El sacerdote mallorquín Jaume Alemany es uno de los grandes referentes de la pastoral penitenciaria
Tres décadas atrás, el sacerdote mallorquín Jaume Alemany, quien hoy es uno de los grandes referentes nacionales en la pastoral penitenciaria, desconocía casi todo del mundo de la cárcel. Como explica a Vida Nueva, “siendo un cura joven, mi pastoral se centraba en los ámbitos del ocio y en la educación. Clases de religión, formador del Seminario Menor, Grupos d’esplai (tiempo libre)…”.
Hasta que “todo cambió, siendo yo párroco de Bunyola, lo que me obligaba a pasar cada día enfrente de la prisión, el día en que hablé con el capellán Llorenç Tous, que me preguntó esto: ‘Cuando pasas por delante de la cárcel, ¿nunca te has parado a pensar qué hay detrás de estos muros y rejas?’. Le reconocí que ‘no’ y, para mi sorpresa, me invitó a apuntarme como voluntario. Fue entonces cuando empezó una novedad que, al final, ha marcado mi vida. Es más, diría que ha salvado mi vida sacerdotal”.
Que enseñen los maestros
Como anécdota cuenta que, un día que no fue a visitar a unos internos con los que había quedado que iría, al volver a verlos, le recriminaron con pesar que le habían estado esperando. Su reflexión inmediata fue que, en el aula, si un día el profesor no acude, todos se alegran porque se evitan la clase; en cambio, en la prisión le echan en falta. Así que “mi decisión fue tajante: que enseñen los maestros, que para esto han estudiado… Y yo a la cárcel, donde se alegran de mi presencia”.
Tras ese primer paso por el penal que tanta huella le dejó, “a los tres años, el entonces obispo me nombró de pronto vicario episcopal. Y luego, sin buscarlo y por esa primera experiencia mía, me designó delegado diocesano de pastoral penitenciaria, donde llevo ya unos 20 años. Y casi 30 en total relacionado con la prisión”.
Todo tipo de respuestas
Desde el primer momento, Alemany no ha dejado de promover respuestas a su alrededor. A nivel personal y comunitario, contagiando a muchos en su pasión por la dignidad humana. Uno de los frutos de los primeros días y que aún se mantiene es “un piso de acogida para los presos que obtienen permisos de salida, conviviendo cada semana entre cuatro y cinco. Es una iniciativa dirigida a internos sin tutela ni lazos familiares. Al ser personas que no tendrían dónde ir, normalmente, tendrían muy complicado recibir esos permisos o pasar al tercer grado. Pero, al contar con nuestra red de apoyo y gracias también al concierto que tenemos con el Govern balear, que paga al personal que acompaña a estas personas, podemos mantener un piso que ayuda enormemente a la reinserción social de mucha gente”.
De un modo paralelo, el sacerdote recibe en su parroquia mallorquina, la Mare de Déu de Montserrat, “a cinco internos que tienen el tercer grado. Es la Unidad Dependiente. Una situación de semilibertad. Durante el día trabajan y, por la noche y en sus tiempos libres, residen en esta unidad residencial”.
Integrados en la comunidad
Además, en la parroquia, hace poco más de tres años, puso en marcha el Proyecto Sojorn (que en castellano se traduce como ‘cobijo’): “Ante el grave problema de la falta de viviendas asequibles y los desorbitados precios de las habitaciones en alquiler, aprovechando unas instalaciones infrautilizadas, estas se adaptaron para la acogida temporal de personas sin hogar. Actualmente, conviven unas 45”. El fin es claro: “Que tanto los internos como los voluntarios comprometidos con ellos se involucren en su inclusión real y, poco a poco, los primeros sean parte integral de la comunidad”.
De un modo más global, Alemany impulsa la Plataforma Europea Redimensionar, que parte de un punto de partida básico: “Cambiar el sistema penitenciario cerrado y propio del siglo XIX por uno más acorde con el XXI y que ya está funcionado en otros puntos del continente, como Países Bajos, Noruega o Suecia, donde están las llamadas casas de detención, en las que los presos viven en condiciones propias de un hogar. Mi idea es que un preso no deba estar aislado de la sociedad y que, mientras paga por un error cometido, pueda trabajar en la panadería del pueblo”.
Individuo y sociedad, implicados
Es decir, “implicar al recluso en la sociedad a la que un día defraudó y a la propia sociedad en su acogida inclusiva y en el acompañamiento; todo ello, en un proceso de normalización de la vida en libertad”. Esta iniciativa “la pilota Esteban Serna, voluntario histórico de la pastoral penitenciaria en Mallorca y actual director del piso de acogida”.
Ante ese cambio de paradigma, “lo más importante es la toma de conciencia de la realidad de las prisiones, de su poco éxito en el propósito de reinserción y de la necesidad de apuntar a otros modelos más eficaces, que respeten más la dignidad de las personas y, hasta si me apuras, son más baratos”.
En el Camino de Santiago
La acción pastoral en la prisión intenta ofrecer una respuesta evangélica que se labra a base de “pequeños pasos”. Aparte de abrir la cárcel siempre que pueden a grupos de diversa índole (habitualmente, programan conciertos de corales y bandas de música), una vez al mes, tienen salidas programadas con los internos, como las que hacen al Santuario de Nuestra Señora del Lluc, donde trabajan en el mantenimiento de un jardín botánico, y otras salidas culturales.
Pero el gran paso dado por Alemany es el que dio hace muchos años en la peregrinación por antonomasia en nuestro país: el Camino de Santiago. Entonces, “conseguimos coordinarnos con la pastoral penitenciaria de varias cárceles y pudimos peregrinar todos juntos hasta el Apóstol. La iniciativa, pionera, fue preciosa y la repetimos en varias ediciones. Con la pandemia nos vimos obligados a parar hace tres años, pero ahora las estamos recuperando”.