se declaran contrarios al extremismo religioso, pero ya se han visto en varias manifestaciones cruces blancas, lo que ha motivado la reacción airada de la Iglesia de Dresde, donde el obispo les pide no usar los símbolos cristianos contra el islam.

Cruces e insultos racistas

Esta imagen de banderas nacionales, cruces e insultos racistas han hecho revolverse a las instituciones. La propia canciller alemana, Angela Merkel, se ha posicionado en contra de toda manifestación que promulgue el odio y el racismo, e incluso ha declarado en su última visita a Turquía el 13 de enero que “el islam forma parte de Alemania”. La clase política de centro e izquierda asegura que no va a ceder en sus posiciones con la esperanza de que esta ola de derecha populista no dañe la imagen del país en el exterior. Pero cabría cuestionarse si las afirmaciones de Merkel en relación a los países del sur de Europa, los logros económicos alemanes o en materia de integración de la ciudadanía de origen turco no hayan colaborado en esta ola de nacionalismo y xenofobia.

El salto cuantitativo de las manifestaciones de Pegida y su multiplicación por el territorio llegan ya fuera de las fronteras geográficas alemanas, como la reciente Pegida Viena. Esto se puede explicar no sólo por la difusión viral a través de las redes sociales, donde Pegida sigue encontrando simpatizantes de todo tipo, sino también por su antagonismo con la alarmista y según ellos “biempensante” prensa alemana y, por ende, con los políticos cuyas actuaciones en materia de extranjería consideran ineficientes.

Pese al aumento de cifras en otras ciudades, llegando hasta los 5.000 manifestantes de Legida (Pegida en Leipzig), el pasado lunes consiguieron movilizarse hasta 30.000 personas en contra en la misma localidad, y de manera
rotunda también se mostró el rechazo de una gran parte de la población en ciudades como Berlín, donde Bärgida (Pegida Berlín) contó con 400 personas a favor pero más de 4.000 en su contra, o en Múnich, con 400 pro-Mügida y 20.000 en contra. No obstante, Pegida se nutre de la lectura más islamófoba del atentado a Charlie Hebdo y continúa creciendo de manera soterrada en los foros de internet y aumentando regularmente sus simpatizantes en Facebook.

Pero lo cierto es que paulatinamente surgen nuevas formaciones políticas a la derecha de Merkel, como la Alternativa para Alemania (AFD), o Pro NWR, derecha populista de Westfalia que pretende ser la alternativa al discurso anticuado del NPD.

En ocasiones este giro toma otras formas extremas, como cuando el pasado octubre más de 4.000 hooligans de estética neonazi marchaban en Colonia coreando lemas contra los salafistas y el islam, o también la formación de plataformas ciudadanas contra la instalación de centros de acogida para refugiados, como ha ocurrido en Dresde-Laubegast.

Muerte de Khaled Idris

Es por todo ello que no se puede evitar relacionar la muerte de Khaled Idris Bahray la tarde del 12 de enero en Dresde con un ataque racista y, presumiblemente, con la manifestación de Pegida. Durante más de 24 horas la Policía mantuvo no poder confirmar una muerte violenta a pesar de las numerosas puñaladas en el cuello. Volker Beck, de Los Verdes, ha denunciado a la Policía por encubrimiento y obstrucción, mientras se convocan concentraciones en repulsa al asesinato en todo el territorio.

El pasado 22 de diciembre, tras una manifestación en Dresde, ya se produjo un ataque callejero a varios migrantes, en el que un menor de edad resultó herido. Según entrevistas a los residentes en el centro de refugiados donde vivía la víctima, éstos reciben constantes amenazas verbales o amanecen con pintadas en la pared acompañadas de esvásticas.

Las estadísticas muestran que de los casi 50 millones de refugiados en el mundo, menos del 0,5%, unos 200.000, llegan a Alemania. La mayoría de refugiados emigran a países del perímetro de la UE o, por efecto de la ley de Dublín II (2003), no pueden pedir asilo en Alemania, sino que deben hacerlo en los países por los que han entrado en Europa. Con esta ley, Alemania, geográficamente ‘bien situada’, se ahorra muchas peticiones y agiliza expulsiones a países vecinos.

 

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