El flagelo mundial de la pedofilia clerical hizo acto de presencia en Mendoza y vaya cómo.
Las responsabilidades del establecimiento educativo (con albergue incluido), del Estado, y funcionarios respectivos, va tomando forma a medida que se conocen más detalles de los hechos.
No hace falta mencionar el alto grado de repudio y condena públicos que han causado los aberrantes hechos cometidos por los predadores con sotana, bajo el amparo de su propia iglesia.
Entre los actores de esta película de terror hay uno que quiere desligarse del problema. Hablamos del Arzobispado de Mendoza – y su titular -, máxima autoridad religiosa del catolicismo romano, religión a la que la mayoría de la población no adhiere de modo libre sino obligada.
A nivel mundial, en su estructura y funcionamiento, no sólo se producen actos de corrupción sino que – utilizando términos de un jurista -, existe un permanente estado de corrupción, que en materia de abuso sexual es sistémica.
Mediante dos comunicados en menos de una semana y una conferencia de prensa (una pantomima cursi y fingida), el Arzobispado de Mendoza pretende desligarse de su responsabilidad en los aberrantes hechos.
Como la memoria de los curánganos es estrecha, vamos a recordarles los antecedentes recientes que permiten medir los altos índices de corrupción, denegación de justicia y abuso de poder que existen en su institución. Luego, haremos foco brevemente en la cuestión de la responsabilidad canónica.
1. El caso Sirvent Domínguez: premiando al pedófilo
En 2008 una noticia aparecida en un portal de Valencia, España, daba cuenta que el Arzobispado de Mendoza había gestionado ante el Vaticano un título honorífico a favor de un cura expulsado del ejército español en 1995.
«… cumplía funciones como capellán castrense en Ibiza, España, donde varios soldados del lugar lo denunciaron por acoso sexual. Incluso, las víctimas alegaron que les exigía que mantuvieran relaciones sexuales con él a cambio de drogas y dinero. En ese momento, el Ejército rescindió su contrato (1).
Conforme el Anuario Pontificio, obtuvo el título de «Prelado de honor de Su Santidad», gracias a las gestiones del Arzobispado de Mendoza, el 31 de marzo de 2005.
La explicación de los burócratas eclesiásticos de turno fue tan burda como no creíble: «Sergio Buenanueva, vocero del Arzobispado local, insistió ayer en reconocer el error, aunque también dijo que fueron engañados en su «buena fe» (2).
2. El caso Iván: ocultando información, violando derechos
Este caso llegó a la justicia. En 2010 el actor interpuso una demanda en el fuero civil reclamando ser resarcido por los daños derivados por la negación de información relativa al procedimiento canónico iniciado luego de haber presentado una denuncia.
El comportamiento del Arzobispado de Mendoza, luego de la denuncia, respondió al modus operandi en la materia: a) traslado del responsable desde San Marín a un colegio en Guaymallén y luego a la capellanía de un hospital privado; b) manipulación y silenciamiento del denunciante a través de un acompañamiento espiritual; c) derivación a un médico psiquiatra, quien mutilaría la copia de la denuncia que formaba parte de la historia clínica; d) denegación del pedido de informes acerca del estado procesal de la investigación, sin ningún tipo de fundamentos; e) abuso de poder.
Las sentencias de la Cuarta Cámara de Apelaciones como de la SCJM, constituyen un leading case en la materia: la iglesia católica debe informar de modo fehaciente a las víctimas de abuso sexual; el derecho canónico no está por encima de los derechos humanos.
3. El caso del cura de Guaymallén: toqueteando niños
En 2014, se presentó una denuncia ante al Arzobispado de Mendoza por los abusos que un sacerdote de una parroquia de Guaymallén cometió contra un niño de 5 años.
Se inició la investigación previa que indica el Código de Derecho Canónico, sin ningún tipo de garantías para la víctima. Asimismo, se presentó un escrito con patrocinio letrado fijando domicilio legal, pero el obispo José María Franzini hizo caso omiso y siguió notificando en el domicilio particular del niño, violando el ordenamiento jurídico nacional en materia de garantías procesales.
El cura fue trasladado – preventivamente – a la Casa del Clero, siendo apartado del contacto con los niños de la parroquia, medida que nadie controló.
Existe un informe de las secuelas psicológicas que el abuso causó al menor.
El cura cuestionado, celebra misas sin ningún problema en una parroquia de Godoy Cruz.
4. Responsabilidad canónica
Los antecedentes mencionados son una pequeña muestra del accionar ilegal del Arzobispado de Mendoza en la materia. Existen muchos más.
Sin perjuicio de ellos, la responsabilidad canónica en el caso del Instituto Próvolo está cantada por más acting,lágrimas de cocodrilo y el pedido a la opinión pública de que se les crea, rayano a una imploración (ficticia, por supuesto). A la iglesia católica no le interesan los niños ni jóvenes abusados, ni los traumas que les causan. Sólo les interesa la imagen de la institución. Pero dejemos los hechos y vayamos a la doctrina.
El Catecismo católico dice en el N° 1560: «Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias: «Aunque cada obispo es pastor sagrado sólo de la grey que le ha sido confiada, sin embargo, en cuanto legítimo sucesor de los Apóstoles por institución divina y por el mandato de la función apostólica, se hace corresponsable de toda la Iglesia, junto con los demás obispos» (Pío XII, Enc. Fidei donum, 11; cf LG 23; CD 4,36-37; AG 5.6.38).
Se leyó bien: corresponsabilidad de toda la iglesia, a la que los clérigos califican de una y única. Por lo tanto, corresponsabilidad del obispo católico en Mendoza.
¿Qué cuidado tuvo de los niños del Instituto Próvolo que se le confiaron conforme el principio de corresponsabilidad establecido en su catecismo? Ninguno. Esa parte de la grey que se le confió a su cuidado estuvo abandonada.
No sólo incumplió con la obligación que le marca su propia ley. Violó el mandato bíblico: «Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí» (Juan 10:14, Biblia de Jerusalén, 3° Edición).
¿O le cabrá la figura del versículo 10? «El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
El Código de Derecho Canónico es claro en cuanto a la responsabilidad que le cupo en relación a los sacerdotes pedófilos.
No sólo se prohíbe que existan sacerdotes vagos o acéfalos (c. 265), sino que territorialmente el obispo del lugardebe saber y conocer qué curas tiene en su diócesis. Y si sabe quiénes residen, también debe conocer sus antecedentes ya que tiene la facultad de expulsarlos. No hay excusas.
Mientras que el c. 806 § 1 también confirma la responsabilidad del obispo: «Compete al Obispo diocesano elderecho de vigilar y de visitar las escuelas católicas establecidas en su territorio, aun las fundadas o dirigidas por miembros de institutos religiosos…». Derecho/obligación.
La máscara se cayó definitivamente con el retiro de las licencias ministeriales a los sacerdotes violadores ¿Con qué poder?
El obispo recibe unos poderes sacramentales de los que hace partícipes, mediante «licencias», a sus sacerdotes; de tal suerte que, sin ellas, nadie puede ejercer el ministerio sacerdotal (Martínez). Hágase extensivo esto a los sacerdotes violadores del Instituto Próvolo.
Es decir, un obispo que debe conocer a los sacerdotes de su diócesis, que debe vigilar el funcionamiento de sus establecimientos educativos, que debe cuidar de su grey (incluso niños, niñas y jóvenes sordos), que tiene poder para retirar licencias ministeriales y la facultad de expulsar sacerdotes, es lisa y llanamente responsable de hechos como los que sucedieron días pasados dentro de su jurisdicción.
La excusa de no saber nada, ni haber recibido denuncias, o comentarios sobre irregularidades que hubieran sucedido en dicho instituto es una coartada boba para embobados.
Finalmente, el dolor, la consternación, la vergüenza que dicen sentir integran la mencionada puesta en escena,digna de una obra de Molière.
Tal vez, podrían probar con sentir algo de dignidad humana. El problema es que la dignidad no se siente, se tiene o no. Y los responsables del Arzobispado de Mendoza la perdieron hace tiempo.
Notas
(1) http://www.mdzol.com/nota/56922-el-arzobispado-dijo-haber-sido-enganado-por-un-sacerdote/#opinar
(2) http://razonatea.blogspot.com.ar/2008/07/cuestin-de-honor-1.html